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Antonio Colino: “La tecnología es la que cambia la cultura”

El presidente de los ingenieros defiende que el mundo actual no sería posible sin esta rama del conocimiento. También avisa de la falta de estudiantes de carreras técnicas difíciles

Manuel Casamayón

Habla con absoluta pasión de un mundo al que le ha dedicado toda su vida. El presidente de la Real Academia de Ingeniería, Antonio Colino (Madrid, 1946), se ha fijado como objetivo transmitir el papel de este área del conocimiento en el día a día de la sociedad. Un propósito que le viene de familia, ya que su padre, Antonio Colino López, participó en ello por partida doble, en la Real Academia de Ciencias y en la Real Academia Española. Dos ámbitos que, asegura, tienen mucho que ver.

R. ¿Cuál es la razón de ser de la Real Academia de Ingeniería (RAI)?
R. Tiene varias misiones, la fundamental es aplicar los avances científicos y tecnológicos para el bienestar de la sociedad. Eso es la ingeniería: aplicar el conocimiento para que sea útil para la sociedad. La investigación básica no se aplica, pero la ingeniería hace aparatos que puede usar la sociedad en general. La ciencia básica no se puede vender en las tiendas. La RAI somos la cúspide de toda la ingeniería en España. Aquí estamos 50 académicos de todas las ramas.
R. ¿Es consciente la población de la utilidad de la ingeniería?
R. Desde que uno se levanta hasta que se acuesta, incluso mientras está durmiendo, está rodeado de ingeniería. Detrás de un acto tan cotidiano como encender el interruptor hay miles de ingenieros: desde los que han desarrollado centrales de carbón a los que se ocupan de las energías renovables. Calentar la leche requiere un microondas, que han hecho ingenieros, pero es que la leche también es responsabilidad de los ingenieros agrónomos. La cuestión es que lo tenemos tan fácil que no nos damos cuenta de todo el trabajo que hay detrás. Vamos a tener un problema porque cada vez tenemos menos estudiantes de carreras técnicas difíciles.
R. Parece que el problema es especialmente patente en el caso de las mujeres.
R. El porcentaje de mujeres estudiando carreras técnicas disminuye más rápido que el de los hombres. Hace años que el 35% de estudiantes de ingeniería en España eran mujeres, pero está bajando por debajo del 25%. Hay escuelas en las que no llegan al 10%. La sociedad está renunciando a la mitad de la población. Esto nos va a hacer perder la soberanía y la independencia. India y China producen millones de ingenieros cada año; Europa, cada vez menos.
R. ¿A qué achaca la baja presencia femenina?
R. Hay carreras, como Farmacia o Medicina, en la que hay muchas chicas, y eso que son carreras técnicas; pero cuanto más nos alejamos del término “bío”, menos mujeres encontramos. A ellas les llama más la atención la relación y el cuidado de la sociedad, pero no hay que olvidar que en un hospital te miran en un aparato de rayos X, un TAC, una resonancia magnética... Todo eso lo han diseñado técnicos e ingenieros. Las chicas tienen que ver que pueden contribuir también de esa manera.
R. Las empresas lamentan esta falta de perfiles técnicos, ¿cómo se reduce esta brecha?
R. La relación entre empresa y universidad tiene que ser íntima. Necesitamos mucha más cercanía. Los profesores de la universidad tenían que estar algún tiempo en la empresa y los directivos deberían dedicar tiempo a la universidad, dando clases. Hay empresas que dicen que los ingenieros no salen formados en lo que quieren las empresas, yo les diría que fueran a las universidades y le dijeran al rector qué quieren que sepan. Para eso tendría que haber un contacto más estrecho entre la universidad y la empresa. Lo hay, pero no acaba de dar frutos.
R. Uno de los desafíos que siempre va de la mano de los avances técnicos es la ética. ¿Se tiene en cuenta desde la ingeniería?
R. No, la ingeniería lo hace, luego ya cada uno lo puede usar de maneras distintas. Es como con las armas: un cuchillo todos lo usamos para cortar la carne, pero también se puede usar para matar al vecino. Los radares no se hicieron para detectar los aviones del puente aéreo Madrid- Barcelona, sino para detectar los aviones de los aliados o de los alemanes. Eso no depende de la ingeniería, sino de la sociedad.
R. ¿Cómo se da esta evolución?
R. La técnica es la que cambia la cultura. La nuestra es diferente a la de los griegos y los romanos; aunque vengamos de ahí, hemos evolucionado mucho. En España hablamos de nuestros escritores, pero nadie sabe que el canal de Panamá lo han hecho ingenieros españoles, que el AVE a La Meca lo hacen ingenieros españoles.... Formamos la cultura de los países. Nuestra cultura con móvil y sin móvil es distinta. Hace cien años la gente no iba más allá de 10 kilómetros de su pueblo: nacía, crecía, se reproducía y moría en el mismo sitio. Hoy en día todo el mundo ha ido a la Patagonia, a Siberia... Eso es porque tenemos aviones y barcos.
R. Su padre fue académico de la RAE y de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. ¿Cómo influye el lenguaje en la ingeniería?
R. Muchas de las palabras que usamos hace unos años no existían. Es la ingeniería la que las ha creado: televisión, radio, radar, wasap... Todo eso son inventos de la ingeniería, pero tan extendidos que parece que siempre han estado aquí. Pero alguien que hubiera nacido en el siglo pasado no nos entendería. El país que tenga una tecnología más avanzada es el que impone las palabras y los nombres. Estamos trabajando para que el español pueda ser un idioma también de ciencia y tecnología, para que nuestros técnicos puedan publicar en español sin tener que traducir al inglés para que se lo publiquen revistas sajonas. En España el lenguaje es el 16% del PIB, más que el turismo. Todo trabaja con el idioma: la televisión, las editoriales, el teatro, las universidades...

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