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La tribuna de fondos
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¡Dejémonos de profecías! Pronósticos no cumplidos en fondos y valores

En los últimos años se han vaticinado tendencias y previsiones en la industria de gestión que solo han generado ruido, sin llegar a materializarse

Este año, en el que casi todos los activos financieros caen –con pocas excepciones, como las materias primas, el dólar y la renta fija del Gobierno chino en su divisa local–, hay unos pocos fondos que sobresalen y, entre ellos, algunos españoles como Azvalor Internacional. En este caso, su buen comportamiento se debe a que el 90% de su cartera son compañías de energía y materias primas. La elevada exposición a esos sectores, que este año le hace destacar de manera espectacular, fue lo que provocó que se comportara relativamente mal los años anteriores.

Morningstar clasifica este fondo dentro de la categoría de renta variable global flexible por capitalización. Sin embargo, su cartera se desvía mucho respecto a la media y a la referencia de ese grupo, y no lo hace tanto por el tamaño de las compañías en las que invierte, sino por los sectores. Su composición sectorial difiere enormemente de la mayoría de los globales de capitalización flexible, donde la exposición media a los sectores de energía y materias primas es 10 veces menor. Sería, pues, más comparable a fondos de compañías ligadas a las materias primas, especialmente a la energía. Si se fijan en lo que han hecho fondos como el BGF World Energy y el JPM Global Natural Resources y la media de sus categorías, verán que el resultado de Azvalor Internacional ha sido más similar a estas clasificaciones sectoriales.

En la clasificación global de capitalización flexible, el fondo ha pasado del primer decil al último y viceversa de un año para otro. A los tres años de su lanzamiento, era un fondo cuatro estrellas, según Morningstar, gracias al buen comportamiento inicial de 2016, situándose entre el 2% de los mejores. Sin embargo, en 2018, cuando ya tenía ese primer rating cuantitativo, estuvo en el 3% peor. Este año está en el percentil 1, pero en 2020 estuvo en el 88. El fondo es uno de los más volátiles de su categoría frente a su rentabilidad media y aún más frente a la media de los demás.

Es difícil de encajar en ninguna categoría, al no estar constreñido. No tiene límites por sector, ni divisa. Aunque las materias primas han sido hasta ahora su mayor apuesta, nada le obliga a seguir ahí. Y no ha tenido siempre un 90% de materias primas: la proporción en sus inicios era menor. En el folleto, aparece como referencia la renta variable europea, pero no se limita a esa región.

Este ejemplo ilustra la dudosa utilidad de las estrellas o de la rentabilidad pasada para predecir el comportamiento futuro de un fondo, especialmente si no encaja en la clasificación. Pero ya hablé de las estrellas en una tribuna de 2017: Fijarse en las estrellas de un fondo no lo es todo.

Revisar los fondos que ganan este año me ha recordado las predicciones que entre 2015 y 2018 se hacían sobre las tendencias de la industria de gestión. El debate sobre la gestión pasiva y la activa alcanzaba su punto álgido a finales de 2018, tras un aciago último trimestre de los mercados, donde casi ningún fondo evitó caer. En el clímax de la controversia, algunos profetizaron que la gestión activa acabaría por desaparecer. En el otro lado, gestores emblemáticos como Paramés o Édouard Carmignac afirmaban que la concentración de patrimonio en la gestión pasiva estaba dejando enormes oportunidades para los gestores activos, que volverían a brillar. Una gran gestora, que tenía tanto pasiva como activa, acuñaba su particular presagio en un eslogan que conciliaba ambos extremos: La gestión activa será muy activa o no será. Estos augurios me inspiraron el artículo de enero de 2019 ¿Desaparecerá la gestión activa?, que terminé con mi vaticinio (que siempre existirá).

Así, 2019 trajo un maravilloso año para los mercados y 2020 nos dejó, además de virus, el desembarco masivo de tendencias que inundaron la industria de gestión de nuevas temáticas entre las que elegir. La decisión menos relevante era decidir si escoger un fondo que replica o uno que intenta batir. En 2021 la controversia entre pasivo o activo, que ya había perdido protagonismo con las nuevas tendencias, dio paso a la discusión entre crecimiento o valor.

La profecía del hundimiento de la gestión activa no se ha cumplido de momento, tampoco la de que solo sobrevivan los flexibles. Sigue habiendo muchos fondos cuyos límites de exposición harían difícil su clasificación como muy activos. Uno de los más vendidos es de la gestora que profetizaba su desaparición. Siempre hay algún fondo que resplandece cuando los mercados se oscurecen, pero algunas estrellas dejan de brillar. Otros vuelven a relucir cuando les quedan pocos partícipes que se puedan beneficiar, como le ha pasado a Nicolas Walewski en su European Opportunities, que este año logra empatar, cuando ya había perdido el 95% del patrimonio que llegó a administrar.

Finalmente, hablar de energía me ha recordado otro pronóstico que tampoco se ha cumplido todavía. En mayo del 2008 la prensa española sacaba en titulares la siguiente predicción: Goldman Sachs ve probable que el petróleo llegue a los 200 dólares. Desde que Goldman lanzó su vaticinio han pasado más de 14 años, y el petróleo está por debajo del máximo que tocó aquel año.

Si admite consejos, le diría que establezca una estrategia de inversión acorde a su plazo de inversión, no se deje influenciar demasiado por modas o profecías que podrían cumplirse o no, y no ponga demasiado patrimonio en un solo fondo de autor.

Marta Diaz-Bajo es directora de soluciones de inversión de Atl Capital

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