2021, ¿tiempo de ‘small caps’?
Con las grandes tecnológicas en la mirilla del regulador, diversificar con pequeñas compañías minimiza el riesgo que soporta el inversor
La semana pasada Facebook era demandado en Estados Unidos por prácticas monopolísticas. La alegación principal es que compró Instagram y WhatsApp para neutralizar la amenaza que suponían y de paso afianzar su posición dominante como red social. Si los reguladores prueban que la compañía actuó deliberadamente, podría ser obligada a dividirse.
La preocupación de políticos y reguladores por el uso de datos personales que hacen las grandes tecnológicas puede parecerles justificada o no. Los reguladores argumentan que están siendo utilizados para blindar su posición y eliminar la competencia y los beneficios que esta brinda a los consumidores. Pero muchos usuarios valoran enormemente los servicios que prestan y, al menos de momento, la falta de competencia no se traduce en aumento de precios.
Independientemente de la opinión de cada cual, lo que es innegable es su enorme influencia en el mercado global. En 2019 el 70% de anuncios online de todo el mundo se hicieron en Google, Facebook y Amazon. Su valor en Bolsa es descomunal, las cinco investigadas por el congreso americano (las tres anteriores más Apple y Microsoft) suponen más del 45% del Nasdaq 100 y más del 20% del S&P 500, y son las principales responsables de la apreciación de ambos índices en los últimos años.
En Estados Unidos, a las empresas que alcanzaron un poder similar se les obligó a fragmentarse (pasó con los ferrocarriles a finales del siglo XIX, con Standard Oil hace poco más de un siglo y en 1933 con la banca).
En Europa llevan tiempo persiguiendo el comportamiento monopolístico de los gigantes americanos, además de molestos por el bajo pago de impuestos en nuestro territorio. El borrador de la nueva directiva de servicios digitales prevé multas de hasta el 10% de la facturación global de aquellas compañías que rompan las reglas de la libre competencia y consecuencias mucho más graves para las que sean sancionadas tres veces o más.
Aunque finalmente no tengan que dividirse, el escrutinio al que están sometidas puede acabar afectando a su valor. Para aquellos que se planteen otras opciones de inversión, les propongo que consideren fondos de pequeñas compañías.
Pero antes de hablar de small caps me gustaría comentar que, dentro de la eurozona, también hay grandes compañías cuyo comportamiento en Bolsa poco o nada tiene que envidiar al de los gigantes americanos, y sin generar ninguna controversia por el uso de datos personales. Este es el caso por ejemplo de ASML, el mayor proveedor mundial de sistemas de fotolitografía para la industria de los semiconductores. Con una cuota de mercado superior a dos tercios, gracias a su especial tecnología, ha escalado puestos en el Euro Stoxx 50 hasta llegar a ser la primera posición.
Tras esta larga introducción para llamar la atención hacia nichos de mercado que han podido pasar desapercibidos, ensombrecidos por el espectacular comportamiento del Nasdaq, volvemos al tema objetivo de hoy. Desde que se recogen datos (en el mercado americano disponemos de datos fiables desde 1926) las pequeñas compañías han batido a las grandes en ciclos de 20 años. Es verdad que en momentos de crisis suelen comportarse peor, pero para una parte de nuestra cartera puede ser buena idea tener pequeñas compañías. Veinte años puede parecer mucho tiempo, pero algunos inversores dejarán parte de su patrimonio a las siguientes generaciones y perfectamente pueden destinar un porcentaje a fondos que inviertan en empresas de menor tamaño.
Cuando miramos la rentabilidad acumulada de las pequeñas frente a las grandes en periodos muy amplios, la diferencia es sensacional y nos da una perspectiva muy diferente a mirarlo de forma anual. En los últimos 80 años, desde 1940, una inversión de 10.000 dólares se hubiera convertido en más de 400 millones invertidos en las pequeñas y de 50 en las grandes. Si en periodos largos la mayoría de las veces lo hacen mejor, probablemente en el futuro volverá a pasar (la estadística es lo más riguroso que podemos usar cuando intentamos predecir el futuro).
Sin irnos muy atrás en el tiempo, y en un periodo de solo cinco años, de 2013 a 2017, las pequeñas compañías de la eurozona acumularon una rentabilidad superior al 120%, que anualizada es superior al 17%, nada que envidiar al mercado americano, y sin tener que preocuparse por si cubrir divisa o no. En este periodo los fondos de small que habían obtenido retornos superiores, con años por encima del 20% y 30%, recibieron muchos flujos de europeos. En 2018 se comportaron mal y lamentablemente muchos inversores, especialmente los que habían entrado al final, no los mantuvieron.
Es verdad que estas compañías nos son menos familiares, salvo las españolas, una de las principales es ASM, de nombre similar a ASML, tiene también su sede en los Países Bajos y es del mismo sector. Y si alguien se hubiera confundido al comprar y tuviera la pequeña, en los últimos tres años hubiera ganado mucho más.
No estoy diciendo que sustituyan a las grandes ni mucho menos, la inversión en small caps recomendada puede rondar el 20% del porcentaje en acciones y no se debería concentrar en ninguna en particular. Pero teniendo paciencia, bien diversificados y preferiblemente con una selección profesional, los fondos que invierten en pequeñas compañías pueden aportar un extra de rentabilidad digno de tenerse en cuenta.
Marta Díaz-Bajo es Directora de análisis de fondos de Atl Capital