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CINE Y DERECHO
Tribuna
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‘7 años’ y el proceso de mediación

Un filme reseñable y fiel exponente de los conflictos en los que pueden desembocar las relaciones entre los socios de una empresa

Robert Gual, ganador del Goya por Smoking Room (2002), dirigió en 2016 7 años, la primera película producida en España directamente por Netflix.

La cinta versa sobre la decisión que deben tomar los cuatro socios fundadores de una compañía tecnológica de gran éxito, para que sólo uno de ellos se incrimine por un delito fiscal, que han perpetrado a través de la compañía, liberando con ello a los otros tres socios, pero condenándose a pasar siete años en prisión por el mencionado delito.

Para ello, la noche antes de que la Unidad de Delitos Económicos y Financieros (UDEF) intervenga deteniéndolos, contratan a un mediador que les ayude a decidir quién de los cuatro debe ser el que asuma la culpabilidad en beneficio de los demás, y en el proceso de mediación surgen todo tipo de reflexiones sobre el nacimiento y éxito de la compañía, así como las aportaciones que cada uno de los socios han realizado, y cuán necesario es ahora el papel que desempeñan en el seno de la empresa.

La película nos muestra a unos socios que reúnen los clásicos perfiles del friki tecnológico que tuvo la exitosa idea inicial con la que pusieron en marcha la empresa, pero que ahora está alejado del día a día y del avance de la compañía; del director de ventas extrovertido y volcado en los clientes, que intelectualmente está muy por debajo de sus socios; del cerebral director general que tiene más experiencia y que goza de los contactos sociales y empresariales que han ayudado a consolidar la empresa; y de la directora financiera brillante y que aporta el talento femenino a la empresa.

Todos eran amigos, todos habían vivido por y para la empresa, todos habían asumido los roles que les tocaba desempeñar, pero esa noche en que han de tomar la decisión definitiva todos se van desnudando, haciendo aflorar sus egos, pero también sus inseguridades y sus miedos, y sincerándose respecto a lo que piensan de los demás socios -ya no tan amigos- porque en el momento en que la sinceridad y los reproches salen a flote y la unión se desvanece.

7 años se desarrolla en un único escenario, la sede moderna -en línea con la imagen de las empresas del sector tech- y poco convencional de la empresa, donde acuden los cuatro socios y el mediador, quién les relata las reglas fundamentales del proceso de mediación. Primera regla: están allí todos voluntariamente, incluido el propio mediador, Segunda regla: es necesario escuchar con respeto a todos. Tercera regla: el mediador sólo facilita la comunicación y las partes toman las decisiones y alcanzan un acuerdo.

A través de la puesta en escena de un guión muy psicológico, se va revelando el interés que cada uno de ellos tiene en la compañía: la amistad o haber encontrado una familia, la posición económica, el poder o control sobre la empresa, o permanecer al lado de la persona amada. Son motivaciones diferentes que hacen que la empresa no esté en el centro de sus decisiones, y ese proceso de revelación se lleva a cabo de forma muy inteligente por el director durante la sesión de mediación, dosificando una tensión latente entre los socios, la existencia de secretos y de tabúes entre los supuestos amigos, e incluso, los estallidos puntuales de violencia entre ellos.

Es muy interesante como la película consigue ahondar en los motivos que llevarían a cada uno de los protagonistas a sacrificar siete años de su vida e ingresar en prisión por la empresa (y por el resto de sus socios), y se colocan en el centro de la discusión temas como el dinero, la familia y la amistad, todos ellos tratados de forma realista y perspicaz.

Los cuatro actores -Àlex Brendemühl, Juana Acosta, Paco León, Juan Pablo Raba- desempeñan perfectamente sus roles, y son muy creíbles en los arquetipos que les toca interpretar. Mención aparte merece el mediador, José, papel que borda Manuel Morón y que se nos presenta como un contrapunto necesario ante la tensión y violencia contenida que se percibe entre los socios. El proceso de mediación facilita en este caso la generación de alternativas, el debate franco sobre las mismas y el acuerdo unánime sobre cómo actuar. El mediador actúa neutralmente inquiriendo de forma inteligente y dejando a las partes que manifiesten sus opiniones para encontrar puntos de encuentro.

Un filme muy reseñable, magníficamente interpretado y montado que es un fiel exponente de muchos de los males en los que puede desembocar las relaciones entre los socios en la empresa cuando surgen problemas y no está prevista una solución a los mismos en forma de método de resolución de conflictos, entre los que se encuentra la mediación.

Jose Luis Luceño Oliva, profesor de Loyola Másteres

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