Inversiones alternativas: ¿qué debo tener en cuenta?
Desde el private equity, al inmobiliario o las infraestructuras, los activos alternativos nos permiten diversificar nuestra inversión. ¿Cuáles son sus características?
Las inversiones alternativas han ido ganando adeptos en los últimos años. El entorno de bajos tipos de interés en el que nos encontramos -y en el que previsiblemente seguiremos durante los próximos años- ha hecho que muchos inversores exploren nuevas vías para conseguir rentabilidad y que lo hagan, además, huyendo de los activos cotizados tradicionales.
Si bien hay inversores que recelan de la bolsa en años como el actual -con las caídas generalizas que vimos por el impacto del coronavirus- hay otros que, tras un ejercicio muy bueno, como fue el 2018, piensan que es hora de recoger beneficios porque las valoraciones están muy ajustadas.
El miedo al impacto que hechos como la salida de Reino Unido de la Unión Europea, las tensiones comerciales entre Estados Unidos y, ahora, el COVID-19, pueda tener en los mercados ha llevado a muchos inversores a buscar activos que no correlacionen con el mercado, con vistas a evitar los episodios de volatilidad y no sufrir con las noticias que impactan negativamente en las bolsas, buscando, también, una mayor diversificación para su dinero.
¿Qué son los activos alternativos?
Las inversiones alternativas abarcan muchos tipos de activos y, aunque el private equity, el inmobiliario o las infraestructuras son las más populares, también podemos hablar de materias primas o deuda privada, así como de la inversión en arte, joyas o coches, entre otros.
La realidad es que no hay una definición exacta sobre qué inversiones pueden considerase alternativas. La ‘norma’ nos dice que hablamos de activos alternativos cuando no hacemos referencia a los productos financieros tradicionales como acciones, bonos, obligaciones y demás.
El denominador común que tienen los activos alternativos es que no correlacionan con los activos tradicionales y, por ende, con los mercados financieros, lo que permite al inversor tener su patrimonio más diversificado y estar al margen de lo que haga el mercado, accediendo, además, a una nueva fuente de rentabilidad que no sería posible obtener con las inversiones tradicionales, y con buenos retornos, tanto en momentos alcistas como en bajistas, tal y como explican desde la consultora Preqin.
Otro aspecto que comparten es que son pocos líquidos, ya que suelen negociarse a través de transacciones privadas, es decir, fuera de los mercados organizados y, también, que son activos más complejos que requieren un mayor grado de conocimiento y especialización para invertir en ellos.
Todo ello hace que, para el inversor, los activos alternativos tengan sus pros y sus contras. Del mismo modo que la diversificación es un atractivo para el inversor, la falta de liquidez puede suponer un riesgo. El hecho de que sean productos más ilíquidos obliga al inversor a realizar un análisis de su situación financiera y patrimonial -para analizar qué porcentaje de su patrimonio financiero puede destinar a este tipo de activos- y a pensar en el futuro para ver si ese dinero que quiere invertir, por ejemplo, en un fondo de private equity, lo va a necesitar en el corto plazo o no.
Radiografía del mercado
Las cifras nos demuestran que la inversión alternativa ha llegado para quedarse. Desde Preqin explican que las inversiones en activos alternativos han experimentado un fuerte crecimiento en los últimos años, llegando a alcanzar los 10.310 billones de dólares en activos bajo gestión en 2019, con una previsión de llegar a los 14 billones para el año 2023.
¿Qué podemos esperar en los próximos meses? Si bien es cierto que con el COVID-19 muchas operaciones se han paralizado, de la encuesta que realizó Preqin en junio se desprende que la mayoría de los inversores -el 63 % de los encuestados- no van a cambiar el importe que tenían comprometido para este tipo de activos más allá del 2020, mientras que el 29% de los inversores encuestados señaló que tenía intención de incrementar su inversión.