Carlos Scartascini: “Solo vamos a consumir menos energía si confiamos en que los demás van a hacer lo mismo”
El economista del BID asegura que la información y la confianza son los dos pilares centrales para atravesar la crisis energética europea
Menos de 50 días separan a Europa de un invierno que puede estar lleno de imprevistos. RTE, el operador del sistema eléctrico francés, ha dispuesto un escenario de “semáforos” para avisar a los usuarios en caso de situaciones inesperadas que pongan en peligro el suministro. Este tipo de acceso a la información de forma confiable, emotiva y fácil de entender puede ser la llave para atravesar el próximo invierno en un contexto de crisis energética, apunta Carlos Scartascini (Buenos Aires, 51 años), líder del Grupo de Economía del Comportamiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
La economía conductual busca aplicar los hallazgos cognitivos y emocionales para mejorar las decisiones de los individuos. Mientras los gobiernos apuran medidas para reducir el consumo y evitar cortes, la suma de estas acciones puede marcar una diferencia, agrega Scartascini, quien cuenta con un máster en Economía en la Universidad George Mason (Estados Unidos) y se desempeñó anteriormente como economista principal del BID.
- R. ¿Cómo podemos utilizar la información para reducir el consumo en los hogares?
- R. Al final del día, solo vamos a consumir menos energía si confiamos en que los demás van a hacer lo mismo. Si pensamos que nadie va a bajar la calefacción, entonces uno siente que su accionar tiene un impacto cero. Al mismo tiempo, es importante generar acciones comunitarias y creativas que hagan uso de la familia, el barrio, el edificio o el club como mecanismos de unión. Quizás todos los simpatizantes del Atlético de Madrid pueden apagar la luz durante la tarde y así reducir el consumo de forma divertida.
- R. ¿Es solo un tema de acceso a la información?
- R. El ejemplo más sofisticado puede ser Japón, donde el medidor inteligente alerta al usuario en su teléfono móvil si está consumiendo demasiad electricidad. Pero existen alternativas mucho más sencillas como emitir facturas claras. Pero lo importante para bajar el consumo es hacer que la gente entienda realmente cuanto consume, pero de manera relevante e individualizada. Y cuanto más simple sea, mejor.
Por ejemplo, en un proyecto para reducir el consumo de agua, dimos relojes de arena a la gente para que sepa cuanto tiempo tarde en tomar una ducha. En Quito también realizamos un análisis en donde cambiamos los medidores colectivos de agua por otros individuales y solamente eso disminuyó el consumo un 10%. Una reducción similar solo se hubiera logrado con un aumento de la tarifa del 100%.
- R. ¿Solo basta con conocer nuestro consumo?
- R. La economía del comportamiento dice que no solo hay que decirle al consumidor cuanto consume, sino también cuanto gasta gente como él para que pueda comparar. Es necesario un comparador próximo, como el mismo edificio o el barrio donde uno vive. La información puede tener una carga emocional y emotiva. Hemos visto que es muy importante que se añada una cara feliz cuando consumes menos o una pegatina triste si aumentas tu consumo. Esto afecta mucho, te dice si está bien o no. Pero esta información tiene que estar complementada con datos para que pueda reducir aún más el consumo.
- R. ¿El miedo puede contribuir a un cambio en positivo?
- R. En general no y a veces puede ser contraproducente. El pánico genera un comportamiento de acaparamiento, lo mismo que sucedió al comienzo de la pandemia de COVID-19 cuando la gente iba al mercado y arrasaba con todo. Si tu generas una campaña de miedo la gente buscará consumir todas las fuentes alternativas de energía que existan. Por ejemplo, harían desaparecer la leña, aunque no la necesiten.
Otro problema es que el temor genera desesperanza. Si el invierno va a ser tan terrible, consumiré de la misma manera porque al final todos moriremos Hay que tener mucho cuidado con como manejas el miedo, porque tampoco se busca minimizar el problema. Pero la clave pasa por la norma social, tratar de entender que es un proceso en el que estamos todos involucrados.
- R. ¿Cuál es el aspecto fundamental para este proceso?
- R. Para ahorrar, ya sea energía, gas o agua hay que hacer aceptables un montón de comportamientos que a priori piensas que no lo son. Por ejemplo, en California, donde había que reducir el consumo del agua, se hizo norma social no tener que lavar el coche. Antes la gente estaba muy preocupada por las miradas y por lo que decían de ellos en el barrio, pero al cambiar la norma social está bien no lavar el coche, es un ejemplo de que participas en la solución.
- R. ¿Es posible generar cambios duraderos en plena crisis?
- R. Yo creo que sí. La reducción del consumo energético lleva tiempo y sería bueno que empecemos a hacerlo tanto para los problemas de hoy como para los del futuro. Hay oportunidades incluso dentro de este contexto que se pueden utilizar para hacer cambios positivos. El mundial de fútbol puede ser un gran momento para fomentarlos. Por decir algo, en los avisos típicos donde los amigos miran el partido de España todos juntos pueden aparecer abrigados y no solo con una camiseta. De la misma manera en que estamos juntos en el mundial, estamos juntos para que nuestro equipo pueda pasar la crisis energética.
- R. ¿Cuál es el rol del sector privado de estas herramientas?
- R. En momentos de crisis, tenemos una sobrecarga cognitiva y emocionales. Estamos preocupados, es normal, se viene el invierno y la crisis energética. Es por eso que es importante aprender de forma divertida: es más probable que las personas aprendan más mirando una serie de televisión que de un artículo académico. El sector de la comunicación tiene allí una gran responsabilidad. Las compañías de servicios también tienen una gran responsabilidad cuando informan cuanto consumes. Si la firma te advierte ante un aumento del consumo el cliente confía, porque va en contra del beneficio corporativo.