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Volverse verde es de todo menos fácil, diga lo que diga Johnson

La inversión en renovables es muy intensiva en energía, y eso aumentará la demanda de petróleo a corto plazo

Boris Johnson, primer ministro de Reino Unido, el 22 de septiembre pasado ante la asamblea general de la ONU, en Nueva York.
Boris Johnson, primer ministro de Reino Unido, el 22 de septiembre pasado ante la asamblea general de la ONU, en Nueva York.getty images

Boris Johnson ha dicho ante la ONU: “Quiero que sepan que la rana Gustavo erraba al cantar No es fácil ser verde”. Quizá un primer ministro británico no había dicho nada tan espectacularmente inoportuno desde que Chamberlain regresó de Múnich en 1938 declarando “la paz en nuestro tiempo”. Al menos pasó un año antes de que entrara en guerra. Pocos días después de los comentarios de Johnson, los problemas energéticos afloraban en todo el mundo. La crisis lo cambia todo. No en vano, hará que el coste de ser ecológico sea mucho más complicado.

Ya antes de la pandemia, la producción de energía no podía satisfacer la demanda. El shale de EE UU estaba en declive. Durante el Gran Confinamiento, la demanda se desplomó, y la falta de instalaciones de almacenamiento hizo que el petróleo entrara en negativo. Los productores redujeron la inversión un 30% en 2020. El gasto de capital mundial en petróleo y gas upstream ha caído de casi 800.000 millones de dólares en 2013 a menos de 350.000. Los principales productores de petróleo shale, Chesapeake y Whiting, han quebrado. Los supervivientes están jugando a lo seguro. El número de plataformas petrolíferas en la cuenca del Pérmico ha caído a la mitad de 2019. Fuera de EE UU, también está en torno a la mitad de su nivel precrisis, según Goldman Sachs.

El desplome del gasto de capital en petróleo y gas se ha acelerado con el aumento de la inversión ASG. Este año, el activista verde Engine No. 1 ha conseguido tres puestos en el consejo de Exxon. Biden ha cancelado el oleoducto Keystone XL, que habría transportado petróleo canadiense por EE UU. Las grandes petroleras no se embarcan en nuevos y caros proyectos por temor a que acaben siendo “activos varados”. El jefe de la OPEP, Mohammed Barkindo, ha lamentado “una campaña global [contra] la industria petrolera para desplazar a los inversores de petróleo y gas”. Shell predice que la producción mundial de crudo caerá un 1%-2% al año.

Puede que los activistas tengan el corazón en el sitio correcto, pero muchos parecen pasar por alto el hecho de que la inversión en renovables es en sí misma muy intensiva en energía. Así que, a corto plazo, vamos a necesitar más crudo. El ambientalista Jeremy Grantham (mi exjefe en GMO) señala que se tarda cuatro o cinco años en recuperar la energía empleada en fabricar aerogeneradores y otras renovables. John Hess, jefe del productor independiente de petróleo de EE UU que lleva su nombre, predice que los 16 billones de inversiones verdes previstas “turboalimentarán” la demanda de petróleo en un futuro próximo.

Al tiempo, la demanda convencional se recupera más rápido de lo previsto. El tráfico por carretera de EE UU ha superado su nivel de 2019. Hay más por venir a medida que reabra la industria aérea. La reducción de los inventarios de petróleo se está acelerando. Que los futuros cotizaran por debajo del precio al contado (backwardation) ha hecho que no sea rentable almacenarlo. Cushing (Oklahoma), la principal instalación de almacenamiento de EE UU, funciona a la mitad de su capacidad. Goldman predice que el Brent podría alcanzar los 90 dólares a finales de año, pero añade que la subida del crudo de larga duración podría resultar “no lineal” si se agota el almacenamiento. El ministro de Energía de Omán, Mohammed Al-Rumhy, sugiere que la “inanición energética” podría llevar el petróleo a 200 dólares. Pero la OPEP no tiene prisa por ayudar: sus miembros se niegan a aumentar la oferta.

Un nivel cercano a los 200 dólares frenaría en seco la recuperación. Los bancos centrales son literalmente impotentes ante una crisis energética. Imprimir dinero solo alimentaría la inflación, como pasó en 1973. La burbuja de todo en acciones, bonos, criptomonedas, NFT y tarjetas de béisbol estallaría. La subida del precio de la energía elevaría el de los alimentos. “Pocos entienden que la comida, la ropa y la vivienda baratas dependen de la energía barata y que las patatas se fabrican en realidad con combustible fósil”, escribió Howard T. Odum en Ambiente, energía y sociedad (1970). La escasez de gas ya ha oscurecido los invernaderos holandeses y ha obligado a Johnson a rescatar a un productor de fertilizantes.

Odum creía que toda actividad implicaba transferencia de energía. Acuñó el término emergía para describir la cantidad de energía necesaria para generar un cierto nivel de producción. El nivel de vida, decía, se estimaba mejor por el uso anual de emergía por persona. Si se reduce la cantidad de energía que circula por el sistema, la producción caerá. Las renovables podrán sustituir algún día a la energía barata de los hidrocarburos. Pero, al contrario de lo que dice Johnson, no será fácil.

La economía mundial tendrá que reestructurarse. Las cadenas de suministro deberán contraerse y muchos negocios que dependen de la energía barata (o de la mano de obra barata) serán inviables. Odum creía que la verdadera riqueza es la energía almacenada. El efectivo y los bonos nominales son meros derechos sobre la riqueza. Gran parte de esta riqueza en papel correría el riesgo de evaporarse. Cuando la economía se contrae y los precios al consumo aumentan, los bonos protegidos contra la inflación que producen tipos negativos pueden ser una apuesta más segura. El oro, que tiene el mayor contenido energético integrado de cualquier material natural, según Odum, parece especialmente atractivo: no es casualidad que la crisis del petróleo de 1979 fuera acompañada de una burbuja de esta reliquia bárbara.

La subida del crudo debería de incentivar más inversión. Pero antes las acciones de los proveedores tradicionales de energía tendrán que subir. Puede que las petroleras no existan tal y como las conocemos dentro de varias décadas. Pero, mientras, hay que considerarlas como las tabacaleras. Rechazadas por los inversores ASG, su coste de capital ha subido. Pero las Finanzas de primero enseñan que un alto coste de capital equivale a un alto retorno. Para los que no se atrevan a invertir en la producción de petróleo y gas, siempre están los futuros. Con ellos en backwardation, incluso se paga por especular.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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