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A fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Emitir deuda ahora que se puede y encomendarse al BCE

El bloqueo de la Unión Europea aconseja aprovechar la protección de Fráncfort y endeudarse para cerrar el agujero que la crisis hará en las finanzas públicas

Reuters

Si hay alguna institución que reacciona más tarde, mal y nunca que el Gobierno español a la crisis del coronavirus, es Europa. Tras varios cónclaves del Consejo Europeo para buscar una salida a la recesión que se avecina, no habrá solución, en el mejor de los casos, hasta dentro de quince días, cuando en tal plazo, como consideraba Keynes de largo, todos muertos. La demora parece ser que está justificada por el intenso debate que existe en las instituciones comunitarias para dar con la mejor manera de ayudar a los países a resolver sus problemas, tanto los generados por la epidemia sanitaria, como los que harán suturar las heridas en la economía. Pero en realidad esconde lo que nadie quiere reconocer: que la soldadura de la Unión es débil, y tiene más peso el provincianismo de cada Estado nación que el supuesto proyecto de EE UU de Europa que imaginaron las generaciones de la posguerra y que sigue sin cerrarse. Una circunstancia esta que estuvo a punto de costarle la vida en la crisis de la deuda en 2012 y que la llevará de nuevo a los cuidados intensivos ahora. La unión política se antoja cada vez más lejos, y sin ella parece complicado un compromiso de unión fiscal, con Tesoro único incluido, y hasta cabe preguntarse si no quedará también en el limbo per secula seculorum la unión bancaria, aún no sellada.

Lo cierto es que la semana pasada los jefes de Estado y de Gobierno que se telereunieron para buscar una solución europea a la crisis económica que se abre ante ellos solo llegaron a un acuerdo: que no están de acuerdo en como afrontarla. Pero del debate se desprende la inmensa sima que separa de nuevo al norte del sur, y, por tanto, qué puertas de salida no podrán utilizarse. No habrá emisión mancomunada de deuda para taponar el agujero fiscal que engendra el parón de la economía, por mucho que empuje en el empeño el coro de gobiernos sureños y sus gobernadores, y pese a que se incluya en tal sindicato de intereses a los franceses.

El consenso del norte se limita a permitir que los países del sur echen mano de los recursos del Mede, el fondo de rescate, tal como ya tuvo que hacer España en su día para financir la crisis bancaria. Los recursos son ingentes, pero el coste también. No el financiero, que apenas tiene, como se comprobó con los 100.000 millones que en junio de 2012 dispuso para sanear la banca; pero sí las contrapartidas exigidas. Los créditos del Mede crédito son, y como tales, además de tener que devolverse, llevan aparejado un memorando de entendimiento. Una serie de condiciones que afectan a toda la economía y que maniatan las decisiones de los gobiernos soberanos de los Estados nación. En el caso del rescate bancario, únicamente afectaban a la banca, pero condicionaban también la senda fiscal de los años siguientes, que necesariamente conlleva sacrificios nada fáciles. Tales condiciones se impusieron a Portugal, a Irlanda y en menor medida a España. Y también a Grecia, en la que respondía religiosamente la Syritza del neocominista Alexis Tsipras. No veo yo al neocomunista vicepresidente del Gobierno de España tragándose semejante sapo. No lo veo. Y no es nada conveniente, porque sigue habiendo mandatarios en Europa que tienen ganas de pasar a España la garlopa que no pudieron pasar en 2012 para limar las aristas de su gasto público.

La única alternativa que le queda a España, y a Italia y a cuantos países tienen las finanzas tiritando si son alcanzados de lleno por el Covid-19, es hacer el trabajo por su cuenta. Protegerse y hacer uso de la única ventana que le ha abierto la UE, cual es saltarse todos los corsés que presionan sobre el déficit fiscal. Y la única manera es incrementar su deuda en la cantidad que sea necesaria, puesto que aunque sea deuda española, contará con la protección del compromiso sin límites que ha hecho público el BCE con el euro, con el escudo del programa de compras sin medida anunciado. Si tal mecanismo ha servido hasta ahora para mantener bajo control los tipos de la deuda y evitar la ruptura del euro y proporcionar una correcta transmisión en igualdad de condiciones de la política monetaria (es el corolario tradicional del BCE), servirá en el futuro. Porque en paralelo a la desviación que pueda experimentar España, irá la de Italia, la de Portugal, la de Francia, y hasta la de los hombres más ortodoxos del continente que visten de negro: la de Alemania, la de Finlandia y la de Holanda.

Por tanto, señor Sánchez, no persista en algo que no puede ser porque es imposible: no habrá eurobonos. Limítese a emitir deuda soberana en una cantidad importante, ahora que los tipos del largo plazo son muy razonables y los del corto negativos, y el BCE proveerá. Ya se hizo una operación puntual la semana pasada con una emisión sindicada por siaca. El Tesoro debería insistir con nuevas operaciones y cebar la bolsa de ahorro para taponar el agujero negro que el parón económico hará en las arcas del erario en este año y seguramente el que viene.

Si en la operación, el mercado empujase la prima de riesgo de España a niveles de riesgo verdadero, Europa reaccionaría, porque, como decía aquel alto funcionario sobre el proyecto de la Unión, “no lo vamos a arreglar nunca, pero tampoco lo vamos a joder del todo”. La clave, entre tanto, es conocer en qué cantidad habría que emitir para disponer de los recursos necesarios. No es fácil, pero Hacienda debería tener hechos ya los escenarios a,b y c, porque uno de los tres, seguramente el más negro de todos, llegará.

El parón, por puntual que sea, costará una caída del PIB este año muy notable, muy superior a la caída de 2009. E inducirá una pérdida de ingresos tributarios y de cotizaciones muy importante, además de generar un incremento del gasto del estabilizador del desempleo descomunal. No es fácil cuantificar la densidad del descuadre, pero nada por debajo de los 60.000 o 70.000 millones de euros. A ello hay que sumar el coste de estimular la actividad para coger crucero otra vez. ¿Cinco, seis puntos de PIB en deuda?. Supone volver al 100%, porque en los últimos años no hemos hecho nada por reducirla; pero eso ya no tiene remedio.

Estimular la economía después se puede hacer con rebajas de impuestos, lo más lógico pero lo más alejado de la mente del Gobierno a juzgar por los palos de ciego de estos días en materia laboral, o con subidas, que retardarán la recuperación de la economía, ... y de los ingresos fiscales. Aquí es donde se miden las capacidades de los gestores, aquí es donde los mitines pasan a mejor vida, donde pierde el lustre la literatura para mostrar las habilidades en matemáticas.

José Antonio Vega es Director adjunto de Cinco Días

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