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El enlace entre DWF y RCD alumbra una nueva etapa de fusiones entre despachos

Ignasi Costas resalta el “respeto” mostrado por el bufete británico y asume que sus siglas originarias están destinadas a desaparecer

Ignasi Costas, socio fundador de RCD (ahora DWF-RCD), en la sede de la firma en Madrid.
Ignasi Costas, socio fundador de RCD (ahora DWF-RCD), en la sede de la firma en Madrid. Manuel Casamayón

Son dos las razones que dotan de una especial trascendencia a la integración de RCD en el bufete británico DWF, operación comunicada el pasado mes de diciembre, por un valor de 50,5 millones de euros. La primera es que afecta a una de las firmas nacionales punteras y más pujantes de la zona media del sector legal español (las que superan los 20 millones de euros anuales de facturación). La segunda es que materializa el aterrizaje en España de un nuevo despacho anglosajón a través de la compra o absorción de uno local, un movimiento que muchos gurús del sector auguran que será tendencia en los próximos años.

Como describe con humor Ignasi Costas, uno de los tres socios fundadores de RCD (ahora DWF-RCD) junto con Adolf Rousaud y José María Durán, el proceso de integración se ha cocinado a fuego lento, superando con éxito todas las etapas del amor. La colaboración empezó en el verano de 2018. La buena sintonía les condujo a dar un paso más y suscribir un acuerdo de best-friends en mayo del año pasado. Y, finalmente, hace unas semanas "el noviazgo ha acabado en matrimonio".

"Ha sido un proceso natural en el que hemos ido dando los pasos a la vez", relata Costas, que destaca, como factores decisivos para decidir la integración, el "respeto" mostrado por DWF, la ambición que comparten ambas organizaciones y la permeabilidad de la firma británica a realizar cambios y mejoras en su forma de hacer las cosas. "Valoran mucho lo que hemos construido en RCD. Éramos emprendedores y seguimos siendo emprendedores. Compartimos muchos valores y siempre ha existido un gran respeto recíproco", subraya.

Con 40 socios y hasta 400 profesionales repartidos entre sus tres despachos de Barcelona, Madrid y Valencia, RCD ha sido una de las firmas nacionales que más ha crecido en los últimos años. En solo un lustro ha logrado duplicar su facturación: de los 16,7 millones de 2014 a los 35,7 millones de hace dos ejercicios. Sin poder avanzar las cifras de 2019, Costas si subraya que ha sido un "buen año". Otro más. Hay que mirar muy atrás para encontrar un crecimiento que baje del 15% anual.

El futuro de las siglas

Completar el proceso de integración de las estructuras y homogeneización de los métodos de trabajo aún requerirá entre año y medio y dos años. Lo que no planteará problemas, avanza Costas, es la desaparición de las siglas RCD, cuestión que puede parecer menor, pero que ha llevado al traste no pocas fusiones de despachos. "Habrá un tiempo de transición. Cuando cambiamos el nombre de Rousaud Costas Durán a RCD ya habíamos asumido que este es un proyecto que va más allá de nosotros tres", reflexiona. "Tengo apego a la marca porque hemos conseguido que tenga reputación y unos valores muy marcados, pero no tengo ningún problema que desa­parezca la C".

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Los efectos del enlace se han sentido de inmediato. "En estas semanas hemos tenido un aluvión de trabajo", explica. Y no solo de clientes o temas concretos que ahora también llegan desde el Reino Unido, Singapur o Dubái, sino también "proyectos macro en los que hay involucradas muchas jurisdicciones y equipos de distintos países".

¿Qué espera DWF de RCD? Entrar en el mercado español de la mano de un actor muy potente (nuestro país es el segundo en número de abogados de DWF-RCD tras el Reino Unido) y abrirse las puertas de Latinoamérica, región en la que, de momento, la firma no tiene una presencia relevante.

Los planes en España, por su parte, no varían demasiado. "Seguimos con nuestra vocación de crecer y de atraer al mejor talento", remarca Costas. De hecho, hace solo unos días el despacho anunció la incorporación de Gerard Pérez, nuevo socio del área de competencia. Tampoco descarta la apertura de nuevas sedes. "Si la oportunidad aparece, DWF no nos ha planteado ninguna limitación en ese sentido".

Sobre si la integración de RCD en DWF es la primera de otras que están por venir, Costas cree que sí, pero, en contra de lo que vaticinan muchos gurús, no cree que sea un proceso imprescindible. "Las firmas medianas pueden seguir su camino sin necesidad de unirse a otras más grandes. Nosotros no teníamos que fusionarnos, lo hicimos porque quisimos. Era el momento propicio para salir de nuestra zona de confort".

Claves de la integración

Permanencia. Uno de los elementos más llamativos de la operación es el pacto de permanencia de cinco años suscrito por los socios de RCD. Una condición que aparecía en la comunicación hecha pública por DWF, y que pretende lanzar un mensaje de permanencia y estabilidad a los inversores, y que refuerza la idea de que la abogacía es un negocio cuyo principal capital (al menos, de momento, aunque no tiene visos de cambiar) es el humano.

Firma cotizada. El hecho de convertirse en una organización sometida las exigencias de una cotizada, para Costas, no variará demasiado en relación a la información que deberán aportar. "Los reportes no serán muy distintos a los que ya hacemos internamente", reflexiona. Lo que sí piensa que puede ser diferencial, especialmente para la atracción del talento, son los planes de incentivos vinculados al valor de la compañía. Un mecanismo único en España y que, sin duda, afirma, servirá de motivación, más allá de los instrumentos tradicionales de los que han dispuesto las firmas.

El acuerdo, en cifras. Tal y como hizo público DWF en la nota en la que anunciaba el acuerdo, la compra asciende a 50,5 millones de euros (entre dinero y acciones) y, como parte de la transacción, asume los 5,6 millones de euros de deuda de RCD. Inicialmente, el bufete abonó 7,4 millones en efectivo y 27,6 en acciones; otros 15,5 millones se abonarán en diferido y sujetos a rendimiento.

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