Competencias digitales, esa es la cuestión
Si queremos que España acorte la distancia en bienestar y productividad con sus socios europeos es necesario reducir la brecha digital
El avance de la digitalización ha sido posible gracias a la combinación de factores como la mayor disponibilidad de dispositivos digitales, descenso de sus precios, mayor velocidad de procesamiento, mejoras en las infraestructuras instaladas, etc. Pero para aprovechar todo el potencial de la digitalización es necesario que se desarrollen en paralelo los conocimientos y las habilidades digitales. Esto es responsabilidad no solo del sistema educativo, sino también de las empresas (que deben adaptar sus modelos de negocio) y sus empleados (que deben actualizar sus conocimientos).
En relación con los trabajadores, en un mundo digital, deben disponer de conocimientos tecnológicos y digitales para poder convivir con procesos y herramientas cada vez más informatizados, de manera que estos potencien y aumenten su capacidad productiva. En este sentido, los trabajadores han de esforzarse y asumir que la formación continua es ya parte fundamental del mundo laboral, y por otra parte los estudiantes –los futuros trabajadores– han de contar con competencias básicas en materias cada vez más afectadas por las nuevas tecnologías. Por lo tanto, para minimizar el riesgo de automatización del empleo y transformarlo en una oportunidad, es esencial 1) adaptar las actitudes de los trabajadores y empresarios en relación con la formación continua, y 2) reformar el sistema educativo, tanto en la etapa escolar (reforzando asignaturas relacionadas con la digitalización), como en la etapa posobligatoria y superior, adaptando los planes de estudios y mapas de titulaciones. Hay que tener en cuenta que en el caso concreto de los universitarios, las posibilidades de inserción laboral pueden llegar a triplicarse según la titulación elegida.
Una vez tenidas en cuenta estas consideraciones, el sistema educativo ha de afrontar con paso firme la adaptación al nuevo entorno digital asumiendo que las competencias más tecnológicas y digitales no han de pertenecer exclusivamente a los estudiantes de las materias STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés), sino que han de formar parte también de materias transversales a todas las ramas y especialidades. En este contexto, España no sale bien parada ya que entre los estudiantes jóvenes de 15 años, que son los evaluados por las pruebas PISA, ha habido un retroceso en las puntuaciones asociadas a matemáticas y ciencias según los últimos resultados publicados. En la actualidad, las puntuaciones de España se sitúan alrededor de 45 puntos por debajo de Japón, Corea o Estonia en matemáticas y de Estonia o Japón en ciencias, lo cual equivale a aproximadamente un curso académico y medio de diferencia. No obstante, estas diferencias son más reducidas si se comparan con el promedio europeo (alrededor de 12 puntos de diferencia en matemáticas y 7 puntos en ciencias).
Si en lugar de centrarnos en los estudiantes jóvenes subimos un escalón y analizamos la proporción de graduados universitarios en materias STEM por cada mil habitantes jóvenes de 20 a 29 años, en España es 3,7 puntos inferior a la de la UE. Es de suponer que los estudiantes con más habilidades en materias de ciencias y matemáticas opten en mayor medida por carreras STEM y efectivamente se observa una relación positiva entre ambos indicadores tanto a nivel internacional como a nivel regional en el contexto español, como muestra el último Esenciales de la Fundación BBVA-Ivie. Por tanto, si queremos incrementar el peso de los grados que se anticipa que van a ser más demandados con la creciente digitalización, es necesario mejorar las habilidades más relacionadas con el mundo digital, pero sin olvidar que en el resto de áreas de conocimiento también se debe potenciar este tipo de habilidades.
Otro indicador que muestra la necesidad de que España avance más en el grado de digitalización, y en concreto en su tejido empresarial, es el porcentaje de empresas que emplean especialistas TIC, que es menor al promedio de la UE (17,4% vs. 20%). No obstante, este dato promedio enmascara importantes diferencias entre regiones, con un rango de variación que va de un máximo del entorno del 23% en Madrid y Cataluña a uno mínimo de 10% en Castilla-La Mancha. Son precisamente las regiones con empresas que más especialistas TIC emplean (que son las que cuentan con mayor proporción de empresas que proporcionan formación TIC a sus empleados) las que encabezan el ranking de productividad y bienestar (PIB por habitante).
Para maximizar el potencial que ofrece la digitalización es necesario que la población tenga habilidades digitales no solo para el trabajo, sino para acceder a los cada vez más numerosos servicios electrónicos de la Administración y los servicios de salud, así como los portales de empleo, operaciones bancarias y un sinfín de servicios que continuamente se van digitalizando. Los datos más recientes de 2019 muestran que el 57,2% de la población española posee al menos habilidades digitales básicas, el mismo porcentaje de la UE, aunque en este último caso el dato último disponible es de 2017. De nuevo existen importantes diferencias entre regiones, ya que hay comunidades como Madrid, con un porcentaje de población con habilidades digitales cercano al 67%, frente a comunidades como Galicia, Castilla-La Mancha, Murcia y Canarias, en el entorno del 50%-51%. En general, se observa de nuevo una relación positiva entre este indicador y la puntuación PISA en ciencias o matemáticas.
Juntando piezas, si queremos que España reduzca la distancia en productividad y bienestar que nos separa de otros países desarrollados, es necesario acortar la brecha digital, lo que exige mejorar las habilidades digitales de los trabajadores y ciudadanos. Y para que eso ocurra hay que repensar el sistema educativo y concienciar tanto a empresarios como a trabajadores de la importancia que tiene no bajarse de la ola de la digitalización.
Laura Hernández / Joaquín Maudos son Economista. Ivie / Economista. Ivie-Universidad de Valencia-Cunef