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A fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El mundo tras el Covid-19: un acelerón de tendencias previas

Una de las lecciones que ha dejado la pandemia es que el sistema político que impera en un país es poco relevante a la hora de responder bien a la crisis

La crisis del coronavirus nos ha llevado a muchos a plantearnos cómo van a cambiar las cosas tras la pandemia. El principal impacto que tendrá esta crisis es el de potenciar el avance de ciertas tendencias estructurales que ya existían antes de la llegada del virus, un acelerón en algunos cambios que ya estaban teniendo lugar en los últimos años, pero no tanto crear nuevas corrientes desconocidas hasta este momento, como se podía temer.

Antes de la crisis había muy pocas tendencias insostenibles. El crecimiento no se estaba viendo impulsado por factores que no pudieran durar y que estuvieran sentando las bases de una crisis económica. El hecho de que la expresión que mejor define el crecimiento en la última década sea el de estancamiento secular deja muy claro que es posible volver a los bajos niveles que había antes de la pandemia.

A eso hay que añadir que esta crisis no tendrá mucho impacto por el lado del suministro de la economía, mientras que, por la parte de la demanda, las crisis pasadas han dejado bien aprendida la lección de que no se puede reducir el gasto en todos los sectores y todos los países al mismo tiempo.

El Estado ha asumido un papel clave en esta ocasión, redescubriendo un nuevo rol con el que ha dejado de lado las recetas de austeridad de las líneas más duras que se aplicaron en el pasado. La teoría monetaria moderna también apoya esta nueva fórmula, defendiendo que los Gobiernos deben impulsar la inflación haciendo uso de un mayor déficit mientras el avance de los precios siga siendo lento y, por el contrario, reducir los déficits en los momentos en los que la inflación esté fuera de control. De este modo, una Administración más activa debería ser capaz de arreglar la relación que existe entre la oferta monetaria y la inflación, que en los últimos tiempos estaba rota.

El incremento de la desigualdad era ya una tendencia en auge antes de la crisis del coronavirus, y se ha visto impulsado con su llegada, con los ciudadanos pobres viéndose más afectados que los ricos en el plano sanitario. Las medidas que se adoptaron, como los confinamientos y cierre del sector servicios, castigaron especialmente a los puestos de menor remuneración, mientras muchos de los trabajadores mejor pagados pudieron trabajar desde sus hogares. Para facilitar ayudas a los trabajadores y las empresas, los poderes públicos han tomado medidas sin precedentes, pero se necesitarán más estímulos durante esta segunda ola de contagios para asegurar los salarios, al menos hasta que las vacunas y los tratamientos sanitarios certifiquen una recuperación económica total.

Una de las conclusiones que deja la pandemia es que el sistema político que impere en un país ha sido poco relevante. Los sistemas políticos que han conseguido sortear bien la crisis lo han logrado a base de responder con agilidad y decisión, tener un sistema sanitario seguro y de calidad y un Gobierno en el que se pueda confiar, con el que la sociedad esté alineada, y que no obligue al poder político a actuar solo en base a su autoridad.

Si se compara la primera y la segunda ola de contagios, la principal diferencia entre ambas es la reacción que han tenido las autoridades. En primavera se puso el foco en el sistema sanitario, mientras que ahora se están poniendo más en perspectiva los riesgos sanitarios, y también los económicos. Por ello podemos esperar que la crisis sanitaria actual no terminará siendo una crisis económica de larga duración.

Eso sí, la política económica y la posibilidad de que se cometan errores políticos es el factor de riesgo que hay que vigilar para poder determinar cómo será la nueva normalidad en el crecimiento económico después de la crisis.

Todas las crisis son catalizadores de transiciones que ya se estaban estableciendo, como es el caso de la transición energética y, en particular, la llegada de los coches enchufables y el rechazo a los motores de combustión. La energía limpia es, en cada vez más lugares del mundo, la fuente de electricidad más competitiva que existe. Esto hace que cada vez sea más sencillo para los Gobiernos comprometerse eliminar las emisiones de gases con efecto invernadero.

En relación a lo anterior, las inversiones sostenibles han seguido ganando peso en 2020. La pandemia ha destacado la importancia de cuestiones sociales, lo que ha apoyado el crecimiento de las inversiones sostenibles en los últimos meses.

Esta crisis es, además, un catalizador que servirá para reforzar la resiliencia del sistema sanitario, que se construirá en base a una mayor adopción y aceptación de las soluciones sanitarias digitales. En definitiva, el mundo que dejará en herencia el Covid-19 no será el mismo que existía antes de la llegada de la enfermedad. Será diferente, como ocurre después de todas las crisis, pero ni tan bueno como se puede llegar a esperar ni tan malo como se puede llegar a temer.

David Kohl es ‘Chief economist’ de Julius Baer

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