El entorno económico se ha vuelto loco
El modelo que hemos creado penaliza al ahorrador, al que no comete excesos y vive acorde a sus ingresos, no por encima de ellos
Tras la debacle económica que ha sufrido el mundo a raíz de la crisis sanitaria desatada por el Covid, ahora entramos en una etapa dominada por unas expectativas muy optimistas, centradas en la vuelta a la llamada nueva normalidad, al crecimiento económico y al reinicio del modelo social y económico en el que hemos basado nuestra vida desde hace décadas.
Los objetivos que nos hemos planteado son muchos, y muy ambiciosos, y no nos atañen solo a nosotros, sino que abarcan al mundo entero. El problema es que nadie parece querer hablar de los excesos en que hemos incurrido hasta ahora, y en las bases de partida para acometer semejante gesta. Y cuando digo nadie, me refiero a partidos políticos de cualquier ideología, a instituciones supranacionales, a reguladores, a bancos centrales, etc. Me fascina que los dirigentes del mundo se planteen un nuevo orden económico y social cuando nuestro modelo actual, auspiciado por ellos, está sustentado en un endeudamiento crónico que afecta a gobiernos, empresas y ciudadanos como jamás había ocurrido.
Estos excesos de los que hablo, no se han producido solo a raíz de la pandemia, sino que vienen de mucho más atrás. El germen se instauró tras la crisis financiera desatada en el año 2008 y, desde entonces, no ha hecho más que crecer, siendo la crisis del Covid-19 la excusa perfecta para doblar la apuesta de un modelo que hace aguas por todos lados. La idea utópica de que podemos salir de un problema de falta de crecimiento y endeudamiento crónico emitiendo más deuda, es un sinsentido, pero es lo que hacemos desde hace más de una década. Algunos políticos y economistas proponen ahora el disparate de condonar la deuda, pero no a cambio de reformas estructurales que permitan la vuelta al equilibrio presupuestario, al aumento de la productividad y al crecimiento sano. No, pretenden que se condone la deuda para seguir endeudándonos.
En este entorno tan complejo, el inversor español se enfrenta a una paradoja curiosa. El modelo que hemos creado penaliza al ahorrador, al ciudadano que no comete excesos, al que vive acorde a sus ingresos en lugar de intentar vivir por encima de sus posibilidades endeudándose.
El inversor descubre que no hay alternativas de inversión acordes a un perfil conservador. Ya no puede invertir en renta fija, porque el sistema que hemos creado está basado en manipular artificialmente el precio del dinero, hasta el punto de que la rentabilidad de las letras del tesoro o bonos de corto plazo soberanos son negativas. Para que se entienda, si usted compra una letra del tesoro, además de prestarle su dinero al Tesoro español tiene la obligación de pagarle los intereses al Gobierno en lugar de recibirlos.
El mundo se ha vuelto loco y premia al que vive por encima de sus posibilidades, a las empresas que asumen riesgos excesivos, a los gobiernos que no son austeros y están dispuestos a tener grandes déficits.
El inversor español busca, como cualquier otro, una rentabilidad para sus ahorros, y a falta de activos acordes a su nivel de riesgo, se ve empujado a invertir en otro tipo de instrumentos como la renta variable.
En esta tesitura se encuentran también los gestores profesionales de fondos de inversión y planes de pensiones que, ante el compromiso de entregar rentabilidades acordes a lo esperado por sus inversores, se están viendo obligados a asumir más riesgo del que sería aconsejable. Alguno podría pensar que, a las puertas de una recuperación económica, tras la mayor recesión del último siglo, invertir en Bolsa no puede ser tan malo, pero lo que no hay que olvidar es que las bolsas más importantes del mundo, como la estadounidense y la alemana, despedían 2020 en máximos históricos. En efecto, este sistema absurdo que hemos creado ha impedido que los activos de riesgo, como la renta variable o los bonos basura, hayan experimentado caídas importantes durante el último año, reflejando la crisis económica que estamos atravesando y permitiendo que ahora hubiese una buena alternativa de inversión, a las puertas de la tan ansiada recuperación económica. En lugar de eso, en este momento las valoraciones están en máximos históricos y, por ello, el retorno que se puede esperar para los próximos años es como poco desalentador.
Para terminar por complicar la situación, si algo es peligroso en un mundo ultra endeudado, con valoraciones históricamente altas y una sociedad acostumbrada a que los tipos de interés sean del cero por ciento, es que surjan presiones inflacionistas. En el caso de ocurrir, lo normal es que los bancos centrales reaccionen subiendo las tasas de interés, lo que incrementará el coste de financiación en un modelo económico basado en endeudamiento crónico. Pero tal y como ya nos están avisando los responsables de las políticas monetarias de las economías desarrolladas, no tienen intención de reaccionar rápidamente a un repunte de la inflación, lo que inexorablemente acabará en niveles de precios cada vez más altos, una burbuja aun más grande de la que se registra hoy en la Bolsa, y la necesidad de llevar más adelante subidas drásticas de los tipos de interés que provocarán una nueva crisis.
En nuestra empresa llevamos años dando formación financiera analizando la evolución económica y, si algo sabemos, es que en este negocio la gestión del riesgo es la clave del éxito. Y aunque pensamos que este año probablemente siga ofreciendo buenas oportunidades de inversión en Bolsa, creemos que es nuestra obligación advertir de los riesgos latentes que observamos, de forma que nuestros clientes sepan como protegerse ante eventuales cambios de tendencia en los precios.
Pablo Gil es Jefe de Estrategia de XTB