Un Brexit hipócrita que destruirá el honor de Reino Unido
Pese a la postura de Boris Johnson, una salida sin acuerdo de la UE sería malo para Europa, pero catastrófico para los británicos
La historia del Brexit se parece cada vez más a la serie de televisión House of Cards donde el protagonista principal, que personifica a un estratega sin escrúpulos en su afán por alcanzar el poder, no duda en manipular y mentir. Pero no se debe olvidar lo que decía Maquiavelo: “La naturaleza de los pueblos es muy poco constante: resulta fácil convencerles de una cosa, pero es difícil mantenerlos convencidos”.
En la página web de la Comisión Europea se puede leer el texto del Acuerdo de Retirada celebrado entre la Unión Europea y el Reino Unido donde se establecen las condiciones, de conformidad con el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea. Este entró en vigor el 1 de febrero de 2020, tras haber sido acordado el 17 de octubre de 2019. Michael Barnier, jefe negociador de la UE, manifestaba a la firma de dicho documento: «El Acuerdo de Retirada crea seguridad jurídica allí donde el Brexit generaba incertidumbre. Preserva los intereses de la Unión». Y añadía: “Este acuerdo es un paso imprescindible para crear un clima de confianza entre el Reino Unido y la UE; es un sistema viable construido para durar”.
Por su parte Boris Johnson, una vez más ha faltado a la verdad. Presentó el acuerdo como un gran triunfo, fue el lema central de su campaña electoral antes de las elecciones generales (12/2019), cuando manifestaba: “Quiero descartar los temores de que Gran Bretaña pudiera salir de la UE sin un acuerdo comercial”, añadiendo que él garantizaba absolutamente un acuerdo. Curiosamente manifestaba: “Uno de nuestros principales puntos de venta es nuestra firme adhesión y respeto por la ley, lo que convierte a Gran Bretaña en un socio comercial confiable y respetado y en un lugar seguro y justo para hacer negocios. El Estado de derecho es una de nuestras grandes exportaciones”.
El acuerdo consta de dos documentos principales: una declaración política (establece el marco de las relaciones futuras entre UK y la UE) y, además, un protocolo sobre la República de Irlanda e Irlanda del Norte (fundamental para el acuerdo de retirada, que actualmente es un tratado internacional de pleno derecho), cuyo objetivo es evitar que una frontera rígida regrese a la isla de Irlanda con el fin de resguardar tanto su economía como el Acuerdo de Viernes Santo (Belfast) en todos sus aspectos. Ello permitiría a Irlanda del Norte permanecer en el territorio aduanero del Reino Unido y, al mismo tiempo, beneficiarse del mercado único.
Sin embargo, ahora las intenciones del Gobierno británico son otras bien distintas ya que el acuerdo parece caer en saco roto. El proyecto de Ley de Mercado Interior, recientemente elaborado por el Gobierno de Boris Johnson, permitiría a los ministros modificar determinados aspectos del acuerdo de retirada, concerniente a Irlanda del Norte, así como las reglas sobre ayudas estatales y mercancías que viajan entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña, en el supuesto de fracasar las negociaciones con la Unión Europea. De este modo, el Gobierno tendría todo el poder para anular el acuerdo de retirada y cualquier otra ley de la UE o ley internacional. Además, dicho proyecto expresa claramente: “Determinadas disposiciones entrarán en vigor a pesar de la incoherencia o incompatibilidad con el derecho internacional o nacional”, lo cual viola el derecho internacional, ya que UK no puede unilateralmente modificar un acuerdo internacional por el cual cualquier nación se compromete a autolimitar su soberanía en los asuntos cometidos en el acuerdo. Precisamente en eso consiste cualquier tratado internacional. Como era de esperar, el proyecto ha provocado todo tipo de críticas generalizadas en todo el ámbito político que lo han tachado de “vandalismo jurídico”.
Resulta paradójico que UK, que es conocida en todo el mundo por ser el origen de la Carta Magna para el estado de derecho, intente ahora incumplir su palabra dada hace menos de un año, lo que es contraproducente e inaceptable. Si la palabra es un vínculo el pretender llegar a acuerdos comerciales con otros países resultará complicado por el daño desmedido a la reputación y la confianza internacional de Gran Bretaña.
Llegados a este punto hay que preguntarse: ¿Cuáles son los argumentos empleados para modificar lo acordado? Primeramente, Downing Street argumenta que el acuerdo se redactó a alta velocidad y apresuradamente. Hay que recordar que UK ha dispuesto de tres prorrogas y la última, que finalizó el 31 de enero de 2020, fue solicitada para dejar más tiempo para su ratificación. Por lo tanto, han tenido todo tipo de flexibilidad.
Por otra parte, Boris Johnson ha vuelto a acudir a la táctica que más rendimiento electoral le ha proporcionado: invocar el patriotismo y culpar de todos sus males a la UE. Justifica así su decisión: “Pretendo terminar con la ambigüedad y evitar interpretaciones irracionales y extremas por parte de la UE”. Ahora nos enteramos que los continentales somos personas irracionales, contrariamente a lo que sostenía Adam Smith.
En declaraciones a la BBC: “Nunca creímos seriamente que la UE estaría dispuesta a utilizar un tratado, negociado de buena fe, para bloquear una parte del Reino Unido, para dividirnos e imponer una frontera comercial a gran escala en el Mar de Irlanda que podría detener el suministro de alimentos desde Gran Bretaña a Irlanda del Norte”. La respuesta no se hizo esperar: Irlanda ha denunciado como “falsas” las acusaciones del primer ministro británico Boris Johnson de que la UE lo amenaza con un “bloqueo” en Irlanda del Norte. Continuamente Boris Johnson manifiesta que quiere un acuerdo como Australia con la UE, pero hay que destacar que Australia actualmente no tiene un acuerdo de libre comercio con la UE. Ambos están en negociaciones desde junio de 2018, y todavía no se ha llegado a un acuerdo definitivo.
Para desviar la atención de su gestión y en una demostración de fuerza el gobierno del Reino Unido anunció que había alcanzado un acuerdo comercial con Japón. La UE firmó su propio acuerdo de libre comercio con Japón en 2018 y el acuerdo del Reino Unido es muy similar. El comercio con Japón representa solo el 2% del total del Reino Unido (0,07% del PIB a largo plazo) mientras exporta a la UE el 50% e importan sólo el 8%. Geoffrey Cox, parlamentario y exfiscal general manifestaba: “Nosotros, el gobierno y el Parlamento británicos, hemos dado nuestra palabra. Nuestro honor, nuestra credibilidad, nuestro respeto por nosotros mismos y nuestra futura influencia en el mundo dependen de que mantengamos esa palabra”.
Por último, B. Johnson repite frecuentemente que los europeos somos sus amigos, pero no termina de entender que los pilares de la amistad se fundamentan en que la confianza para el futuro pasa por el respeto a todo lo que se ha firmado. Sería recomendable que pudiera leer algunas de las obras de Aristóteles. El filósofo griego dijo: “existen tres tipos de amistad, pero aquella que no se basa en la utilidad es la forma superior”. Por todo ello, sin una solución equilibrada y sostenible a largo plazo, aunque manifieste que un no acuerdo sería una buena salida para UK, va a ser malo para la UE, pero catastrófico para UK.
Vicente Castelló es Profesor de la Universidad Jaume I y miembro del Instituto Interuniversitario de Desarrollo Local