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El Foco
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La Tierra también quiere recuperar la salud

La solución deberá ser una suma de soluciones: compromisos firmes de ciudadanos, gobiernos y empresas

La Tierra celebró su día de fin de año el pasado 22 de agosto. Cuatro meses y medio antes de que oficialmente termine 2020, los seres humanos ya habíamos consumido todos los recursos naturales correspondientes al ejercicio en curso. Sin embargo, fue tres semanas y media más tarde que en 2019, cuyo día de la sobrecapacidad se alcanzó el 29 de julio. Este retraso quiebra una tendencia de retroceso, pero es fruto de un hecho excepcional: el parón económico provocado por la pandemia de la Covid-19.

El Foro Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) advierte de que en la actualidad la Humanidad requiere 1,75 planetas Tierra al año para vivir, frente al año 1970, cuando los recursos naturales duraron hasta el 23 de diciembre. El país con una huella ecológica (indicador que mide el impacto ambiental generado por la demanda de recursos) más grande es Estados Unidos, con un consumo de recursos que equivale a cinco veces su tamaño, seguido por Australia y Rusia, con 4,1 y 3,2 veces, respectivamente. Estas cifras nos indican que los actuales niveles de consumo de recursos naturales son insostenibles.

Muchos habitantes del planeta, sobre todo en los países desarrollados, creen que la tecnología casi por sí sola resolverá el problema. Sin embargo, esto no es así y mientras esperamos que lo artificial se ocupe de lo natural, el calentamiento global sigue acelerándose y apuntando hacia subidas del nivel del mar que pueden borrar del mapa a miles de áreas costeras. La solución deberá ser la suma de soluciones, es decir, compromisos firmes por parte de ciudadanos, gobiernos y empresas.

Para un habitante de la Tierra, aunque estas soluciones puedan parecer inabordables por su dimensión, son realmente posibles transformando su conducta individual en una tendencia colectiva. Por ejemplo, si redujésemos a la mitad la cantidad de alimentos que desperdiciamos (300 millones de toneladas de comida al año terminan en la basura, según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente), ese sencillo hecho permitiría retrasar el día de la sobrecapacidad unos 11 días.

En el ámbito de los gobiernos ya sería un paso enorme que se cumpliese el Acuerdo de París, cuyo objetivo básico es evitar un aumento de dos grados en la temperatura global. La cumbre del clima celebrada a finales de 2019 en Madrid limitó este crecimiento a 1,5 grados y puso el acento en la urgencia. El mayor avance ha venido de la mano de los países de la Unión Europea, que se han comprometido a ser neutros en carbono en el año 2050.

Finalmente, las empresas se han convertido en agentes medioambientales de primer orden. Así lo quieren sus empleados. Nuestros datos revelan que el 71% de los empleados considera la responsabilidad medioambiental de gran importancia, ya sea en sus trabajos o en su vida personal, y un 78% cree que unas credenciales medioambientales y sociales sólidas inciden drásticamente en la percepción de marca, fidelidad y rendimiento empresarial. La pandemia, a juicio del 65% de los encuestados, hará crecer esta presión interna para intervenir en el entorno social y natural.

Las generaciones X (nacidos entre 1965 y 1981), millenials y Z (o los postmillenial, nacidos entre 1994 y 2010), que ocupan un porcentaje cada vez mayor de la fuerza laboral, se muestran más concernidas por el desafío medioambiental que sus antecesores. Su visión apunta hacia modelos de liderazgo más emocionales con un alto componente de servicio a los demás, altruismo e impacto en su entorno.

Las empresas que se muestren reacias a responder a las expectativas de cambio estarán menos preparadas para progresar en un nuevo mundo caracterizado por un profundo compromiso y preocupación por la seguridad individual y el impacto medioambiental. El precio de la inacción será un menor atractivo de la marca para clientes, una mayor dificultad para atraer y retener talento y una rebaja en el valor de los activos intangibles. Eso sin contar con que la legislación imponga cargas tributarias mayores a las empresas que generan mayor huella de carbono.

No hay otra opción: empresas y líderes tienen que mojarse en temas medioambientales. La crisis sanitaria y económica provocada por el coronavirus Sars-CoV 2 nos ha recordado no solo nuestra vulnerabilidad individual, sino también la del sistema que soporta nuestro bienestar. Nuestra salud está directamente vinculada al entorno físico y medioambiental, del que debemos ocuparnos urgentemente porque muchos de sus ecosistemas están seriamente amenazados por la presión humana.

En el quinto aniversario de la aprobación de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) recordemos que la salud del planeta es también la salud de sus habitantes, de sus empresas y de sus instituciones.

Ernest Quingles es CEO de Epson Francia, España y Portugal

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