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Los efectos del embargo comercial a Rusia, sin contar la variable tiempo

Los Gobiernos y los agentes económicos deben encaminar sus decisiones a controlar la inflación para minimizar los daños a medio y largo plazo

CINCO DÍAS

Todos los expertos en macroeconomía han ensayado escenarios para calcular los efectos que tendría sobre la actividad, la inflación y el empleo el colapso económico de Rusia, la vuelta a una nueva guerra fría y globalización por bloques o el embargo comercial parcial o total de Europa al país invasor de Ucrania. El Banco de España hizo públicos el martes sus cálculos sobre los efectos del embargo energético y comercial a las exportaciones rusas, a raíz de la decisión europea de cortar las compras de petróleo ruso. El recorte en el crecimiento para la economía española oscilaría entre un 0,8% y un 1,4% del PIB a lo largo del primer año, que se iría incrementando en periodos sucesivos, pero ya con intensidad menor, dado que buena parte de la energía y otros productos se irían sustituyendo progresivamente con aprovisionamiento en otros mercados. La inflación, ya en tasas muy elevadas, tendría también un incremento de entre 0,8 y 1,7 puntos porcentuales durante el primer año, que se atenuaría posteriormente.

Calcular tales variaciones no es fácil, entre otras cuestiones, porque el elemento distorsionador es una guerra, sobre la que del calendario solo se conoce cuándo empieza, y de la que se desconoce la intensidad del conflicto y la posibilidad, nada desdeñable, de una extensión del teatro de operaciones. La motivación del conflicto va más allá de una discrepancia territorial y la vehemencia del invasor y la resistencia del ocupado puede cronificar la lucha por años, lo que deja todos los cálculos económicos en papel mojado. Para tal posibilidad no hay aún una estimación del coste para las economías europeas, pero no es en absoluto arriesgado considerar que entrarían en un invierno prolongado que lastraría a toda una generación.

Además de haber convertido la energía en un arma de guerra por ambas partes, que la utilizan como elemento de presión indistintamente, Rusia para paralizar la industria europea y Europa para frenar los flujos financieros hacia Moscú que financian la guerra sin quererlo, la escalada empieza a afectar al resto del comercio y terminará por configurar un nuevo mapa de intercambios de bienes en el planeta, y una aceleración en el tránsito hacia la generación renovable. Pero entre tanto, la iniciativa diplomática para frenar el conflicto parece haber desaparecido, y con el asunto enquistado, la evolución de la economía saltará las previsiones más pesimistas de actividad e inflación, a la vez que las herramientas de los bancos centrales para reanimar una variable y maniatar la otra son cada vez menos potentes. En tales circunstancias, los Gobiernos y los agentes económicos, por limitada que sea su capacidad de acción, deben encaminar sus decisiones a controlar la inflación para minimizar los daños a medio y largo plazo.

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