Tres millones de referencias para las carteras de fondos
La popularidad de la inversión temática genera la proliferación de índices que pueden desbordar al inversor
El pasado 12 de mayo el Financial Times publicaba una noticia que me dejó atónita. En la parte superior de su contraportada lucía un titular no muy llamativo, traducido literalmente del inglés sería: “Inversión temática: sobre indexada”. La entradilla era un resumen muy mesurado de lo que está ocurriendo. Venía a decir que la popularidad de la inversión temática había generado una oleada de nuevos índices, que se unían a los ya existentes de países y sectores.
Nada sorprendente hasta el inicio de la noticia, cuando informan de la existencia de, nada más y nada menos, que tres millones de índices. Sí, sí, han leído bien, tres millones de combinaciones de valores. Y para que se hagan una idea de la desproporción, compañías cotizadas hay menos de 50.000. Los titulares, habitualmente hiperbólicos, suelen dejar una sensación exagerada de lo que pasa en realidad, pero en este caso el título me parece muy comedido.
Si un inversor quisiera tener referencias de mercado para medir qué tal le va con sus inversiones temáticas, o con todas en general, igual se vuelve loco ante tal número de índices contra los que se podría comparar. ¿Cómo es posible que haya tantos índices? Si soy partícipe de fondos ¿cuál debería mirar?
Los valores que cotizan en las numerosas bolsas y mercados del mundo se pueden agrupar de diversas formas para mostrar cómo evolucionan diferentes regiones, industrias y sectores. A eso hay que añadir que, desde hace muchos años, se mide la evolución por otros factores, como el tamaño o el estilo de las compañías. Les sonará lo de pequeñas versus grandes, crecimiento frente a valor, pero hay más factores que se siguen, como los dividendos, y otros algo menos conocidos: calidad, momento, etc.
Además, existen diferentes formas de cálculo (por precio o por capitalización o dando el mismo peso a cada valor). Si quiere ver las diferencias en resultado, eche un vistazo al comportamiento tan dispar que han tenido los índices de Bolsa americana más seguidos en la última década: Nasdaq 100, Dow Jones Industrial Average Index, S&P 500 o Russell 2000. Y aprovecho para hacer notar que, la rentabilidad de los últimos años no hubiera servido para pronosticar el comportamiento del año actual.
La historia muestra cambios importantes respecto a qué índices lo hacen mejor en ciclos de cinco, diez, quince y veinte años. Varían los países ganadores, pero también los sectores y factores. Si algo permanece es el cambio, aunque hay pautas de comportamiento en los mercados que sí se mantienen igual. A los índices ya existentes han venido a unirse los temáticos. Algunos con sugerentes nombres que evocan un futuro prometedor. Innovaciones que traerán un progreso compatible con la sostenibilidad. Algo que conecta mucho más con nuestro lado emocional, ¿qué le parece más atractivo: una temática disruptiva que cambiará nuestra forma de vivir o un fondo que replique el Nasdaq?
Hay mucho de atávico en tomar decisiones de forma emocional. El centro de las sensaciones está en la parte más primitiva de nuestro cerebro. Sin embargo, la amígdala, parece imprescindible para que cualquier vertebrado complejo, incluido el ser humano, sobreviva en un mundo lleno de peligros. El problema es que, en el caso de las nuevas temáticas, su histórico es tan reciente, que solo han sido testadas por la amenaza de una pandemia que, lejos de afectarlas gravemente, las relanzó. Así que muchos inversores podrían perfectamente ignorar que un puñado de temáticas cotizan a niveles de burbuja, aunque pueda tardar en romperse. Entonces ¿no invierto en tendencias? Sí, pero es prudente mirar el precio.
Mientras en Estados Unidos el debate se centraba en qué índice seguir, si el Nadaq o el Russell 2000 (empresas grandes más ligadas a tecnología o pequeñas compañías), en Europa preocupaba la sostenibilidad y la responsabilidad social. También en eso, además de tener menor exposición a renta variable, se nota la diferencia cultural. Hacía años que no íbamos por delante de los americanos en alguna tendencia de inversión, pero el gusto por las temáticas ha llegado también a América. Y a China parece que va a llegar; MSCI acaba de lanzar sus índices temáticos, mucho no puede faltar.
El lanzamiento de fondos e índices, a cada cual más original, parece imparable. Con un efecto curioso en algún inversor ávido de novedad. El otro día un asesor me contó que un potencial inversor le retó: “a ver con qué me sorprendes”. El asesor, que no era de ese tipo “de modas”, se quedó un poco desconcertado. Quién sabe lo que seduciría a ese inversor potencial: ¿inversiones verdes o de impacto, de mascotas, de igualdad, de fertilidad, de estudiantes, el nuevo Nasdaq de China, de ciudades inteligentes? El apelativo smart me lo he encontrado con asiduidad en nombres de productos financieros, igual que antes de 2008 era común enhanced. Expresiones como arbitraje de convertibles o gestión por VAR ahora suenan vetustas, aunque alguna gestora las volverá a rescatar. Más que alguna idea en particular, a mí lo que me asombra es la cantidad de productos financieros que se pueden comprar actualmente y el ritmo al que crece.
Con millones de índices, miles de fondos y ETF, y cientos de gestoras, quizás la decisión más importante es seleccionar la entidad que mejor le puede asesorar, para no perderse entre tanto producto, sin clara referencia con la que calibrar el riesgo de su cartera global.
Marta Díaz-Bajo es Directora de Soluciones de Inversión de Atl Capital