El mundo natural de Olafur Eliasson invade el Guggenheim
El artista danés expone en Bilbao parte de sus preocupaciones, muchas centradas en el cambio climático
Una de las primeras cosas que hizo Olafur Eliasson (Copenhague, Dinamarca, 1967) nada más llegar a Bilbao fue hacerse un selfi delante de la fachada del Guggenheim para mandárselo a su autor, el arquitecto Frank Gehry, cuyas instalaciones acogen hasta el 21 de junio una treintena de obras suyas. “El arte no vive aislado de su entorno, y este espacio es el idóneo para exhibir este tipo de obra, porque además tenemos que ir a un museo para acercarnos a la realidad, para entendernos a nosotros mismos”, manifestó Eliasson.
Bajo el título de En la vida real, organizada en colaboración con la Tate Modern y con el patrocinio de Iberdrola, el artista muestra su particular visión del entorno, haciendo reflexionar al espectador sobre cuestiones de actualidad, en su mayoría relacionadas con el medio ambiente, la naturaleza y el cambio climático. Todas estas inquietudes las alimentó sobre todo durante la época en la que vivió en Islandia, donde comenzó a explorar acerca de los volúmenes geométricos, a la vez que investigó sobre el modo en el que los ciudadanos perciben el mundo que les rodea.
En esa labor de investigación, que comenzó en 1990 y que se plasma en instalaciones, esculturas, pinturas y fotografías, se puede observar, por ejemplo, los efectos del cambio climático. “Viajé en avioneta en busca del glaciar que había descubierto hacia 20 años y me costó encontrarlo porque no lo reconocía debido a los cambios que había sufrido”, explicó en la sala en la que se exhibe este conjunto de obra gráfica.
A lo que invita Eliasson es a que el visitante experimente y viva sensaciones propias, tal y como detalla la comisaria Lucía Agirre, a través de las piezas que se conciben en su estudio de Berlín, en el que trabajan más de 120 profesionales de todo tipo de disciplinas, desde arquitectos, fotógrafos, historiadores del arte, técnicos de diversas especialidades, investigadores y hasta cocineros. Porque uno de los temas de interés del artista es la gastronomía -de hecho, su padre era cocinero de un barco pesquero y es amigo del cocinero de Noma, René Redzepi-, y en su estudio hay una amplia cocina donde investigan con alimentos y elaboran recetas con los productos el entorno, sobre todo vegetales, ya que desde hace 16 años es vegetariano. “Un libro de cocina es un negocio y las recetas son una oportunidad para llegar a todo el mundo, además la gastronomía está relacionada con todas las disciplinas”, señaló.
Porque si algo busca es el diálogo y la conexión con las personas, además está convencido de que el arte puede ejercer una considerable influencia en el mundo, más allá de los muros de un museo. Fiel a esta convicción, ha creado lamparas solares para comunidades sin acceso a la red de suministro eléctrico, de las que ha creado 1,2 millones de unidades destinadas a pueblos africanos, además de desarrollar talleres de arte para solicitantes de asilo y refugiados, por lo que en 2019 fue nombrado embajador de buena voluntad del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Además de una gigantesca Pared de liquen (1994), el germen, asegura, de la proliferación actual de jardines verticales, una de sus obras más impresionantes, y que invita a explorar el resto, se encuentra en el exterior: una cascada de 11 metros de altura, hecha con un andamio y una serie de bombas (el artista no esconde el mecanismo que hace funcionar la obra) que vierte sus aguas en el estanque del museo, y con la que quiere transmitir la conjunción entre naturaleza y tecnología. Cascada fue presentada en ciudades como Sídney (1998), Nueva York (2008), São Paulo (2011) y Versalles (2016).
En el recorrido sobresale Sala de maquetas (2003), que contiene cerca de 450 modelos, prototipos y estudios de geometría de diversos tamaños. En la muestra se observa el gusto por los espejos y reflejos desde mitad de los noventa, con los que consigue, a través de figuras geométricas regulares, que el visitante experimente con las distintas formas que puede adquirir su figura.
En Tu atlas atmosférico de color (2009), el visitante se adentra en una sala cubierta de bancos de niebla y bañada de tres colores -rojo, verde y azul-, a modo de guía intuitiva. En Habitación para un color, las lámparas emiten una onda de luz amarilla, lo que reduce la percepción del color por parte del observador a amarillo, negro y tonos grises. En Corrientes glaciares (2018) sitúa trozos de hielo procedente de glaciares de pigmento, creando concentraciones y disoluciones de distintas tonalidades a medida que el hielo se derrite sobre el papel. Destello esférico glaciar (2019) está construida con vidrio de pequeños fragmentos de roca procedentes de la erosión glaciar.
Otra de las salas, completamente a oscuras, contiene la Fuente Big Bang (2014), que consta de una luz estroboscópica que ilumina una fuente de agua, haciendo que el chorro se detenga en una única secuencia, tomando a la vez diferentes formas. Esta manera de concebir el arte, confesó Eliasson, es una oportunidad de mirar hacia el futuro.