El planeta como accionista único
Cuesta entender la escasa generalización de la visión económico-ecológica del fundador de la firma de ropa Patagonia
La noticia mundial de hace una semana nos la obsequió Yvon Chouinard, fundador y dueño de la marca de ropa para actividades al aire libre Patagonia. Junto con su esposa y sus dos hijos adultos donaron su empresa, valorada en 3.000 millones de dólares, y que tiene beneficios de unos 100 millones de dólares al año, al planeta. Desde su creación, se ha distinguido por su especial énfasis en la conservación de la naturaleza y, a diferencia del fast fashion, la marca sugiere a sus compradores utilizar sus prendas hasta que estas lleguen al final de su vida útil, algo poco usual en los tiempos que corren.
En términos prácticos, significa que han transferido todas las acciones con derecho a voto de la compañía (el 2%) a un fideicomiso y sus acciones ordinarias –el otro 98%– a una organización sin ánimo de lucro, mientras que la compañía continuará operando como una corporación privada con fines de lucro.
Las ganancias –unos 100 millones de dólares anuales– serán utilizadas para combatir el cambio climático y proteger las tierras salvajes en todo el mundo. “En lugar de extraer valor de la naturaleza y transformarla en ganancias para nuestros inversores, usaremos la riqueza que genera Patagonia para proteger la fuente de todo bienestar”, ha asegurado Chouinard.
Aplaudido desde muchos ámbitos por ser novedoso, añadiría que la acción merece una especial consideración por ser humilde, visionaria y, obviamente, generosa. Es humilde porque entiende que las empresas existen gracias a los recursos del planeta y que una sociedad florece no solo gracias a las empresas y la economía, sino sobre todo gracias al planeta que regenera nuestros aires, aguas y suelos. Cuesta entender la escasa generalización de esta visión económico-ecológica, tras varias décadas de informes sobre el estado de la salud planetaria, tras un año señalando el agotamiento de todo tipo de recursos naturales, y tras otro verano que ha demostrado que los fenómenos meteorológicos extremos van en aumento, tanto en frecuencia como en intensidad.
La acción de Chouinard es visionaria porque mediante el ejemplo apela a la responsabilidad moral del sector privado, que va más allá de pagar los sueldos de los empleados y satisfacer las demandas típicamente cortoplacistas de los accionistas. Hay muchas voces que abogan por que el sector privado debe ser el motor de la transición hacia una sociedad sostenible, y se observa todo tipo de intentos al respecto. Aunque el aumento de ejemplos de una búsqueda genuina de propósito empresarial es esperanzador, aún están en la sombra de los ejemplos que apuntan a lo contrario e inducen al cinismo. Piénsese en los escándalos sobre el abuso de los estándares ESG, revelados por Bloomberg y The Economist en los últimos meses. Estos nos recuerdan que reportar unos indicadores sin tener una estrategia realmente sostenible detrás no deja impacto y ralentiza el cambio genuino.
La acción de Chouinard es generosa, en un momento donde las grandes fortunas están sujetas a debate. La acumulación de riqueza no solo se debe al genio del poseedor de la fortuna o sus antepasados, sino también a la explotación de recursos naturales y muchas veces humanos. Añadiendo el dato de que el 1% más rico lanza más CO2 que el 50% más pobre, y que los privilegiados no sufren las consecuencias del cambio climático como lo hacen los pobres, no mejora la opinión pública sobre este colectivo. Para mejorar su reputación, las corporaciones que están detrás de la acumulación de capital –sea más grande o más modesta– han empezado a rendir triples cuentas. Sin embargo, son pocas las que demuestran una generosidad a la hora de asignar impactos positivos a una cuenta (ambiental, social) que no sea la estrictamente financiera.
Esperamos que los aplausos al fundador de Patagonia generen una ola creciente en términos de que más empresas faciliten otro modelo de consumo en el que cuidemos, compartamos y mantengamos, y también otro modelo de accionista y directivo que no empuje solo el crecimiento del capital financiero a costa de todo lo demás, sino que fomente también el capital natural, social y humano.
Desirée Knoppen es profesora y directora del departamento de marketing, operaciones & ‘supply’ de EADA Business School