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Tribuna
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El 'shock' de la oferta y la demanda

Una de las grandes preocupaciones es que la liquidez en el mercado de bonos corporativos se ha secado

Ya hemos tenido un impacto negativo significativo en la actividad económica, daño que a buen seguro continuará. La cuestión que se plantea es cómo de negativo será este impacto, cuánto tiempo durará y, finalmente, cómo se comportará la economía después de que el virus se contenga.

La OCDE ya ha reducido su proyección de crecimiento mundial para 2020 al 2,4%, justo por debajo del umbral que utiliza para medir la recesión mundial. Esta proyección supone que el pico de la epidemia de coronavirus en China se alcanza este trimestre y que los brotes en otros países son leves y están contenidos. La OCDE prevé que el crecimiento mundial podría bajar al 1,5% en 2020 si no se contiene el brote.

El coronavirus ha provocado un shock de oferta extraordinario en nuestras economías al decretarse cuarentenas en todo el mundo para tratar de romper su cadena de transmisión, como explica el economista Juan Ramón Rallo:

“La economía no produce nada porque no hay casi nadie produciendo. Las fábricas y las tiendas se mantienen cerradas salvo para los productos más básicos, de modo que la oferta se desploma.

Este brutal 'shock' de oferta puede, a su vez, reverberar en forma de un 'shock' de demanda. La altísima incertidumbre generada por el 'shock' de oferta tiende a disparar la demanda de liquidez entre familias y empresas para hacer frente a lo desconocido.

La parálisis de la actividad empresarial resultante del 'shock' de oferta y de demanda amenaza con degenerar en una crisis financiera. Si las empresas no producen, tampoco ingresan y, si no ingresan, no pueden hacer frente a sus pagos salvo por la liquidez que tuvieran atesorada. Es decir, las empresas se enfrentarán a serias dificultades para pagar los salarios a sus trabajadores (no digamos ya los dividendos a sus accionistas) o los vencimientos de deuda a sus acreedores (generalmente bancos). En otras palabras, el 'shock' de oferta y de demanda degeneraría en una crisis de liquidez que, además, adquiriría una dimensión internacional: si las cadenas de suministro son globales, las cadenas de pago también se vuelven globales y, por tanto, el 'shock' de oferta entre las empresas de un país puede terminar generando problemas de liquidez en las empresas de otros países.

Este tercer escenario sería, con mucha diferencia, el más preocupante: si los 'shocks' de oferta y de demanda pasaran rápido, la actividad empresarial podría reanudarse aceleradamente una vez superada la pandemia. Pero si se prolongan en el tiempo, entonces la crisis de liquidez será inevitable. En tal caso, podríamos enfrentarnos a suspensiones de pago empresariales (con sus correspondientes liquidaciones y reestructuraciones) así como a una descapitalización del sistema financiero. Una réplica parcial de los sucesos que asolaron la economía mundial en 2008”.

Si bien los medios de comunicación se han centrado en la caída de los mercados de acciones, el mercado de bonos corporativos es clave porque es la principal fuente de financiación de muchas empresas. Una de las grandes preocupaciones es que la liquidez en el mercado de bonos corporativos se ha secado. Y los tipos de interés de los bonos corporativos se han incrementado considerablemente, especialmente para aquellos emisores de menor calidad. De cara al futuro, es probable que su acceso al crédito sea limitado.

Pero el pánico que todos nosotros sentimos no es en realidad una reacción a nueva información sobre el virus, sino al pánico social desencadenado por las órdenes de confinamiento impuestas en algunas ciudades y el cierre de las fronteras en todo el mundo. Sin embargo, estas acciones que inducen al pánico son lo que se necesita para que lleguemos al punto donde comienza a disminuir el número de nuevos casos lo más rápido posible.

No hay duda de que habrá un gran daño económico como resultado de este aislamiento. Sin embargo, habría aún más si se permitiera que el virus se extendiera. La clave para los inversores será tratar de dilucidar si el ritmo de nuevos casos puede reducirse lo suficientemente rápido como para que los cierres y otras órdenes de distanciamiento social puedan levantarse a tiempo para que el daño económico sea extraordinario, pero de corta duración.

Sabemos que no podemos predecir lo que va a pasar con la economía. Los expertos médicos no pueden predecir lo que va a pasar con el coronavirus. Pero sí sabemos que, en este mismo punto de la caída durante la última recesión prolongada, los inversores que pudieron mantener sus acciones durante uno, dos, cinco o más años fueron generosamente recompensados con importantes rentabilidades.

Es importante señalar que, desde una perspectiva empresarial, las empresas débiles pueden no superar este freno sin precedentes de la actividad económica que está afectando al mundo en estos momentos. Al mismo tiempo, el terreno de juego competitivo en el que operan nuestras empresas estará patas arriba con muchos competidores heridos o incluso fuera del negocio. Es en estos periodos de trastorno económico donde las mejores empresas se sitúan en primera línea. Sus equipos de gestión aprovechan la oportunidad para volver a la acción, atendiendo las necesidades de sus clientes mientras otros competidores simplemente no pueden hacerlo. Es entonces cuando las grandes empresas brillan.

Alfredo Álvarez-Pickman, gestor del fondo Key Capital OCHO

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