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De ahorrador a inversor, el cambio que te conviene. Conoce las razones y cómo hacerlo

Con los tipos de interés en mínimos históricos, es necesario buscar productos financieros rentables y capaces de batir la inflación

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Ahorrar no es lo mismo que invertir. La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) señala que la diferencia radica en el producto elegido, el nivel de riesgo, la rentabilidad y las ventajas e inconvenientes que ofrecen. Todo esto se debe tener en cuenta a la hora cambiar de perfil financiero si así se decide.

Cuando se ahorra se hace con el fin de tener un remanente para imprevistos o necesidades a corto plazo, para lo que normalmente se utilizan depósitos a plazo y libretas de ahorro. No existe riesgo de perder el capital hasta un límite (el Fondo de Garantía de Depósitos cubre hasta 100.000 euros por titular), se acumulan intereses que de antemano se conocen y el dinero se puede recuperar fácilmente en caso de necesidad. “Como el riego es mínimo, la rentabilidad es baja, y a veces menor que la inflación”, destaca la CNMV.

Por el contrario, el inversor busca obtener un crecimiento a medio y largo plazo a través de diferentes productos financieros como la renta variable, la renta fija (letras, bonos y obligaciones) y los fondos de inversión; cada uno tiene un riesgo diferente. La rentabilidad se consigue a través de los intereses, la revalorización del capital y los dividendos. El mayor inconveniente es que existe la posibilidad de que no se gane nada e, incluso, de perder el capital.

El principal motivo para replantear el perfil y pasar de ahorrador a inversor obedece al escenario actual de tipos de interés, en mínimos históricos desde hace años y con visos de que permanecerá así durante mucho tiempo. “Cuando el mercado ofrecía tipos de interés a plazo fijo en torno al 3% o el 4%, para un ahorrador convencional no tenía sentido explorar alternativas con rentabilidades similares o más elevadas, y tampoco la diversificación; estaba claro: había una rentabilidad asegurada y a un plazo conocido”, explica Ricard Balcells, director del segmento de banca personal de Banco Sabadell.

A este escenario de escasa o nula rentabilidad de los depósitos se une un elemento más en contra del ahorrador: la inflación o la subida de los precios. “Los ahorradores están perdiendo poder adquisitivo porque, además, hay que sumar las comisiones que lleva aparejadas el producto. Toda inversión debe tener como objetivo batir la inflación o, al menos, igualarla”, señala Javier Rivas, profesor de EAE Business School. “En este momento no hay ningún activo sin riesgo que ofrezca rentabilidad positiva”, añade.

Cómo dar el paso

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En el mercado existen alternativas adecuadas para cada perfil de cliente: desde los más conservadores hasta los más arriesgados. Pero, antes de tomar cualquier decisión, conviene tener en cuenta algunas cosas. “El primer paso que debe darse es el de entender cuál es la situación actual del mercado y las perspectivas de futuro; se debe empezar por aceptar que las épocas gloriosas en términos de rentabilidad asegurada han quedado atrás y asimilar que se deben hacer cosas diferentes si se quiere ver un crecimiento del ahorro”, recomienda Balcells.

Para esto, es necesario familiarizarse con los productos o las opciones que se tienen al alcance. “No se puede cambiar la filosofía de un ahorrador sin previamente hacer una buena labor de formación para que sepa evaluar y comprender la relación entre rentabilidad y riesgo, que es muy importante”, afirma Javier Niederleytner, profesor del Máster en Bolsa y Mercados Financieros del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB).

Este aspecto es clave. Durante la crisis financiera de 2008 afloraron varios casos a escala internacional en los que el cliente se vio atrapado en productos en los que había invertido sin entender en qué consistían.

Una solución sería recurrir a un profesional. De hecho, para Santiago Satrústegui, presidente de la Asociación Española de Asesores y Planificadores Financieros (EFPA) de España, esa sería la principal recomendación para quienes van a dar el paso de convertirse en inversores. “Siempre se necesita que un experto guíe a la hora de seleccionar el producto adecuado”. Y añade que “un asesor financiero certificado puede acompañar en todo el proceso de selección de los activos o la elaboración de una cartera de inversión, tras analizar las circunstancias personales, el perfil de riesgo y el horizonte temporal”.

En ese sentido, Ricard Balcells, de Banco Sabadell, recuerda que con la entrada en vigor de la Directiva sobre Mercados de Instrumentos Financieros, conocida por sus siglas en inglés como MiFID (Markets in Financial Instruments Directive) “existe una máxima protección del usuario a la hora de ser asesorado en productos de ahorro e inversión”.

Los productos a los que puede acceder el ahorrador que pasa a ser inversor son diversos: renta variable, renta fija, fondos, divisas, materias primas…, de cualquier mercado internacional.

Para minimizar el riesgo, Balcells propone “diversificar [no depositar todo el dinero en un mismo producto], ajustar la inversión al perfil de riesgo, mantener la inversión en el plazo recomendado, ser constante, realizar aportaciones periódicas y empezar cuanto antes”.

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La edad es un factor clave. Así lo explica Rivas: “A partir de los 55 o 60 años el periodo que queda para la jubilación es corto. Cualquier pérdida en este caso puede afectar mucho”, manifiesta. Cuanto más joven se es, más riesgo se puede asumir a cambio de obtener una mayor rentabilidad.

Satrústegui aconseja “mantener la paciencia a la hora de recoger los frutos de la inversión y no consultar cada día la evolución que está siguiendo, ya que puede provocar dudas y toma de decisiones precipitadas”.

El profesor de EAE Business School, por su parte, considera que hay que ampliar el abanico de alternativas y sopesar también la inversión en inmuebles. “Una vivienda en alquiler está ofreciendo una rentabilidad media de entre el 3% y el 4% anual”, apunta.

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El escenario de tipos en mínimos y rentabilidades nulas va calando poco a poco entre los ahorradores. Las últimas estadísticas de Inverco sobre el patrimonio financiero de las familias españolas muestran que los depósitos y el dinero en las cuentas bancarias representaban el 46,5% del total en 2010, frente al 40,4% del primer trimestre de 2020 (en el que hay que tener en cuenta que la pandemia propició el ahorro), mientras que los fondos de inversión han pasado de tener un peso del 6,3% al 9% en el mismo periodo.

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A pesar del cambio, algunos expertos alertan de que sigue habiendo falta de educación financiera, de ahí la necesidad de buscar asesoramiento. Javier Rivas, de EAE, opina que “todavía mucha gente invierte en productos, como los fondos mixtos, pensando que son de ahorro”.

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