Un acuerdo comercial en Asia que es consecuencia de la retirada de EE UU
¿Pueden cambiar las relaciones con China con Joseph Biden como presidente? Puede que en las formas, pero no en los problemas de fondo
El Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP), en inglés, es un acuerdo comercial al que se han adherido 15 naciones de Asia-Pacífico. Se ha destacado su importancia porque los firmantes aglutinan el 29% del PIB mundial. Y porque está China, siempre coprotagonista de las disputas comerciales, pero no están ni EE UU ni India. Han firmado países aliados de EE UU, como Corea del Sur, Australia y Japón. Tiene mayor enjundia ver quiénes firman que el acuerdo en sí mismo, que es limitado en su alcance. Puestos a estimular el libre comercio internacional, al menos en esa zona del planeta, era más ambicioso el TTP impulsado por Barack Obama en 2016 porque reducía mucho más los aranceles.
En 2017, Trump anuló el tratado, “dejando paso libre a China”, escribió Richard Haas en A World in disarray: American Foreign Policy and the Crisis of the Old Order. Haas fue presidente del Consejo de Relaciones Internacionales de EE UU y su tesis coincide con la del ex secretario de Estado y asesor de Seguridad Nacional, Henry Kissinger expresada en sus obras: China y World Order.
Para Haas y Kissinger, el comercio internacional, el comercio con China, las relaciones económicas, comerciales, financieras entre los países de Asia-Pacífico, entre esos países y China, entre esas naciones y EE UU y, en última instancia, entre China y Estados Unidos no son un hecho aislado de la economía global. Son una parte esencial del puzle que compone el orden mundial. Kissinger y Haas son republicanos, pero no estuvieron de acuerdo con el enfoque de Trump en sus relaciones con China. Haas, como asesor de Colin Powell, secretario de Estado con George Bush en su primer mandato, y Kissinger, como asesor de los presidentes Nixon y Ford, invirtieron mucho tiempo en la normalización de las relaciones con China. Especialmente Kissinger, quien las inició.
La teoría de Kissinger y Haas es sencilla: si EE UU se retira de Asia, perderá su influencia en la región a favor de China. Es lo que ha sucedido con el RCEP. Aunque el problema de fondo ya venía de lejos: si se comparan las relaciones de todos los países que han firmado el acuerdo en términos de con quién –China o Estados Unidos– tienen más estrechos vínculos comerciales, resulta que China vende más productos a todos y cada uno de esos países que EE UU. Y ya son cinco años (2015-2020), según la Organización Mundial del Comercio, en que esto es así. El Tratado de Libre Comercio de Obama en Asia-Pacífico, con mayor bajada de aranceles, garantizaba que EE UU seguía teniendo influencia comercial y económica en Asia. Y militar porque, desde la Segunda Guerra Mundial, EE UU se encarga de proteger militarmente a Japón y Australia y, desde la finalización de la Guerra de Corea (1953), América hace lo mismo con Corea del Sur.
La política de Trump, en ambos casos, ha inclinado la balanza a favor de China en detrimento de la influencia de EE UU en la región. Primero, Trump desarboló el TTP de Obama, echando a sus aliados en brazos chinos. Desde la perspectiva americana, que Australia, Japón y Corea compren más componentes electrónicos y petróleo a China que a EE UU es una tragedia. Al menos, para las empresas que venden. Igualmente, cuando Trump obliga a pagar por su seguridad a coreanos, australianos y japoneses y estos remolonean, la decisión de retirar tropas norteamericanas de esos países tiene fuertes consecuencias. Primero, esos países se sienten desprotegidos, tras 70 años de protección militar estadounidense. Segundo, China sigue construyendo islas artificiales en el mar del Sur de China. Tercero, los aliados de EE UU pueden verse en un dilema difícil de resolver si, dado el caso, tuviesen que escoger entre apoyar militarmente (o en inteligencia/espionaje, conflicto diplomático, etc.) a EE UU y China. En principio, son países aliados de América, pero quien les provee de materias primas es China.
Retirarse, económica y militarmente de Asia tiene consecuencias nefastas para EE UU en el medio y largo plazo. Tras la firma del RCEP (domingo, 15 de noviembre), Australia y Japón firmaron un acuerdo militar de defensa mutua frente al expansionismo chino. Es solo una pose simbólica porque las Fuerzas Armadas de ambos países son insignificantes comparadas con las de China.
¿Cambiarían las cosas con Joseph Biden como presidente de EE UU? Quizá, en las formas, pero los problemas de fondo serían los mismos. Biden, en campaña electoral, fue muy crítico con China y con su presidente, Xi Jinping, a quien llamó de todo menos bonito (febrero de 2020). WSJ y The Economist, por separado, han recopilado las declaraciones de Biden sobre China en sus 47 años en Washington y son mayoritariamente negativas hacia China. Los chinos han tomado nota de que uno de los lemas electorales de Biden fue Buy American, al igual que prometió devolver la producción y los puestos de trabajo manufactureros de China a EE UU.
Comercio, producción, influencia militar… y la guerra tecnológica. Como ha destacado Biden, China sigue robando propiedad intelectual americana y compite injustamente con EE UU al primar sus empresas tecnológicas (Alibaba, Tencent –WeChat, Tik-Tok–, Xiaomi, Huawei) y penalizar a las estadounidenses (Apple, Google, Facebook, Amazon, Microsoft). Igualmente, en “la guerra de los chips”, que sufren Intel y Qualcomm.
La retirada de EE UU de Asia que ha provocado el nacimiento de este acuerdo comercial es un ejemplo extensible a situaciones similares en Europa y en Iberoamérica. Biden podría revertir la tendencia: América es el 25% del PIB mundial y tiene el Ejército más poderoso del planeta.
Jorge Díaz Cardiel es Socio director de Advice Strategic Consultants, autor de ‘Hillary vs. Trump’, ‘Trump año uno’ y ‘Trump, año de trueno y complacencia’