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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La tecnología digital, contra el cambio climático

La conectividad ayudará a ahorrar energía en las redes, pero también a generarla de forma más eficiente

Un informe reciente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático muestra el impacto “generalizado y dominante” del cambio climático sobre las personas y el mundo natural. Los últimos ocho años han sido los más cálidos registrados. La temperatura está ya 1,1 grados por encima de los niveles preindustriales, con efectos como olas de calor cada vez más frecuentes e intensas, sequías, incendios forestales, tormentas e inundaciones. Nunca antes el cambio había sido tan rápido como ahora.

Para hacer frente al cambio climático, solo hay una solución real: la tecnología. Tomemos como ejemplo la energía solar: aunque la generación de solar ha crecido exponencialmente y ha pasado de ser la fuente de energía renovable más cara a la más barata, con un descenso del 89% en los últimos 10 años, no está alcanzando todo su potencial. Hasta que no optimicemos la eficiencia de la producción de energía renovable, seguiremos quedándonos cortos en los esfuerzos para luchar contra el cambio climático.

Aquí es donde la conectividad es protagonista. Uno de los mayores retos a los que se enfrentan las redes eléctricas es mantener todo el sistema en equilibrio. La demanda y la generación de energía deben coincidir, de lo contrario el sistema se vuelve inestable.

Al integrar la conectividad en las redes eléctricas, podemos crear redes totalmente digitalizadas e impulsadas por inteligencia artificial que pueden suministrar energía en el momento y lugar oportuno a bajo coste. Esto supondrá un ahorro de costes para las empresas y los consumidores, pero lo más importante es que el mundo se beneficiará de una menor dependencia de los combustibles fósiles.

Buena idea, pero, ¿funciona?

Sí. De hecho, ya estamos viéndolo en acción globalmente. Un ejemplo es el campus de Siemens en Viena. Este cuenta con una red energética local (microrred) combinada con una red segura de campus 5G, que conecta unos 1.000 puntos de datos de 34 dispositivos diferentes que se comunican en tiempo real y controlan automáticamente cuánta energía solar se inyecta en la red, optimizando su uso. Este sistema por sí solo ayuda a ahorrar 200 toneladas de dióxido de carbono al año. Si se extrapola a los 14 millones de plantas industriales de todo el mundo, este enfoque puede tener un impacto enorme y positivo en las emisiones de CO2.

Ahora hablemos de la generación de energía. El operador de la red belga, Citymesh, opera 572 turbinas en un área de 530 kilómetros cuadrados en el Mar del Norte, proporcionando energía para un millón de hogares. Estas turbinas tienen el doble de tamaño que hace cinco años, por lo que su instalación y mantenimiento son más complicados. Para Citymesh, la solución a este reto está en la conectividad. Al superponer una red de comunicaciones, se consigue acceso instantáneo a datos que ayudan a comprender la generación de energía y permiten el mantenimiento predictivo. El resultado es un aumento de la productividad y una disminución de los costes de generación de energía.

Estos ejemplos dan una mínima idea de lo que es posible. Solo el 30% de la economía mundial es actualmente digital. La posibilidad de añadir una capa digital al 70% restante demuestra que se puede hacer mucho para reducir nuestro impacto en el planeta.

La colaboración es clave

Para garantizar que la tecnología digital pueda impulsar la sostenibilidad en todo su potencial, el sector de las telecomunicaciones necesita tres cosas fundamentales. En primer lugar, el espectro de radiofrecuencias: La industria necesita que se libere nuevo espectro asequible en todas las bandas de frecuencia, especialmente para la banda ancha móvil, a fin de garantizar que las industrias puedan conectarse más y reducir sus emisiones.

En segundo lugar, para llegar a cero emisiones, un factor clave será nuestra capacidad para movilizar las fuerzas del mercado. Los Gobiernos y los contribuyentes no pueden hacer frente por sí solos a las inversiones necesarias. El régimen de comercio de derechos de emisión de la UE es un buen ejemplo de movilización de las fuerzas del mercado, un sistema eficaz que ya ha ahorrado a Europa unos mil millones de toneladas de emisiones entre 2008 y 2016.

Y por último, las empresas deben hacer lo correcto y convertir la tecnología en una fuerza para el bien. Por ejemplo, apostando por las energías renovables para su consumo propio. Pero no basta con promesas. Es fundamental desarrollar productos que hagan más con menos energía, como el uso de la inteligencia artificial en las redes o el despliegue de chipsets avanzados para la banda ancha fija, que utilizan solo la mitad de energía, o el uso de líquido en lugar de aire para la refrigeración de las estaciones base para reducir sus emisiones de CO2 en un 80%.

Podemos ver que las tecnologías de redes digitales ofrecen una oportunidad para reducir masivamente las emisiones. Hasta ahora, alrededor del 70% de la inversión mundial en TIC se ha destinado a industrias que ya se consideran digitales, como la informática, las redes de comunicaciones y los medios de comunicación. Ahora tenemos que empezar a digitalizar también las industrias tradicionales. Esto supone un gran peso de responsabilidad para quienes trabajan en nuestra industria. Una responsabilidad que debemos asumir todos.

Jan van Tetering es vicepresidente sénior para Europa de Nokia

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