Las carteras más conservadoras se reinventan
Los tipos cero empujan a los inversores a asumir más riesgos para conseguir rentabilidad
El largo periodo de políticas monetarias expansivas (primero para combatir la Gran Depresión y luego para luchar contra la parálisis económica provocada por la Covid 19) ha congelado los tipos de interés. Los grandes bancos centrales compran sin medida emisiones de deuda soberana, lo que conlleva que este activo se revalorice al tiempo que los retornos que ofrecen estos bonos vayan cayendo y cayendo. A finales de 2020 llegó a haber más de 15 billones de euros de deuda que cotizaba a tipos negativos, incluido el bono español a 10 años. ¿Qué implica esto? Que si hubieras invertido 1.000 euros en este activo, dentro de 10 años recibirías menos dinero, unos 992 euros.
Para complicar más este escenario, los precios han empezado a repuntar con la recuperación económica. Por lo tanto, dónde invertir ahora para construir una cartera conservadora que permita batir a la inflación sin asumir muchos riesgos?
Ignasi Viladesau se planteó este reto cuando fue fichado como director de inversiones del neobanco Myinvestor (participado por Andbank, Axa y El Corte Inglés). Tenía que crear cinco carteras, para cinco perfiles de riesgo. Pero, ¿cómo diseñar la cartera más conservadora?. “Al final opté por lo que se conoce como una estrategia barbell, que combina emisiones de deuda a muy corto plazo, con otras emisiones a plazos muy largos. En este entorno de mercado, en el que es previsible que en los próximos trimestres empiecen a desmantelarse las políticas monetarias expansivas, creo que las emisiones entre cinco y 10 años son las que más van a sufrir. En cambio, con la combinación de extremos creo que la cartera va a ser muy resistente”.
Barbell es la palabra inglesa para designar a la barra de pesas que se utiliza en halterofilia, muy cargada en los extremos pero ligera en el centro. En el caso de Myinvestor, la forma de jugar esta estrategia es incorporar a la cartera Clásica, la más conservadora, un fondo de Vanguard que solo tiene emisiones de deuda a más de 20 años, junto con otro de emisiones de deuda corporativa a muy corto plazo. Además incluye un fondo de bonos ligados a la inflación, para tratar de cubrirse ante subidas muy fuertes de los precios.
Desde la gestora norteamericana BlackRock recomiendan jugar esta estrategia barbell incorporando algo de Bolsa en los perfiles más conservadores. Hace una década era impensable que un cliente muy cauto tuviera una parte de sus fondos en renta variable, pero los modelos sugieren que esta es una de las mejores fórmulas para conseguir algo de rentabilidad, con una volatilidad muy controlada. En la cartera Clásica de Myinvestor también hay un 13% invertido en fondos de Bolsa.
El auge de la deuda corporativa
Otra opción que están utilizando muchos gestores de fondos conservadores flexibles es aumentar el peso en cartera de bonos emitidos por empresas. Los de las grandes multinacionales ofrecen rentabilidades mínimas, pero los expertos encuentran oportunidades en compañías de tamaño medio.
De esta estrategia ha hecho bandera la gestora valenciana Buy & Hold. Rafael Valera, consejero delegado de la firma y gestor del fondo B&H Renta Fija Flexible, ha sacado oro comprando bonos de compañías cuyos negocios estaban muy afectados por las restricciones de movilidad impuestas para luchar contra el coronavirus: deuda de hoteles, aerolíneas, compañías de cruceros... “Invertir en bonos es muy diferente a hacerlo en acciones. Cuando estás en renta fija lo más importante es la viabilidad del negocio, saber que la compañía no va a quebrar ni va a dejar de pagar a sus deudores.
Por eso buscaba empresas que tuvieran una gran solvencia y que fueran líderes en sus sectores. Aunque sus ingresos pueden pasar un mal momentos y estar temporalmente en pérdidas, tenía claro que no iban a quebrar. Al igual que ha sucedido con compañías aéreas de bandera, como IAG o la portuguesa TAP. Antes las rescatan que dejarlas quebrar”, explica. Su fondo ha logrado una rentabilidad del 17,5% en los últimos 12 meses. Pero no es flor de un día. Desde 2016 ha logrado un retorno medio anual del 5,13%, que bate sobradamente a la inflación.
Otros gestores de renta fija, como el equipo de Dunas Capital, han optado por incluir en las carteras algunas emisiones de deuda híbrida. Se trata de bonos que están a caballo entre la renta fija y la renta variable puesto que, en ciertas situaciones de estrés financiero, pueden convertirse en acciones. José María Lecube, director de renta fija de la gestora explica que “a diferencia de las acciones de bancos, que han tenido muy mala rentabilidad en los últimos años, la inversión en deuda subordinada bancaria ha generado muy buenos retornos, y ha sido una de las especialidades de nuestros fondos, en este entorno de bajos tipos de interés”.
Bonos de países emergentes
La deuda soberana de las economías más poderosas sigue ofreciendo rentabilidades exiguas en la mayoría de los plazos. De acuerdo con datos recopilados por Barclays, sigue habiendo 11,5 billones de euros de bonos que cotizan con rendimientos implícitos negativos. Poco a poco, los bonos de Tesoro de Estados Unidos empiezan a ofrecer algo de rentabilidad, pero aún están lejos de poder batir a la inflación.
Otra de las alternativas que están jugando algunas firmas de inversión es destinar una parte de las carteras conservadoras a deuda emitida por países asiáticos. “Nosotros estamos recomendando a nuestros clientes con un perfil más cauto que destinen una parte deuda china”, explica César Pérez Ruiz, director de inversiones de la división de banca privada del grupo suizo Pictet. Los bonos del Gobierno chino, a 10 años, están ofreciendo ya una rentabilidad superior al 3% y, según muchos expertos, las cuentas públicas del gigante asiático están más saneadas que las de muchos países europeos cuyos bonos ofrecen rentabilidades mucho menores.
Gonzalo Pradas, director de inversiones de Openbank, la filial de banca online del grupo Santander, también considera que las carteras conservadoras tradicionales, basadas en emisiones de deuda soberana, han quedado obsoletas. “El inversor debe asumir que si quiere conseguir batir a la inflación va a tener que asumir más riesgos. No lo queda otra. Para que esta decisión sea más llevadera es importante que también acepte el tener un horizonte temporal algo superior, que esté entre los tres y los cinco años”, comenta.
Las carteras de fondos diseñadas por Pradas y su equipo reflejan esta vocación de asumir más riesgos. En la más conservadora, se incluyen además de fondos que invierten en deuda pública, también hay una parte de fondos de deuda corporativa y una pequeña parte destinada a renta variable.
Inversión sostenible
Otra tendencia muy potente en las nuevas carteras conservadoras es tener en cuenta criterios extrafinancieros para invertir. Se trata de buscar compañías que tengan un compromiso acreditado en la lucha contra el cambio climático o para evitar la exclusión social. Ignasi Viladesau, de Myinvestor, explica que en los análisis retrospectivos que han hecho con sus carteras han comprobado que optar por este perfil de empresas “contribuye a atenuar los riesgos, permitiendo que en los momentos estrés financiero en los mercados, las caídas sean menores que en otro tipo de empresas comprables”. A partir de ahora, la inversión sostenible está muy unida también a las carteras conservadoras.