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¿De qué hablamos cuando nos referimos a la inversión sostenible?

La normativa europea que entró en vigor este año establece tres tipos de fondos de inversión

En los últimos años hemos visto un crecimiento significativo de la inversión sostenible en todo el mundo, un aumento impulsado tanto por los propios inversores, cada vez más comprometidos con el entorno, como por la legislación, que ha ido avanzando en este sentido, especialmente tras el Acuerdo de París en 2015, como por las propias entidades. Así, la oferta ‘verde’ o sostenible de las entidades financieras se ha incrementado notablemente y como indican en canal Bloomberg Green, 2021 es el año de las finanzas sostenibles.

En 2020, se emitieron 305.000 millones de dólares de bonos ‘verdes’ y se prevé que se emitan otros 500.000 millones este año, de acuerdo con los datos de Bloomberg. También los préstamos ‘verdes’ han crecido con 300.000 millones de dólares concedidos en el último ejercicio. Y hay más de 600 ETF con un posicionamiento medioambiental.

A comienzos de 2020 la inversión sostenible a nivel global alcanzó los 35.300 billones de dólares en los cinco mercados que lideran este segmento (Europa, Estados Unidos, Canadá, Japón y Australia y Nueva Zelanda) tras incrementarse un 55% entre 2016 y 2020, según el informe de Global Sustainable Investment Alliance (GSIA), que destaca que estas inversiones sostenibles suponen el 35,9% del total de activos bajo gestión. En España, según el informe semestral de fondos de inversión ASG de Vdos, el 13,7% del patrimonio en fondos corresponde a inversiones responsables.

Aunque llevamos años hablando de calentamiento global y de la necesidad de tomar medidas, este movimiento se ha acelerado en todo el mundo y en todos los ámbitos, a medida que los expertos alertaban de la necesidad imperiosa de actuar. Para muchos ciudadanos, consumidores e inversores que gobiernos, instituciones y empresas tomen medidas y hagan más sostenibles sus acciones ya no es un extra, es un básico.

El impulso de la normativa

Aunque la falta de estándares internacionales hace que, en ocasiones, no sea del todo fácil saber cómo de verde es una inversión sostenible, se están desarrollando dichos estándares y, como señalan algunos expertos, es algo que, sin duda, veremos evolucionar también a gran velocidad.

En este sentido, cabe mencionar, por ejemplo, el estándar de bonos verdes (EUGBS) que puso en marcha la Comisión Europea el año pasado, tras el acuerdo ecológico europeo alcanzado en diciembre de 2019, por el que la Unión Europea subrayaba la necesidad de orientar mejor los flujos financieros y de capital hacia las inversiones ecológicas.

Y este año ha entrado en vigor en Europa el Reglamento europeo de divulgación de finanzas sostenibles (Sustainable Finance Disclosure Regulation, SFDR) sobre la información y los indicadores de principios adversos, por el cual las entidades deben publicar en sus páginas web sus políticas de inversión socialmente responsable. Esta regulación pretende hacer más comprensible el perfil de sostenibilidad de los fondos de inversión y define normas específicas sobre cómo y qué información relacionada con la sostenibilidad se debe publicar.

De esta forma, la Unión Europea quiere posicionarse como líder en el mercado de las inversiones sostenibles y con el establecimiento de estándares y la promoción de este tipo de inversiones buscan hacer este mercado más líquido y más atractivo para atraer unos flujos de dinero cada vez mayores. Hoy por hoy, Europa tiene una cuota muy importante, aunque como destaca el informe de GSIA, otras regiones, como Canadá y Estados Unidos están avanzando con rapidez.

En noviembre se reúnen en Glasgow los líderes mundiales para la cumbre COP26 para acelerar la acción climática, con el objetivo de avanzar en la reducción de emisiones, proteger los ecosistemas y comunidades afectadas por el cambio climático y movilizar la financiación por parte de los países desarrollados de la lucha contra el cambio climático.

¿Qué es la inversión responsable?

La inversión socialmente responsable (ISR) se caracteriza por tener en cuenta criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG o ESG en inglés) en todo el proceso de análisis y selección de valores y activos de una cartera de inversión, con el objetivo de generar rendimientos económicos a largo plazo a la vez que genera un impacto positivo en la sociedad.

Este tipo de inversión abarca diferentes estrategias y en la mayoría de los casos, los productos y carteras combinan varias, como la integración de criterios ASG, el cribado positivo y negativo, la inversión de impacto, etc.

Como vemos, cuando se habla de finanzas sostenibles, no se trata solo de tener un impacto positivo en el entorno (medioambiente, sociedad, etc.), sino también de evitar que los activos pierdan valor como consecuencia de estos riesgos asociados a los criterios ASG.

En este sentido, es importante diferenciar entre el riesgo de sostenibilidad y las incidencias adversas. El primero, es toda condición o acontecimiento derivado de los factores ASG (ambientales, sociales y de gobierno corporativo) que, si se producen, pueden provocar un impacto negativo en el valor de una inversión. Mientras que las incidencias adversas se refieren a los efectos negativos sobre los factores de sostenibilidad que tienen las decisiones de inversión.

Respecto a los fondos de inversión, el Reglamento SFDR establece tres tipos: artículo 6, que son aquellos que tienen en cuenta el riesgo de sostenibilidad; artículo 8, que son los que promueven características de sostenibilidad e integran el análisis ASG y artículo 9, aquellos que tienen un objetivo específico de inversión sostenible (fondos de impacto).

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