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Reflexiones pos-COVID-19: ¿cómo será nuestra jubilación?

El impacto del coronavirus en la proyección demográfica y el envejecimiento de la población vuelven a poner sobre la mesa la necesidad de planificar el retiro con complementos a la pensión pública

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No hay variable que se analice que escape del impacto de la crisis sanitaria. Si analizamos la evolución demográfica, vemos cómo a la incertidumbre que habitualmente rodea a las perspectivas de población se suma el efecto de la COVID-19 y eso obliga a replantear algunas de las hipótesis de la evolución futura.

Es el caso de las proyecciones de población 2020- 2070 avanzadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en las que se han tenido en cuenta la sobremortalidad registrada hasta el pasado mes de julio y la reducción de las migraciones a causa de la pandemia. Según este análisis, el coronavirus provocará este año un incremento de las defunciones de 51.513 personas, que irá aparejado a un descenso de la esperanza de vida en hombres y mujeres.

El trabajo estadístico apunta también a una disminución de los movimientos migratorios, rompiendo con la tendencia positiva iniciada en 2016. Así, aunque el saldo será positivo y en 2021 se prevé un paulatino aumento, no se alcanzarán los niveles previos y la población crecerá “más lentamente de lo previsto en proyecciones anteriores”, según el INE.

Nacer en plena crisis

No se prevé “ningún impacto en los nacimientos, dado que no hay aún evidencias de ningún tipo”, consideran desde el organismo público. Sin embargo, las perspectivas no son halagüeñas. “Un indicador que nos da una pista es el desmoronamiento en el número de celebraciones de bodas que se ha dado este año. De todas formas, debemos decir que llueve sobre mojado”, explica Pau Miret, investigador del Centro de Estudios Demográficos y profesor colaborador de los Estudios de Arte y Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

La natalidad en España “venía siendo de las más bajas del mundo” y “la pandemia la habrá hundido completamente”, subraya. Y “pese a que no tenemos datos aún”, un parón económico como el que se está padeciendo hace prever para este 2020 “una de las tasas de natalidad históricamente más bajas: nunca habrán nacido menos niños y niñas en España como en el año en curso”, augura.

El aumento de la mortalidad sí que es un fenómeno absolutamente nuevo, advierte, porque España en particular, y Europa en general, “llevaba gozando de incrementos significativos en la esperanza de vida desde hacía décadas”, destaca Miret. E igual que la incidencia de la COVID-19 en el número de fallecimientos continuará mientras dure la epidemia, el investigador considera que los flujos migratorios permanecerán en suspenso debido a las razones económicas y las restricciones en la movilidad.

Menos cotizantes

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El efecto más inmediato de estos cambios demográficos se aprecia en la contracción en el número de cotizantes procedentes de otros países, cuando “Europa y España necesitan inmigrantes. Sino nos pasará lo mismo que en Japón”, que cuenta con una sociedad envejecida “donde la estructura demográfica es una pirámide invertida”, advierte Jordi Fabregat, profesor del Departamento de Economía y Finanzas de ESADE.

El frenazo de la llegada de población activa por la crisis agrava el problema que ya existía en el sistema de pensiones, “sobre todo teniendo en cuenta que el número de pensionistas prácticamente va a duplicarse hasta 2050, pasando de los más de ocho millones que tenemos ahora a los 16 millones”. Por ello, vaticina el experto, en 20 años “no habrá suficientes activos trabajando para poder mantenerlos”.

Miedo a gastar

La sensación de incertidumbre, riesgo e inseguridad generada por el coronavirus mantiene “anestesiada” la economía, describe Fabregat, a falta de conocer “la magnitud de la tragedia que no veremos hasta que acaben los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) y se conozcan sus efectos sobre el paro”.

Esta percepción ha provocado un drástico descenso del consumo y un incremento del ahorro familiar fundamentalmente en cuentas corrientes. “La gente ha dejado de gastar, lo que no quiere decir que haya invertido a largo plazo. No quieren asumir nada de riesgo en el mercado de renta variable ni de renta fija, que no está dando nada”, señala el profesor de ESADE.

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De semejante opinión es Fernando Castelló Sirvent, economista, profesor de ESIC Business & Marketing School y director de Castelló Consulting. Si bien en estos momentos no se produce una crisis crediticia, “tras el proceso inicial de hibernación forzada de la economía, la incertidumbre a corto y medio plazo hace que los ciudadanos y las empresas hayan entrado en inercias que podríamos denominar como ‘a la espera’, caracterizadas por la racionalización de ciertas estructuras de gastos, el aumento de su propensión al ahorro, en las últimas semanas, una reformulación de muchos proyectos de inversión”.

La edad crítica de los baby boomers

El INE pronostica que España alcanzará los 48 millones de personas en 15 años, con un crecimiento de la población que no llegará al millón de personas. Pero este incremento no tendrá su origen en los nacimientos (el 66,8% de los habitantes del país en 2070, frente al 85,2% actual), sino a la inmigración.

La proyección estadística señala también una caída crítica de las personas activas. “La población de entre 20 y 64 años, que actualmente supone el 60,8% del total, pasaría a representar el 51,9% en 2050. En 2070 se recuperaría, en parte, hasta el 54,4%”, prevé.

Esta será una de las consecuencias más llamativas de la jubilación de los baby boomers, la generación española que provocó un auténtico estallido demográfico en España y que hoy se sitúa entre los 43 y los 63 años. Eso significa que dentro de dos o cinco años comenzarán a jubilarse y será entonces cuando se agrave, realmente, el problema de las pensiones, aventura Concepció Patxot, experta en el sistema de pensiones de la Facultad de Economía y Empresa de la Universitat de Barcelona (UB).

“Es una generación numerosa que ha tenido pocos hijos y tendrá una mayor esperanza de vida que sus ascendientes. Tenemos un ciclo demográfico crítico que durará más de 20 años. Es cierto que, lamentablemente, la crisis de la COVID-19 reduce el gasto, pero también, en gran medida, el número de cotizantes”, insiste la experta de la UB. “Pasaremos 30 años complicados”, coincide Fabregat, y “parece claro que también el conjunto de Europa, donde en vez de 500 habrá 400 millones de personas”.

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Por qué complementar la pensión

La tendencia demográfica, la contracción del gasto y la bajada de los ingresos de la Seguridad Social invitan a planificar la jubilación. “Una buena idea para las personas que se puedan permitir ahorrar es contratar un plan de pensiones”. Concepció Patxot, especialista en pensiones de la Facultad de Economía y Empresa de la UB, cuenta que el sistema de reparto funcionaba muy bien cuando se introdujo en Europa porque la población estaba creciendo, pero debido al cambio demográfico, en buena parte previsible, “surgirán los problemas cuando se jubilen los baby boomers y se invierta la pirámide”.

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“El superávit alcanzado con las cotizaciones de esta generación comenzó a acumularse en el año 2000, en la denominada hucha de las pensiones”, recuerda, pero “anteriormente se utilizaban los ingresos para cubrir otros gastos y la hucha la agotamos en la crisis financiera”. Por ello, considera que la capitalización es un buen complemento porque permite la diversificación, con una parte de la jubilación procedente del sistema de reparto y otra del ahorro que, por otra parte, tiene beneficios en la economía porque genera capital.

Junto al reto demográfico, con una mayor longevidad de las generaciones actuales y futuras y unas tasas de natalidad “muy alejadas de niveles óptimos, viene a sumarse la reforma de las pensiones, fruto del inminente acuerdo en el Congreso de la Comisión Parlamentaria del Pacto de Toledo”, señala Castelló Sirvent, profesor de ESIC Business & Marketing School, quien considera que “la sociedad debe situarse en una posición intermedia entre dos puntos extremos: por un lado, incrementar de forma progresiva el poder adquisitivo de las pensiones actuales y futuras o, por el otro, en el extremo opuesto, limitar las mejoras adicionales de las pensiones actuales y, en particular, tender hacia un marcado decaimiento del poder adquisitivo de las pensiones futuras”.

En este contexto, añade, “un gran número de ciudadanos, fundamentalmente nacidos en los años setenta y ochenta, comienza a plantearse complementar su pensión prevista para dentro de unas décadas con planes de pensiones privados o con toda una variedad de instrumentos de ahorro alternativo que permitan reducir la incertidumbre futura”.

Jordi Fabregat, profesor del Departamento de Economía y Finanzas de ESADE, coincide en la idoneidad de contratar planes de pensiones. Dependerá de “la situación fiscal de cada uno, pero sí es interesante comenzar a ahorrar para la jubilación. Donde se tenga claro que no se tiene que tocar el dinero hasta que llegue ese momento, ya sea invirtiéndolo en planes de pensiones o en fondos de inversión u otros mecanismos”.

A este respecto, ESADE y Mercer han publicado su tercer estudio con perspectivas a 10 años comparando fondos de inversión libres, planes de pensiones individuales y planes de pensiones de empresa y, según han concluido, los dos primeros “tienen una rentabilidad parecida con niveles de riesgo semejantes, mientras que los planes de pensiones de empresa, básicamente por tener comisiones de gestión más bajas, permiten ganar aproximadamente un 1% más anual, revela el análisis.

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