El realismo de los autónomos ante la falta de soluciones integrales
Es un colectivo que necesita soluciones integrales, bien planificadas y diseñadas, que incluyan flexibilidad tributaria y laboral, estímulos y mecanismos financieros
La dureza de la crisis desatada por la lucha contra el Covid-19 ha golpeado prácticamente a todos los sectores, aunque no con la misma virulencia. El colectivo de autónomos ha sufrido con especial intensidad los embates de la recesión y el hundimiento histórico de la actividad, provocado por el gran confinamiento decretado en marzo del año pasado y por las restricciones a la movilidad impuestas en los distintos territorios durante los últimos meses. Según las cifras que maneja ATA, 400.000 autónomos han cerrado su actividad mientras el 56,6% de los que no lo han hecho se ha mantenido a un 50% de su capacidad.
Tras un año apocalíptico y un principio de ejercicio que no presagia una recuperación inminente, el estado de ánimo de los profesionales y los pequeños empresarios por cuenta propia es profundamente pesimista. La mayoría de ellos auguran malas perspectivas para sus negocios en 2021, cifran la duración de la crisis incluso por encima de los dos años y no confían siquiera en el efecto benéfico que la llegada de las vacunas pueda tener en su actividad. Un pesimismo que tiene más bien tintes de realismo si se examinan los datos que maneja el colectivo sobre la insuficiencia de las ayudas públicas frente a la factura que se ha cobrado la crisis. Según ATA, las pérdidas ascienden de media a unos 20.000 euros por autónomo, lo que supone más de 65.000 millones en total, mientras el grueso de las medidas de apoyo suman 3.000, lo que significa que de cada 100 euros perdidos cada autónomo ha recibido 15.
Los avales del ICO y los ERTE han sido los instrumentos más utilizados para sobrevivir a la glaciación de actividad y cortes de liquidez. Casi un millón de autónomos ha accedido a financiación del ICO y otros 400.000 se preparan para hacerlo este año, mientras que en el caso de los ERTE han sido casi el 40% del colectivo los beneficiados por la medida. Pero ni los créditos avalados, que una vez vencidos deben devolverse, ni los expedientes temporales de regulación, que no son eternos, ofrecen soluciones más allá del resguardo para aguantar lo peor de la tormenta. Aunque el colectivo centra sus demandas en dos medidas clave –que quienes no pidieron el cese de actividad en marzo puedan hacerlo ahora y que la exoneración de cuotas tenga en cuenta las restricciones de actividad–, el problema de los autónomos es muy particular, ya que constituyen una base muy amplia del tejido productivo y tienen una debilidad societaria no comparable con el resto de empresas. Es un colectivo que necesita soluciones integrales, bien planificadas y diseñadas, que incluyan flexibilidad tributaria y laboral, mecanismos particulares para salvar las dificultades financieras y estímulos para reemprender el negocio cuando la pandemia dé respiro.