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El Foco
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El valor insustituible de la educación y de la historia

La reforma educativa no contempla el estudio del pasado con el rigor suficiente, menos aún la historia antigua o incluso la moderna o medieval

La sociedad que ignora su pasado está coja. Es más débil. El no saber el por qué, el origen, las circunstancias de un pasado evocan pobreza y languidez intelectual. Lo tecnológico reina, ya no es la inteligencia humana, sino la artificial la reina de debates, de discursos y epicentros. La nueva modernidad sintiente y que lo rescribe todo algorítmicamente, con y sin sesgos. Robots y algoritmia el nuevo Sísifo intrahistórico pero sin el legado humano e histórico de pueblos, sociedades, naciones, estados, imperios, con todos sus defectos y virtudes. Somos lo que somos porque hemos sido modelados por un pasado que no vivimos pero que generación tras generación, en ese adn trasmisivo de culturas, costumbres, lenguas, tradiciones, -arcilla pura-, nos ha configurado en lo que hoy somos. Aprendiendo del pasado, de lo malo y de lo menos malo, de lo bueno y de los menos bueno.

Simplismo, relativización absoluta, vaciamiento atroz de las humanidades. Del ser, del sentimiento, de la cultura, del depósito generacional y del legado de nuestros antepasados. Fuimos nación, lo seguimos siendo, pero configuramos el primer estado nación de la edad moderna. Con sus aciertos y fracasos. Fuimos imperio, un Carlos, nacido el día de San Matías y muerto el día de San Mateo, alboreando el 1500 y terminando el 1558. Lo aprendí en la EGB en el Real Colegio de los Escolapios de Monforte de Lemos. 1527 fecha de nacimiento del segundo de los Felipes e hijo de Carlos e Isabel de Portugal, nemotécnicamente, como me enseñó en ese mismo colegio uno de los hombres más sabio que he conocido, el Padre Esteban Martínez, la temperatura a la que funde el hierro. Eso se aprendía en colegiales machadianos.

Hoy la historia no es contemplada en los planes de estudio con el rigor de otrora. Menos la historia antigua, ni siquiera la medieval o la moderna. Lo contemporánea acaba en la esquina contigua.

Hubo un tiempo en este país, tiempo no muy lejano, donde la educación se cimentaba en el conocimiento, el aprendizaje, el esfuerzo, el rigor, la seriedad, la ilusión y el sacrificio de miles de maestros mal pagados y a veces a los que no se les reconocía aquella labor. Hubo un tiempo donde acceder a la cultura y la educación no era fácil. Pero donde la historia, la lengua, la literatura, la filosofía, las ciencias naturales, la matemática, los valores eran el nervio. Un tiempo donde valores, civismo y educación iban de la mano. Donde la formación era integral, generalista y profunda a la vez. Conviene no olvidarlo en la era de la tecnología. Tiempos donde los niños solo recitaban la lista de los reyes godos, sabía de guerras, de treinta años y de cien, no solo de una guerra civil de hace ochenta años, la cuarta en dos siglos, tras un terrible siglo XIX. Un tiempo en blanco y negro, de pupitres carcomidos por los años, con tintero y plumillas y apenas libros, donde el profesor, el maestro, era algo más que un mero maestro.

“Querido señor Germain: Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. … la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido. Lo abrazo con todas mis fuerzas. Albert Camus”

Estas son las palabras que escribió días después de conocer la noticia de haber sido galardonado con el Nobel de Literatura Albert Camus. Lo escribió a su maestro, su profesor de primaria.

Hace poco más de un mes la Universidad Pontificia Comillas invistió como Dr. Honoris Causa a Nuccio Ordine, uno de los grandes intelectuales europeos. El humanismo, solo tiene una patria, el mundo entero. Pocas veces en mi vida académica he escuchado un discurso más bello, profundo, limpio, vibrante, apasionante donde se reivindica el papel de la educación, el valor, la palabra, el humanismo, el arte, la literatura, la música.

Ordine es un genio con una obra escrita y publicada en una treintena de idiomas. Uno de los mayores eruditos en la vida y obra de Giordano Bruno, reducido a cenizas en Campo de Fiori y cuya sombría y misteriosa estatua impresiona a quién visita Roma.

La hondura de su discurso únicamente comparable a la frescura de su palabra, el acierto, el foco y el enfoque, han sido soberbios. Un aldabonazo que resuena a veces en las cajas vacías de silencios y donde todo sigue una partitura económica y sus dictados. Teorías económicas, algunas que han impuesto sus principios también en el mundo de la educación. Añadió: “Querría empezar hablando de la educación. Por desgracia, asistimos en silencio, desde hace décadas, a la degradación de la educación. No faltan profesores y estudiantes que, por distintas razones, han expresado y expresan el malestar de quienes viven la realidad de escuelas y universidades que hace tiempo perdieron su función esencial: formar ciudadanos cultos, solidarios, dotados de sentido crítico y con una auténtica conciencia civil.”

Se puede decir de otra manera, pero no más claro. “Más allá de las buenas intenciones, me parece evidente que las escuelas y universidades se ven obligadas a trabajar exclusivamente para obtener buenas clasificaciones. Sin «resultados» no hay financiación. En otras palabras: los que no aceptan los criterios están condenados a sucumbir. El sistema que mide no se limita a medir.”

Inteligencia, valentía, fortaleza de ideas y convicciones, simpatía y generosidad a raudales bien aderezadas de la humildad que solo los grandes atesoran.

Abel Veiga es Profesor y decano de la Facultad de Derecho de Comillas Icade

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