Las cuatro burbujas que crearon los tipos cero
El dinero barato provocó una entrada masiva de dinero en activos de dudosa viabilidad
El economista Fernando Trías de Bes escribió en 2009 el libro El Hombre que Cambió su Casa por un Tulipán, en el que describe cómo se produjeron algunas de las burbujas financieras más famosas de la Historia. En el epílogo, trataba de augurar cómo sería la próxima burbuja: “ocurrirá en un lugar próspero, tras una época de crecimiento [...]. Los medios de comunicación hablarán de una nueva era. Se prestará dinero abundante a un tipo de interés bajo. [...] Habrá complejidad. Los precios subirán hasta niveles estratosféricos...”.
Esta visión se ha cumplido en mayor o menor medida con varios activos, después de un larguísimo periodo de dinero barato. Tras la Gran Recesión de 2008 y luego con la pandemia de 2020, los bancos centrales han tenido que desplegar las políticas monetarias más expansivas que se habían registrado nunca.
Iván Martín, presidente y gestor de fondos de la firma Magallanes Value (con 2.000 millones de activos bajo gestión) explica cómo en los últimos años “parece que todos los compradores se han concentrado en una parte del mercado, la Bolsa americana, las empresas tecnológicas con poco o nulo beneficio, los bonos...”.
Pero el experimento de la década de los tipos cero ha acabado sacando de su lámpara al genio de la inflación (en niveles récord de hace 40 años), lo que ha hecho que los bancos centrales empiecen a subir tipos y se enciendan las luces de la discoteca, mostrando algunas vergüenzas.
El activo donde más evidente ha sido esa supuesta “complejidad”, de la que hablaba Trías de Bes, y esos precios estratosféricos, son las criptomonedas. Un tipo de inversión no regulada que atrajo a millones de personas de todo el mundo. En cinco años el dinero en activos digitales pasó de 15.000 millones a rozar los tres billones de dólares. Pero en 2022 casi todas las monedas virtuales han caído más de un 50%.
La burbuja de los criptoactivos se terminó de inflar durante la pandemia, con media humanidad confinada. Lo mismo pasó con otros activos. Los ahorros embolsados durante meses buscaban dónde invertir, y encontraron destino en las llamadas acciones meme (que se compraban porque un grupo de usuarios de foros de internet se coordinaban para ponerlas de moda), o en las acciones tecnológicas como Zoom, que se dispararon cuando parecía que el teletrabajo iba a durar para siempre. Por último, las llamadas empresas con propósito especial de compra (SPAC, en inglés) atrajeron dinero de forma masiva, sin saber si quiera para qué se iba a dedicar, y están también pagando ahora los excesos.
1. Acciones pandémicas: cuando parecía que ya no se volvería a salir de casa
En enero de 2020 casi nadie había oído hablar del coronavirus. Tampoco de Zoom, una empresa especializada en prestar servicios de videoconferencias. Luego, pasó lo que pasó, y en marzo la mitad de la humanidad estaba confinada. La necesidad de utilizar aplicaciones de vídeo para poder trabajar o estudiar se volvió acuciante y las acciones de Zoom multiplicaron casi por 10 su valor en unos pocos meses. La compañía llegó a valer cerca de 140.000 millones de dólares. Cierto que llegó a ganar casi 1.000 millones de dólares ese año, pero la valoración de la firma llegó a cotizar a 750 veces beneficio.
La obligación de permanecer en casa durante semanas, o de limitar las actividades sociales (viajes, restaurantes, cines...) durante meses, llevaron a algunas compañías vinculadas al ocio doméstico, las compras online y las entregas a domicilio a disparar sus cotizaciones. Se habló de cambios de paradigma en el consumo, de aceleración en la digitalización. Y sí. Pero no tanto.
Un gigante como Amazon se revalorizó casi un 80% en 2020, convirtiendo a su fundador, Jeff Bezos, en el hombre más rico del mundo. La compañía de tarjetas gráficas Nvidia (un proveedor básico para todas las consolas de videojuegos), duplicó su valor bursátil. Netflix se revalorizó un 67%. En 2022 todas estas compañías sufren desplomes del 40%, o incluso superiores.
Uno de los símbolos de esta burbuja de las compañías “pandémicas” es Peloton, una empresa que vendía bicicletas estáticas, para hacer ejercicio en casa, pero con el gancho de contar con un monitor, conectado a internet, para personalizar más los entrenamientos y hacerlos más entretenidos. Ciertamente, las ventas se dispararon por el Covid. Y con ellas, el valor de las acciones, que subieron un 434% en 2020. Sin embargo, la compañía no ha llegado a vender tantas bicicletas como se esperaba y las acciones llevan meses desinflándose. Peloton, que logró entrar en beneficios en 2020, ha vuelto a los números rojos. Entre enero y marzo de 2022 perdió 757 millones de dólares.
También ha habido desplomes brutales en algunas compañías europeas. Es el caso de la alemana Hello Fresh, que envía a domicilio cajas de alimentos crudos, con recetas para cocinarlos. En 2020, con las familias encerradas, causó furor y comenzó su expansión internacional, pero en los últimos meses ha perdido la mitad de su valor bursátil.
2. Las ‘meme stocks’: foreros que lograron desafíar a Wall Street
Otro caso de comportamiento irracional del mercado ocurrió con la denominada “revuelta de los foreros” o el “caso Gamestop”. La historia comenzó a finales de 2020, cuando un grupo de pequeños inversores se coordinaron a través de foros de Internet (de la página Reddit) para comprar algunas acciones que habían caído en el olvido. Uno de sus valores predilectos fue Gamestop, una compañía de tiendas de videjuegos, cuyos títulos llevaban años de capa caída. A mediados de 2020 sus acciones se pagaban a 4 dólares. Pero entonces empezó el desembarco de los inversores minoristas coordinados. Para final de año ya valían 16 dólares. En enero de 2021 valían 350 dólares.
Esta inversión les enfrentó a algunos fondos especializados de Wall Street, que llevaban meses apostando por la quiebra de Gamestop. La revalorización estratosférica les hizo perder cientos de millones de dólares. En estos movimientos fueron claves brókers como Robinhood, que permitían hacer compraventa de acciones de forma gratuita (a cambio, vendían información de las operaciones a otros agentes del mercado).
Para los foreros comprar Gamestop era una reivindicación casi nostálgica. Por eso también apostaron por otros negocios supuestamente obsoletos, como la cadena de cines AMC o el fabricante de móviles Blackberry, que también vieron cómo se disparaban sus acciones.
Este tipo de compañías se denominaron “acciones meme” (meme stocks, en inglés) porque la estrategia inversora no estaba tanto basada en un análisis detallado de cada firma, sino en un efecto imitación, que acababa disparando el precio de las acciones señaladas por los foreros. Elon Musk, el dueño de Tesla y siempre juguetón en las redes sociales, también contribuyó a calentar algunos de estos valores.
Pero esta historia de David contra Goliath, de la nostalgia frente a la realidad, no acabó tan bien para los entusiastas foreros. O al menos no tan bien como esperaban.
La firma Roundhill decidió crear un índice que reunía a las meme stock más populares. Además de Gamestop, AMC o Blackberry, también incluyó al bróker Robinhood, al fabricante de coches eléctricos Rivian o el bróker de criptomonedas Coinbase. En sus seis meses de vida, el índice acumula un desplome del 65%, muy superior a los índices generales de la Bolsa de Estados Unidos.
3. SPAC: las cajas negras que mutaron a cajas de Pandora
Las special purpose acquisition company, SPAC, son vehículos de inversión a través de los cuales se recaudan fondos, que salen a cotizar, como una carcasa vacía, y en los que sus directivos se encargan de comprar compañías no cotizadas. Digamos que es una forma acelerada y poco ortodoxa de que una empresa pueda debutar en Bolsa, una suerte de capital riesgo para particulares. La figura surgió en Estados Unidos en los años 90, pero fue en 2020 y 2021 cuando vivió una auténtica eclosión.
Tal y como predecía Fernando Trías de Bes sobre cómo sería la nueva burbuja, el exceso de ahorro, el dinero barato y unas ciertas ínfulas de sofisticación financiera fueron el cóctel perfecto para que las SPAC se convirtieran en el vehículo financiero de moda de los últimos años. Deportistas, actores, exdirectivos... ponían su nombre para atraer inversores, con la promesa de que los gestores de la SPAC acabarían encontrando grandes oportunidades de inversión. Llegó tanto dinero en tan poco tiempo que hasta el supervisor financiero estadounidense, la SEC, tuvo que emitir advertencias recordando que no eran un vehículo apto para todos los públicos y que el hecho de tener una cara conocida promocionándolo no garantizaba el éxito de la inversión. Hace unas semanas, la SEC propuso una regulación más estricta, que obligue a los promotores de las mismas a dar más detalles y aclarar los posibles conflictos de interés en los que pueden incurrir.
A finales de 2021, había 236 compañías cotizadas surgidas de una SPAC que estaban cotizando por debajo de sus máximos. 134 de ellas perdían más del 50%. Y algunas como Hycroft Mining Company se desfondaban más de un 90%. En lo que va de 2022, el índice que agrupa la evolución bursátil de las SPAC ha caído otro 20%. El desplome desde máximos roza el 70%.
Según distintos informes, las salidas a Bolsa de SPAC superaron las 600, con más de 140.000 millones de dólares captados, durante 2020 y 2021. Ante el endurecimiento de la regulación y el evidente colapso bursátil de muchos de estos vehículos, son varios los bancos de inversión de Wall Street que han anunciado que van a empezar a retirarse del negocio. En el último mes, tanto Citi como Goldman Sachs han optado por dar un paso atrás y alejarse de estas empresas del cheque en blanco.
4. Criptodivisas: el colapso del último activo de moda
La burbuja de los criptoactivos pasará a la historia financiera como la primera burbuja puramente global. El bitcóin nació en 2010, pero durante años languideció como una iniciativa solo respaldada por un puñado de amantes de la criptografía. Fue en 2017 cuando comenzó a coger vuelo y los bitcóin llegaron a valer 20.000 dólares. Entonces surgieron como setas otros proyectos de monedas virtuales, como BNB (de Binance), Ripple... Entre 2018 y 2020 se lanzaron 3.000 nuevas criptomonedas. Y solo en 2021 otras 6.000. Si en 2016 el valor total del dinero invertido en esta nueva clase de activos era de 15.000 millones de euros, a finales de 2021 rozaba los tres billones de dólares.
Alrededor de los criptoactivos comenzó a surgir toda una industria auxiliar. Fondos de capital riesgo domiliados en Luxemburgo, Gibraltar o Malta, que invertían en criptodivisas; plataformas de negociación y almacenamiento, como Coinbase, que llegó a salir a Bolsa gracias a sus suculentos ingresos; centros de datos en Estados Unidos y Canadá, dedicados a alquilar su capacidad a mineros de bitcóins, que se dedican a descifrar códigos para obtener nuevas monedas; e incluso fondos cotizados (ETF, por sus siglas en inglés), que replican la evolución de los activos virtuales más populares...
Pero el furor no se quedó ahí. En 2021 se dio un paso más allá, con la irrupción los objetos únicos no fungibles (NFT, en sus siglas en inglés), activos digitales que pueden ser desde piezas de arte exclusivas, hasta inversiones inmobiliarias en mundos virtuales. Por ejemplo, el primer mensaje que se publicó en la red social Twitter fue vendido como un NFT hace un año, por casi tres millones de dólares. Ahora, el inversor que lo compró ha intentado venderlo y no le ofrecen ni un 1% del precio que pagó. Todo un ejemplo de pompa de jabón que explota.
En las criptomonedas convencionales, las correcciones están siendo muy fuertes. En cuanto la Fed puso fin al dinero barato, la cotización del bitcóin, Ethereum o Cardano se ha desplomado más de un 50%. Uno de los últimos catalizadores del desplome ha sido el cuestionamiento de las supuestas monedas estables, que teóricamente tienen una paridad fija con el dólar y otras divisas fuertes. Con lo sucedido estos días con la stablecoin terraUST y luna, se ha visto que esa garantía era más virtual que real y la oleada de ventas de criptoactivos se ha agudizado.