Fusiones bancarias defensivas ante el reto tecnológico
La fusión de BBVA y Sabadell tiene ingredientes suficientes para el éxito a corto plazo, pero la clave del sector está en una nueva estrategia disruptiva para el futuro
Otoño movidito en el sector bancario español. Una nueva e intensa ola de fusiones parece estar en marcha. Ya son tres las operaciones corporativas aprobadas o en estudio. La última de ellas, anunciada en la tarde del lunes, la de BBVA y Banc Sabadell. Antes fue la de CaixaBank y Bankia, ya refrendada por sus órganos de gobierno, y la de Unicaja Banco y Liberbank, aún no culminada. Algo está empujando a las entidades a buscar cómo ganar dimensión y fortalecer sus balances.
El sistema bancario lleva más de 12 años en transformación. Incluso se podría definir como convulsión. La crisis financiera de 2008 y sus repercusiones, con una amplia batería de regulaciones –no siempre certeras, pero que corrigieron algunos excesos y deficiencias–, y actuaciones supervisoras han ido reduciendo el que había sido el campo natural de acción de las entidades financieras. Entre otras, aumento de recursos propios, reestructuración de actividad y capacidad operativa, enajenación de activos y reducción de exposición a otras áreas geográficas y divisas. Por si fuera poco, la política monetaria ultraexpansiva de la última década, con tipos de interés reducidos o negativos, y la aparición de nuevos competidores –sobre todo, tecnológicos– han erosionado significativamente la rentabilidad de la intermediación financiera, en particular en la eurozona. Se ha reflejado en el valor de sus acciones. Los inversores no ven hoy que la rentabilidad vaya a aumentar significativamente pronto. El sector está penalizado en los mercados de renta variable, independientemente de algunos movimientos al alza en las últimas semanas.
A pesar de los esfuerzos de los bancos por redefinir su negocio y ser más disruptivos para crecer, los logros aún son modestos e insuficientes. El sector sigue bajo presión en Bolsa. No obstante, hay operaciones interesantes por parte de los bancos españoles de adquisición de negocios digitales y plataformas, como es el reciente caso de Banco Santander, comprando activos digitales a la firma alemana Wirecard por 100 millones de euros.
A estos retos se ha sumado la pandemia y sus devastadoras consecuencias sanitarias y económicas. A los ya comentados riesgos de largo plazo se han unido otros de corto plazo: recesión, disminución de la calidad de los activos y probable aumento significativo de la morosidad. Las autoridades supervisoras reaccionaron con flexibilidad, suavizando temporalmente la contabilización de préstamos morosos y dudosos y las exigencias de solvencia. Algunas de esas autoridades, en particular el Banco Central Europeo, están siendo beligerantes para promover las fusiones y adquisiciones como respuesta a este entorno tan incierto. También como modo de reducir el exceso de capacidad operativa del sector en la eurozona, siendo España un claro ejemplo en este sentido a pesar de la reestructuración de la última década. En esa dirección, el BCE tomó una decisión que alentó a los bancos a “reconocer una ganancia contable” del fondo de comercio negativo o badwill para estimular las integraciones bancarias en la zona euro. En mi opinión, este estímulo ha sido un factor que explica, en parte, los procesos de fusión en marcha, y en particular, el estudio de la integración de BBVA y Banc Sabadell.
Este es un momento de la verdad (moment of truth) del sector financiero, que debe seguir siendo proactivo y disruptivo para reinventar su negocio y estrategia, como hicieron acertadamente los grandes bancos españoles hace dos décadas con una expansión sin precedentes en Latinoamérica, Estados Unidos y Europa. Su modelo minorista triunfó. Hoy toca otra estrategia disruptiva que pasa por lo digital. Y está lejos de culminar.
Mientras llega ese momento, los bancos están siguiendo estrategias defensivas de fusiones –fundamentalmente a escala doméstica– para reforzar su dimensión y fortalecer su posición competitiva ante los gigantes tecnológicos (Amazon, Google, Ant Financial, entre otros) y las fintech, que van a seguir erosionando su negocio financiero y de pagos. La dimensión también ayudará a aumentar ingresos –aunque sea con márgenes tan reducidos– y a encajar mejor los efectos negativos de la pandemia. Lo ideal serían las fusiones transfronterizas, pero ahora aportan menor valor ya que, a diferencia de las nacionales, donde hay muchos solapamientos, no permiten la reducción de costes operativos con cierre de oficinas y desvinculación de parte del personal.
En un lapso de menos de diez horas, algo sin precedentes, BBVA anunció el lunes primero la venta de su filial en Estados Unidos por un montante cercano a los 10.000 millones de euros y luego, el comienzo de negociaciones con Banc Sabadell para una fusión. BBVA hacía caja con uno de sus negocios geográficos que, junto a los de Latinoamérica, tanto había contribuido a su rentabilidad y a resistir mejor que otros los embates de la anterior crisis financiera. Parecía vincular la obtención de recursos con una posible operación corporativa doméstica. Perdía balance en dólares y los ganaba en euros. También en libras esterlinas, por los activos de Banc Sabadell en el Reino Unido. El mayor interrogante de la doble operación, en mi opinión, está en las razones para aminorar ahora una diversificación en dólares para concentrar más riesgos en su moneda mayoritaria, el euro. Con el tiempo conoceremos el porqué.
La fusión permitirá ganar una dimensión interesante en el contexto competitivo actual. Ayudará a alcanzar eficiencias con la reestructuración –apoyadas en la contabilización del badwill. Hay dos buenos equipos gestores involucrados. Hay ingredientes suficientes para el éxito de la operación. Permitirá ganar tiempo y fortalecerse para los desafíos de corto plazo, pero para los de largo –una nueva estrategia disruptiva y crecimiento del negocio– hará falta mucho más.
Santiago Carbó es Catedrático de Economía de la Universidad de Granada, director de estudios financieros de Funcas y colaborador de Cunef