Tiempos con visibilidad deficiente para la inversión
Llevamos varios meses dándole vueltas al mal augurio de una crisis severa como consecuencia de la aparición de varios cisnes negros en el panorama que no dejan de engordar, y que están paralizando las decisiones de inversión tanto institucional como particular. Las cifras de negociación de la Bolsa española, de las que tenemos noticia reciente, son tan modestas (las peores del siglo) que revelan un impasse en las decisiones a la espera de que se levante la niebla. Pero los analistas estiman que el punto de giro no se ha alcanzado aún, puesto que faltan por aparecer datos supuestamente contractivos que pueden empujar hacia abajo a los índices de forma aún muy significativa. Y todo ello sin que los males que aquejan desde hace meses a la actividad y a los negocios hayan aflojado. En definitiva, un otoño incierto, por decirlo suavemente, que podría certificar una recesión que ya asoma en EE UU o en Alemania.
La inflación no da señales de flexión y sigue anclada en tasas que rondan el 10% en grandes economías, a la espera de reaccionar a las subidas de tipos agresivas realizadas ya o simplemente anunciadas para los próximos meses; la financiación empieza a hacer mella en la capacidad de consumo e inversión de los agentes económicos, y genera acumulación de estocajes tal como ya advierten las empresas; el motor chino da señales de agotamiento; la crisis de deuda en Europa sigue sin resolverse y la sombra de la duda planea sobre los países del sur, algunos, como Italia, inmersos en disputas políticas que no ayudan; la crisis energética campa a sus anchas, sobre todo en Europa, y amenaza con endurecerse si Rusia utiliza más intensamente sus exportaciones de gas y petróleo como arma de guerra. Más incertidumbre no cabe.
Si los bancos centrales mantienen su fidelidad a la lucha contra la inflación, tensionarán los tipos hasta el punto de provocar una recesión, que por reparadora que pueda resultar, tendrá un coste en empleo y en las cuentas de las empresas muy duro. Ante un escenario con tanta niebla en el horizonte, tomar decisiones de inversión se antoja complicado, y es aconsejable asumir dosis muy controladas de riesgo. Además de una sensata recomposición de la liquidez en espera de tiempos mejores, (pese a tener su propia contraindicación en la mordida que le propina la inflación), en renta variable únicamente las compañías con ingresos recurrentes claros (farmas, infraestructuras, alimentarias) pueden socorrer a los inversores. En cuanto a los bonos, es tiempo de buscar los títulos con emisores más solventes, algunos de los cuales tienen ya rentabilidades del 3%, que aunque pueda perecer un buen trato nominal, pierde color cuando se analiza en términos reales.
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