Las criptodivisas son ahora las que se comportan normalmente
El bitcóin ha demostrado su durabilidad sobreviviendo a sucesivas burbujas y bajadas
Hace tres años, esta columna sugería que el bitcóin, cuyo precio se multiplicó por 15 en 2017, se enfrentaba a un pinchazo. No era dinero: se parecía a la famosa lata de sardinas del buscador de oro, buena para comerciar pero no para comer. En los meses siguientes, perdió más de dos tercios de su valor. Pero ahora ha vuelto de entre los muertos y cotiza a más del doble de su pico de entonces. ¿Estaba equivocado?
La mayoría de los experimentados observadores de burbujas dirían que no. El bitcóin es particularmente susceptible al fervor especulativo porque su oferta es bastante fija a corto plazo y la demanda es volátil. Su ascenso casi vertical a principios de este año se asemeja a una burbuja clásica. Que Grayscale Bitcoin Trust, un vehículo de inversión minorista, se haya negociado con una prima del 40% del valor neto de sus activos es otro indicador fiable de exuberancia irracional. Google Trends muestra un interés disparado en el bitcóin parejo al pico de 2017.
Tampoco hay que pasar por alto que este frenesí ha tenido lugar con el telón de fondo de una de las grandes fiebres de inversión de la historia. En 2020, Tesla subió más del doble que el bitcóin. Con la Fed imprimiendo dinero más rápido que nunca y los tipos estancados en cero, está garantizado que la política monetaria avive las burbujas. En estas condiciones, los activos financieros que no generan ingresos, como el bitcóin, tienden a ser los mejores.
Los grandes gestores de inversión se han contagiado del virus de las criptodivisas. La llegada de los institucionales recuerda las últimas etapas de la fiebre de las puntocom. Tras crear una gran división de activos cripto, Fidelity está animando a sus clientes de grandes patrimonios a abalanzarse sobre ellos. Se dice que las tesorerías corporativas lo están estudiando. Los hedge funds han tratado de adelantarse al gran movimiento de Wall Street hacia las criptodivisas. Órdenes multimillonarias en un mercado sin liquidez han disparado el precio.
Paradójicamente, las mismas fuerzas detrás de esta burbuja pueden convertirse en su salvación. Véase la política monetaria. El bitcóin se creó tras la quiebra de Lehman Brothers para ofrecer una alternativa a las monedas fiduciarias, cuya estabilidad parecía amenazada por la impresión de dinero. Pero el temor a una inflación galopante resultó prematuro. En 2020, sin embargo, los bancos centrales crearon mucho más dinero que durante la crisis financiera: ha financiado el gasto público y se ha filtrado en la economía en general.
Tras probar el fruto prohibido del árbol mágico del dinero, no hay vuelta atrás. Los déficits públicos financiados por los bancos centrales están aquí para quedarse. Si la inflación regresa en un futuro próximo, como parece probable, los inversores buscarán depósitos de valor alternativos a las monedas fiduciarias. El oro es un contendiente obvio. Pero la era digital exige oro digital, y el bitcóin está en una posición privilegiada. De hecho, tiene mucho en común con el oro, no solo porque su suministro es limitado, sino porque al no producir ingresos es imposible de valorar. El valor está en el ojo del observador. Que hasta la fecha no haya servido como dinero no es un gran inconveniente. Como señala el estratega de inversión Dylan Grice, de Calderwood Capital Research, el oro mantuvo su valor incluso después de que lo desmonetizaran.
El bitcóin ha sobrevivido a varias burbujas y bajadas en la última década: ha demostrado ser notablemente duradero. Las burbujas son grandes herramientas de marketing: casi todo el mundo conoce la divisa, con gran ventaja sobre sus rivales.
Puede que los institucionales estén disparando el precio, pero la llegada de los trajes está haciendo respetables a las criptos. En sus primeros años, los intercambios de bitcóin eran famosos por su poca fiabilidad, con robos masivos en Mt. Gox y otras entidades dudosas. Hoy día, pueden almacenarse con seguridad en operadoras reputadas, como Coinbase. La propiedad también está empezando a estar bajo el paraguas de la regulación.
Las transacciones en bitcóins siempre han sido notoriamente ineficientes. Pero las fintech han venido al rescate. Por una pequeña cuota, los bitcóins en cuentas de fintech pueden convertirse en dólares para fines transaccionales y convertirse de nuevo en criptos al recibirlos. Es cierto que va contra su espíritu de contabilidad distribuida y se parece mucho a la banca tradicional, pero qué diablos, parece funcionar. Pronto se podrá pagar un Starbucks matutino con una cripto. Más importante aún, es posible prever que el bitcóin sirva como base monetaria para un sistema de pagos digitales, papel similar al del oro antes de 1914.
Desde Lehman, los ahorradores se han acostumbrado a los tipos reales negativos. Los enormes costes incurridos por la pandemia garantizan que la represión financiera continuará durante años. Los tipos cero son posibles porque los bancos centrales pueden emitir dinero fiduciario en cantidades ilimitadas. El dólar se ha convertido en un bono perpetuo de interés cero que, por definición, no tiene valor. Curiosamente, las cosas parecen más normales en el mundo de las llamadas finanzas descentralizadas, donde se pueden pedir prestadas fichas digitales y prestarse a través de la red Ethereum a tipos razonables.
Hace varios años, Claudio Borio, del Banco de Pagos Internacionales, advirtió de que las políticas monetarias no convencionales amenazaban con una “ruptura sísmica que definiría una época”. Borio preveía una ruptura de la globalización, acompañada de un aumento de la inflación y de los controles de capital. En los últimos años, el bitcóin ha demostrado su valor en países como Argentina, donde se han endurecido las regulaciones monetarias y la inflación sigue siendo endémica. Como señala Grice, la gente que no puede ver los usos del bitcóin no ha sentido personalmente ninguna necesidad de sus beneficios. Si la pesadilla de Borio se hace realidad, ese día puede no estar muy lejos.
Reflexionando, diría que mi aviso de la “burbuja” de bitcóin en 2017 fue acertado. Pero subestimé su durabilidad. Hoy, la moneda de imitación está en otra burbuja, pero sobrevivirá a la inevitable caída. Si hemos aprendido algo de su breve historia, es que lo que no mata al bitcóin solo lo hace más fuerte.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías