La innovación, veneno y antídoto de la evolución humana
La capacidad de comunicar y transmitir conocimientos es el motor del desarrollo tecnológico Ignorar los sesgos de las aplicaciones conduce a una sociedad más polarizada
Desde la primera piedra y el descubrimiento del fuego hasta la actualidad, la evolución humana ha estado ligada a la tecnología. Así de tajante inició la presidenta de HP para el sur de Europa, Helena Herrero, su intervención en el congreso Reset, organizado esta semana por la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD).
Le dio la razón María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana: “La tecnología es una evolución exponencial”. Pero llegó la pandemia y los humanos, que siempre habían estado convencidos de su fortaleza, fueron conscientes de su vulnerabilidad. Vivir en comunidades muy densas y la domesticación animal son dos factores necesarios para la propagación de las infecciones. “Nuestro éxito evolutivo es un caramelo envenenado”, reconoció la científica. Ese tóxico, sin embargo, incluye su propio antídoto: “La comunidad es la solución también para combatir los problemas de nuestra propia civilización”.
La pandemia ha demostrado que la sociedad no es la suma de los individuos que la integran, sino combinar las diferentes capacidades de cada uno en un mismo cerebro. “No triunfan los individuos más fuertes, sino los que tienes más arropo, ya sea en forma de medicinas, de consejos, de amigos, de dinero... El más débil ya no es el más enfermo, sino el que está más solo”, continuó Martinón-Torres. El Homo sapiens es una especie que no tiene que aprender de cero, sino que puede comunicar y transmitir conocimientos. De la misma forma que la imprenta ayudó a la difusión de ideas de manera más extensa, comentó Herrero, la tecnología de los últimos años ha contribuido a potenciar las comunicaciones de forma exponencial. Un ejemplo de ello es el propio congreso, que se celebró en streaming para llegar a un público mayor.
Al igual que sucede con el cerebro humano, “tecnologías como la inteligencia artificial o el internet de las cosas y, sobre todo, la combinación de todas ellas al mismo tiempo, lo que nos está permitiendo desarrollarnos”, comparó la portavoz de HP. En relación a las críticas que reciben estas herramientas, la directiva parafraseó a la científica Marie Curie: “El mundo no tiene que ser temido, sino entendido”. Una máxima que interpela directamente a los algoritmos y pasa porque sus desarrolladores asuman también su responsabilidad: “Son las personas las que crean e implantan la tecnología. No deben eludir nunca esta responsabilidad”.
Así, la experta hizo hincapié en que la tecnología no es necesariamente mala, pero que a sus respuestas se les debe aplicar el pensamiento crítico, pues no están libres de sesgos y quien la construye puede tener intenciones ocultas. “Todos confiamos en que la tecnología está diseñada de manera neutra, pero no tiene por qué ser así. Mi principal recomendación es tener conciencia de ello, asumir que todos –empresas, Gobiernos y ciudadanos– tenemos una responsabilidad ética”, insistió Herrero.
Un ejemplo es la herramienta Compas en EE UU, que debía medir el riesgo de reincidencia de los presos y, en función de ello, ayudar a los jueces a determinar si los acusados podían quedar en libertad o debían permanecer en la cárcel. Se presuponía una mayor objetividad en este sistema porque se confía excesivamente en el criterio de las máquinas, pero lo que se vio es que el algoritmo tenía sesgos y discriminaba a determinadas minorías. Tampoco las cosas más sencillas –y aparentemente inofensivas– escapan de ello: una búsqueda cualquiera en internet es suficiente para observar que lo que se recibe está condicionado por lo que se ha estado alimentando anteriormente. “Ignorar esto puede llevar a la polarización, a la difusión de fake news y a tomar decisiones que no son las que se debería elegir”, alertó la directiva.
Esta es, precisamente, una de las áreas en las que Europa puede diferenciarse: “Hemos sido el lugar en el que todo el mundo quería vivir porque teníamos un sentido del bienestar, y este tiene mucho que ver con esto, con entender las nuevas reglas del juego y el papel a los humanos en relación a la tecnología”, concluyó Herrero. Los valores de una sociedad tienen un gran papel que desempeñar en este contexto.
Una cuestión que, para Martinón-Torres, quedó retratada, una vez más, con la pandemia, especialmente cuando el triaje para decidir quién era prescindible y quién no se cebó especialmente con los más mayores. “Quienes defendían esto no tuvieron nada en cuenta nuestra propia historia evolutiva, pues a pesar de que este sector de la población no está directamente relacionado con la reproducción, es fundamental para reducir la mortalidad infantil y juvenil. Hay sociedades en las que por el hecho de tener o no una abuela viva puede generar diferencias de hasta un 40% en la tasa de mortalidad infantil y juvenil”, aseguró la experta. Además, es clave para la transmisión de conocimientos. “El éxito de nuestra especie se debe a la capacidad de solapamiento generacional”, insistió. Un debate que, finalmente, se superó de manera satisfactoria al optar por vacunar a los mayores de forma prioritaria.
Pero esta disyuntiva no se ha limitado a los ciudadanos, sino que también ha saltado al ámbito corporativo. “La sociedad ha exigido a las empresas que se impliquen. Lo que nos ayudará a enfrentarnos a ello son nuestros valores, aquellos sobre los que se sustenta la sociedad democrática y que nos han permitido llegar a donde nos encontramos hoy”, expuso Fernando Ruiz, presidente de Deloitte.
Las compañías han comprendido que tienen una responsabilidad que va más allá de los accionistas e implica a todos los grupos de interés. “Una de las cosas que más ha cambiado la pandemia es la forma de entender el liderazgo, ahora es mucho más personal, más humanista”, aseguró la socia de Talengo Krista Walochik. Un movimiento impulsado por el llamado capitalismo social, que ha tomado fuerza en los últimos tres años, según la experta, y que pasa porque las empresas pierdan el miedo a implicarse en el activismo. “Las compañías alineadas con la sostenibilidad son más rentables y perduran más en el tiempo”, recordó.