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El Covid-19 obliga a reflexionar sobre el papel al que han sido relegados los mayores

La crisis sanitaria ha puesto de manifiesto la fragilidad del sistema de cuidados para los colectivos vulnerables

GETTY IMAGES

No pasa nada, el virus solo afecta a la gente mayor. La frase se escuchó hasta la saciedad en las semanas previas a que el Gobierno decretase el estado de alarma y los casos de Covid-19 diagnosticados se disparasen en España. Con el tiempo no solo se ha visto que la enfermedad puede afectar –y resultar mortal– a todos los grupos de edad, sino que también ha puesto el foco en el desprecio con el que se ha tratado la vida de los más mayores.

“Hemos visto que todo vale con tal de quitarle el miedo a la sociedad”, denuncia la directora ejecutiva de 60ymucho+, Ana Margarito, quien considera preocupante que se haya usado la premisa de que el virus afecta más a los ancianos como un mensaje tranquilizador. La emprendedora critica que cuando los recursos escasean se lleve a cabo una ética utilitarista: los recursos no se emplean en quienes más lo necesitan sino en aquellos con quienes más se puede conseguir. “Se trata la enfermedad, pero no a las personas”, insiste mientras asegura que estos días ha quedado al descubierto que la vida de todas las personas no tiene el mismo valor.

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La pandemia no solo ha puesto en evidencia una falta de empatía hacia los colectivos más vulnerables, sino que también ha sacado a la luz la pobreza del propio sistema de cuidados. Así lo cree el director de Deusto Business School, Iñaki Ortega: “La crisis sanitaria nos ha puesto ante el espejo, donde hemos visto reflejada la fragilidad de las instituciones de las que nos hemos dotado para hacer frente a la vejez y a la dependencia en esta etapa”. Un problema que va desde el modelo residencial, formado por macrorresidencias en las que el virus se ha extendido con rapidez, a las condiciones precarias de las personas, en su mayoría mujeres, que están a cargo de estos cuidados, continúa el directivo.

La ciudadanía se ha volcado estos días para tratar de suplir las carencias de esta estructura, aunque Ortega hace hincapié en que la caridad no es más que un parche. “La solidaridad ha surgido porque el sistema ha saltado por los aires. Estos gestos han puesto de manifiesto que el sistema no funciona”, reivindica. El docente ha promovido el manifiesto Ante la crisis del Covid-19: una oportunidad de un mundo mejor, en el que critica la crudeza con la que se está tratando a las personas en situación de fragilidad. A través del documento, los firmantes demandan la urgencia de construir una sociedad de los cuidados, así como de generar modelos de asistencia de larga duración.

El fundador de Adopta un Abuelo, Alberto Cabanes, también coincide en que esta crisis ha evidenciado algo que ya ocurría. “Hay muchas personas mayores que están solas. Ya lo estaban antes del Covid-19, pero parece que ahora nos hemos dado cuenta de que existen”, explica. La organización se dedica a conectar a los mayores con las nuevas generaciones. Ahora, ofrecen acompañamiento telefónico para que el confinamiento sea lo más llevadero posible.

Esta discriminación por edad responde, según Fernando Vidal, profesor de sociología en la Universidad Pontificia Comillas, a la mercantilización de la sociedad. “Salen de la etapa productiva y se les trata como si dejaran de aportar. Parece que lo que no produce no tiene valor, pero el trabajo contempla mucho más que la remuneración; se necesita un concepto de trabajo diferente”, prosigue.

En esta línea, el experto sostiene que los ancianos tienen mucho que aportar a la sociedad civil, especialmente cuando el tejido asociativo en España se ha debilitado tanto: ha pasado del 29% al 19% en los últimos años, y casi la mitad de este porcentaje corresponde a agrupaciones deportivas. Una cuestión en la que, también para Vidal, tiene mucho que ver el modelo de residencias. “Si estas fueran más pequeñas o, incluso, se pudiera atender a las personas en su propia casa, estarían menos excluidas, seguirían muy vinculadas a su entorno, a su barrio y a su familia”, comenta. Para el sociólogo resulta fundamental aumentar la densidad de la sociedad civil porque, después del Covid-19, será más necesario que nunca contar con gente que ayude a reconstruir la comunidad. “Hemos visto que descartamos a la gente con una facilidad en la que no habíamos reparado hasta ahora. Algo hemos hecho mal como sociedad si hay individuos que piensan que su vida vale más que la de las personas sin hogar, los inmigrantes o los mayores”, concluye.

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