Alternativas de renta fija ante la pérdida segura de los bonos soberanos
Están en la deuda híbrida corporativa, los bonos de empresas cíclicas, algunas dosis de emergentes y en apostar por el cobro del cupón del activo y no por la evolución de su precio
Cabe suponer que los inversores que han invertido en renta fija se han enterado por fin el pasado año que el apellido “fija” es bien engañoso. Con recientes datos de Inverco, los fondos de renta fija a largo plazo perdieron de media el 0,46% de su valor y los de corto plazo el 0,24%. Igualmente los indicadores que miden la evolución de estos activos entraron en negativo. Las tantas veces anunciadas pérdidas llegaron y para este año se espera otro movimiento bajista de los precios de los bonos debido al alza de los rendimientos, que rebaja el valor de estos activos para adecuarlo a la nueva realidad de los tipos.
Estos primeros días de 2022 han confirmado la expectativa de un precio del dinero más caro en EE UU y el mercado aguarda ya que la Fed suba este año los tipos al menos tres veces, la primera de ellas en marzo. Como indican desde Goldman Sachs, tanto los bonos estadounidenses a diez años (1,73%) como los alemanes a igual plazo se encuentran en este arranque de año en su nivel más alto (-0,07%) en el ciclo pospandemia. La inflación desbocada está acelerando la retirada de estímulos monetarios y el alza de rentabilidad de los bonos soberanos.
Gabriel Pañeda, director de renta fija de Mutuactivos, indica que “2022 va a suponer un buen desafío en renta fija ya que no existen oportunidades claras de inversión en este segmento. Con los tipos de interés al alza y los diferenciales de crédito en mínimos es difícil encontrar valor”, indica. Una situación que lleva a los expertos consultados a marcar tres estrategias: evitar los bonos de larga duración –más sensibles al alza de tipos–, contar con liquidez suficiente para aprovechar las oportunidades que se presenten y ser conscientes de que la ganancia vendrá más por el cupón que por la variación en el mercado en el precio del bono.
Ignasi Viladesau, director de inversiones de MyInvestor, refuerza esta idea: “En 2022 la estrategia más adecuada será la generación de ingresos recurrentes más que de apreciación del precio de los bonos, y evitar o navegar los periodos de volatilidad, que serán más frecuentes”, explica.
En general, la deuda pública sobre todo a largo plazo está descartada dadas sus bajas rentabilidades y riesgos de depreciación. Aunque hay excepciones como la de Goldman Sachs, que explica en un reciente informe que la “debilidad de los bonos soberanos europeos está fuera de lugar y adelanta una política del BCE demasiado agresiva cuando en nuestra opinión es poco probable que el BCE suba los tipos hasta 2024”. Por ello, están sobreponderados en esta deuda, así como en la australiana, e infraponderados en la deuda soberana estadounidense y británica.
Pese a las dificultades, el responsable de renta fija de Mutuactivos hace su apuesta para este año: “Nos gustan los bonos híbridos corporativos. Creemos que estos activos ofrecen una prima de riesgo interesante en relación con la deuda sénior. Aunque los híbridos son instrumentos subordinados y en caso de impago la pérdida esperada es mucho mayor que en la deuda sénior, la probabilidad de impago es la misma en ambos casos”, concluye.
Rafael Valera, CEO y gestor de renta fija en la gestora Buy & Hold, desciende al terreno de los sectores más atractivos y apuesta por los bonos de los valores cíclicos, “lo que sería el equivalente al value en renta variable”, con emisiones de empresas como Sacyr, Merlin y Cellnex en España, o la portuguesa Mota Engil o la sudafricana Tullow Oil. Compañías que para este gestor son interesantes por su capacidad de pago y diferenciales positivos. Respecto a la deuda subordinada, indica que ya ha tenido un recorrido brutal. Hace dos años suponía el 30% de su cartera y ahora pesa menos del 10%. “Hay que buscar otras oportunidades”, señala.
Ignasi Viladesau apuesta en este recién estrenado 2022 por la renta corporativa a corto plazo –menos de dos años–, “ya que captura rápidamente los cambios de tipos de interés sin sufrir grandes pérdidas. La deuda a corto también debería resistir bien una ralentización paulatina de la economía, puesto que muchas empresas tienen posiciones de caja y balances relativamente saneados”, explica.
Su otra apuesta clara son los bonos subordinados ya que “los de bancos y otras entidades financieras pueden ser una buena herramienta de generación de ingresos recurrentes con menos vientos de frente macroeconómicos que el universo high yield. Añade que los bonos subordinados financieros deberían beneficiarse de un entorno a corto plazo de tipos más elevados, dado que sus emisores también ganan de ese entorno”.
Los inversores de Bolsa también tendrán que hacer un seguimiento del mercado de bonos. Con la prevista subida de los tipos, las valoraciones de las acciones se ajustarán, lo que supondrá un PER más exigente.
Cautela con emergentes y ‘high yield’
Riesgo. El dinero está entrando con fuerza al mercado de bonos de alto rendimiento (high yield) en Estados Unidos, con tasas de impago muy reducidas y atractivas rentabilidades. Pero el director de inversiones de MyInvestor pide cautela porque “los diferenciales high yield se comprimieron notablemente a lo largo de 2021 y los sectores que componen este mercado están más expuestos a una ralentización de la economía”.
Dólar. Las economías emergentes ya han vivido el pasado año subidas de tipos. Desde Goldman Sachs apuntan a que algunas se encuentran ya cerca del fin en ese recorrido y son selectivos con estos mercados por la esperada debilidad de sus monedas frente al dólar. Una clave será la propia capacidad de autofinanciación de cada economía emergente. Para Ignasi Viladesau, en un entorno de tipos de interés más elevados en el mundo desarrollado, los emergentes pueden sufrir salidas de capital repentinas y las subidas de tipos castigan el crecimiento económico y la sostenibilidad de la deuda. Eso sí, recomienda “una pequeña exposición a bonos emergentes en divisa fuerte para generar ingresos recurrentes en la cartera”. Una rentabilidad extra que puede marcar la diferencia.