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Medidas

Los bancos centrales recetan recesión para controlar la inflación

La Fed y el BCE suben tipos y renuncian a las previsiones para decidir conforme a la marcha de los datos económicos

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, y su homólogo de la Fed, Jerome Powell, en Sintra (Portugal) a finales de junio.
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, y su homólogo de la Fed, Jerome Powell, en Sintra (Portugal) a finales de junio.

Julio cierra con dos semanas históricas para los bancos centrales. Sorpresa del BCE estrenándose tras 11 años, con una subida de tipos de 50 puntos básicos (los analistas apostaban por solo 25 puntos básicos), mientras la Reserva Federal (Fed) cumplía el pasado miércoles el guión con alza de 75 puntos básicos: cuatro subidas en el año y un precio del dinero en el 2,5%. Y al día siguiente, se conocía que Estados Unidos ya estaba en recesión técnica con la caída de su PIB en dos trimestres consecutivos. ¿Casualidad? No, para Keith Wade, economista jefe de Schroders: “La rigidez del IPC general se podría mantener, ya que la inflación del sector servicios tardará en moderarse. En consecuencia, los riesgos se inclinan todavía hacia la necesidad de que la Reserva Federal genere una recesión para controlar la inflación”, explica.

Una idea que comparte Tiffany Wilding, economista para América del Norte de la gestora Pimco: “La inflación en gran parte del mundo ha sido más persistente de lo que muchos banqueros centrales preveían. Esto ha suscitado la preocupación de que pueda ser necesaria una recesión –y no solo un periodo de crecimiento por debajo de la tendencia– para restablecer la estabilidad de los precios”, indica.

Un agosto vacacional dará un poco de tregua a los mercados, aunque en septiembre los expertos esperan otra vuelta de tuerca con nuevas alzas de tipos. Primero hablará el BCE el día 8, y luego se manifestará la Fed el 21. Para poner las cosas más complicadas, ambos bancos centrales renuncian a dar pistas, a apuntar la cuantía de sus posibles movimientos. Abandonan la llamada forward guidance y se declaran partidarios de decidir sus próximos pasos de acuerdo a cómo vayan las distintas variables económicas: inflación (principalmente), mercado laboral, crecimiento económico…

Los bancos centrales se han conjurado para atajar inflaciones superiores al 8%,

–desconocidas en 40 años–, con una política monetaria dura, mientras arrecian las críticas sobre la tardanza en las subidas y sobre su culpa en la creación de este descontrol de precios por una laxitud financiera de más de una década. Los economistas más escépticos apuntan, además, que esta subida del precio del dinero, que sosiegue el crédito y el crecimiento, no tendrá efecto al tratarse de una inflación provocada por la falta de oferta (desabastecimiento, cuellos de botella en la producción, energía más cara…) más que por el descontrol de la demanda.

Pero a falta de mejores ideas, se aplica la medicina de tipos altos y se rememoran los tiempos pretéritos del expresidente de la Fed, Paul Volcker, y su mano dura para atajar el alza de precios con tasas de interés por encima de los dos dígitos. Un objetivo que debe buscar el equilibrio, de estropear lo menos posible la economía y que puede deparar sorpresas.

“A medida que nos adentramos en la segunda mitad del año, los mercados de bonos empiezan a mostrar temor a una recesión”, afirma Jim Leaviss, CIO de Renta Fija pública de M&G Investments. “Están incorporando la posibilidad de que los bancos centrales tengan que empezar a recortar los tipos en 2023 ante los mayores temores de recesión”. Y añade: “Sin embargo, teniendo en cuenta los niveles de inflación de casi dos dígitos en Europa, creemos que el BCE tendrá que seguir elevando los tipos para mantener su credibilidad, ya que tiene que verse que está actuando”, comenta Leaviss.

Sebastien Galy, responsable de estrategia macroeconómica de Nordea AM, considera que “la Fed está librando una batalla contra la inflación que puede durar muchos meses y, de hecho, no está segura de cuánto tiene que apretar, ya que es muy difícil prever la inflación debido a las no linealidades, la dinámica de los grupos pequeños y los desfases”, explica.

Estados Unidos tras los dos primeros trimestres del año ya está en recesión técnica y el banco de negocios Goldman Sachs, entre otros, pronostica también recesión en Europa antes de que termine el año. “Probablemente, Europa ya esté en recesión y esperamos una contracción de 0,1% en el tercer trimestre y de 0,2% en el cuarto trimestre. El viejo continente volvería a la senda del crecimiento en 2023”, explican desde el banco estadounidense.

La economía estadounidense tiene más fácil la búsqueda de un aterrizaje suave que la de la eurozona, donde el BCE que debe contentar a 19 países y evitar la fragmentación con primas de riesgo entre los distintos estados miembros. Un problema que atajará, según la última comparecencia de Christine Lagarde, con la compra de bonos periféricos si fuera necesario, a cambio de un compromiso de ortodoxia económica a los países ayudados. El otro punto clave es la diferencia de sus necesidades energéticas, con la energía como uno de los pilares de la inflación. Estados Unidos es autosuficiente, mientras que sobre Europa pesa la amenaza de corte del gas ruso el próximo invierno. Unas dificultades que ya se dejan sentir en la industria europea con la paralización de la actividad. Morgane Delledonne, jefe de inversión estratégica para Europa de Global X considera que “es probable que veamos un aterrizaje suave en EE UU, mientras que Europa se enfrenta a vientos en contra más fuertes en el frente de la energía que apuntan a una recesión más aguda tal vez antes de fin de año”.

Medir las subidas

La situación es tan novedosa, tras los fuertes estímulos monetarios cuya máxima expresión fueron los tipos negativos, y cambiante, que los analistas se afanan en buscar hasta dónde llegarán estas subidas de tipos y cuánto durarán. Los analistas de Edmond de Rothschild en un reciente informe destacan que los más optimistas piensan que basta con volver a los tipos neutros, y quizá un poco más elevados para que la inflación vuelva relativamente rápido a sus niveles objetivos sin demasiados daños colaterales para la economía. Los escépticos, por el contrario, piensan que llevar el tipo de interés de los fondos de la Fed a niveles en torno al 4%, el nivel que los mercados descuentan actualmente, no será suficiente para frenar la inflación. “Actualmente, los inversores esperan que el BCE suba los tipos 230 puntos básicos en 18 meses y la Fed unos 155 puntos básicos. Esto supondría un ritmo impresionantemente rápido, por lo que los inversores han reaccionado de forma tan brutal en el segundo trimestre y, por primera vez en décadas, ninguna clase de activos –incluidos los fondos monetarios– han conseguido obtener beneficios positivos en lo que va de año”, explican desde Edmond de Rothchild.

En esta línea, Olivier Blanchard, antiguo economista jefe del FMI, opina que el presidente de la Fed, Jerome Powell, tiene que llegar hasta el 5%. Por su parte, desde la gestora PIMCO esperan un precio del dinero en Estados Unidos del 4% para 2023.

David Page, jefe de análisis macro de la gestora de fondos AXA Investment Managers explica que “la Fed suavizará el ritmo de subidas en las próximas reuniones a 50 puntos básicos en septiembre, 25 puntos básicos en octubre y dejará los tipos sin cambios en el 3,25% en diciembre. Creemos que mantendrá los tipos en esos niveles durante la mayor parte de 2023”.

Para la eurozona, Martin Wolburg y Paolo Zanghieri, economistas senior en Generali Investments Partners, apuestan a que el BCE termine el año con tipos del 1,25%, algo menos que las expectativas del mercado que lo sitúan en el 1,5%. Por su parte, los analistas de Bankinter estiman que el tipo de depósito marcado por el BCE pueda alcanzar 1,25% a final de año y llegar a 1,75% en 2023. CaixaBank Research fija el tipo de refinanciación de la eurozona en el 1,25% para final de año y en el 1,75% para el próximo ejercicio.

Un empeño complicado para los bancos centrales que deberán tomar sus decisiones de acuerdo con la marcha de la economía y de sus principales variables. Todo queda abierto hasta septiembre con una expectativa de alta volatilidad en los mercados.

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