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Tribuna
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Lotería de Navidad: de la emoción a las finanzas

Los inversores se dejan llevar por determinados comportamientos y reacciones a la hora de tomar decisiones de inversión

Araceli de Frutos, eafi 107 y asesora de los fondos Alhaja Inversiones y Presea Talento Selección
Araceli de Frutos, eafi 107 y asesora de los fondos Alhaja Inversiones y Presea Talento SelecciónJuan Lázaro

El eslogan de este año de la lotería de Navidad es “el sorteo que nos une”, y lo que une a la lotería y a las finanzas son la gestión de las emociones.

A la hora de tomar decisiones de inversión, los inversores se dejan llevar por determinados comportamientos y reacciones que se repiten de manera común. Reacciones sociales y del subconsciente que parecen pasar desapercibidas o que no nos damos cuenta de que las tomamos y que han sido estudiadas, configurando una nueva disciplina dentro de la teoría económico-financiera, las llamadas finanzas conductuales.

Este es un terreno, el de las finanzas conductuales o finanzas del comportamiento, que ha tomado especial relevancia en las últimas décadas, más aun con la concesión de los premios Nobel de Economía en 2002 a Daniel Kahneman junto con Vernon Smith por haber integrado aspectos de la investigación psicológica en la ciencia económica, especialmente en lo que respecta al juicio humano y la toma de decisiones bajo incertidumbre y en 2017 a Richard H. Thaler por sus contribuciones a la economía conductual. La conjunción de la psicología y la sociología dentro de la economía nos lleva a vernos reflejados en el comportamiento conductual y a decir llanamente que es el sentido común el que también prima a la hora de obrar en las decisiones de inversión.

Aunque como se ha dicho esta disciplina parece reactivamente novedosa, ya en el siglo XIX se recogen referencias a la psicología en la economía. En 1912 G.C. Selden publica el libro Psicología del mercado financiero, donde muestra una aplicación de la psicología directamente a los mercados financieros.

Las finanzas del comportamiento hacen referencia a la influencia de la psicología en el comportamiento de los agentes financieros y su efecto en el mercado. Incorpora el comportamiento de los participantes en los mercados financieros a los modelos tradicionales pero considerando que los inversores no son tan racionales como supone la teoría financiera tradicional. La teoría económica-financiera ha estado tradicionalmente regida bajo supuestos que en la realidad no se están produciendo. La teoría clásica enunciaba que los mercados eran eficientes, que todo el mundo conocía la información de mercado y que se realizaría, pues, un ajuste del mismo. No obstante como señala Karl Popper “la cantidad de información que manejamos no garantiza ni implica una mejora de nuestro conocimiento”.

Así, el nuevo enfoque surge en respuesta a las dificultades del paradigma tradicional para explicar algunos hechos detectados en el mercado de valores. Se desarrolla básicamente a partir de la observación de los mercados y la constatación de hechos concretos incompatibles con el paradigma de las finanzas tradicionales y la idea de eficiencia del mercado.

En la práctica, la principal aplicación de las finanzas conductuales es el hecho de hacer visibles los llamados “sesgos”, comportamientos, que se producen en la toma de decisiones y así evitar los errores comunes que afectan negativamente a la rentabilidad de las inversiones.

Pero, primeramente, en el proceso inversor es muy importante tener claros dos conceptos claros íntimamente relacionados de manera inversa, como son la rentabilidad y el riesgo. Así, el conocimiento financiero está orientado al manejo de la incertidumbre y el riesgo con miras a alcanzar un mayor valor de las inversiones.

La rentabilidad vendrá medida entre el valor final de la inversión y su valor inicial respecto a ese valor inicial. Se tendrá una probabilidad asociada a la consecución de esa rentabilidad, ya que el valor final aún no se conoce. Aquí pues entra en juego el riesgo asociado a esa inversión, que se puede definir como el grado de incertidumbre acerca de su rentabilidad esperada, la fluctuación de la rentabilidad del activo respecto a su rentabilidad esperada. Para un inversor particular el riesgo es simple y llanamente la posibilidad que existe de perder dinero o, como definió Elroy Dimson, “riesgo significa que puede pasar más cosas de las que van a pasar”.

Hay que tener en cuenta que el riesgo de una cartera va a depender no solo del riesgo de cada activo sino también de la correlación que exista entre ellos, con lo cual la diversificación es fundamental.

Algunos de los comportamientos que se han identificado, y que seguramente a la hora de esta lectura reconocerá el lector en su propio comportamiento, y que influyen en las decisiones de inversión y en los posibles errores que se cometen son:

*Dar más peso a la información que apoya sus argumentos para acometer una inversión más que a los contrarios. Exceso de confianza.

*Creer que la situación está controlada.

*No incorporar noticias nuevas sobre la inversión si son contrarias a su postura. También derivado del exceso de confianza.

*Dar un peso excesivo a una información previa que se tenga sobre la inversión.

*Dar un valor distinto a la información sobre esa inversión dependiendo de la fuente de la misma.

*Seguir a la masa. Influencia del resto de inversores

*Miedo a las pérdidas, parece que cuando se ven las pérdidas en un papel, pérdidas latentes, se tiene la esperanza de que estas se recuperaran, se subestiman y no se realizan. Por el contrario, las ganancias se tienden a realizar.

*Fijarse únicamente en la rentabilidad, la cual nos nubla y no se es capaz de calcular los riegos asociados a la misma.

Estos comportamientos son ejemplos de lo que se debe evitar a la hora de decidir dónde se invierte. Para ello es fundamental tener claro a quién acudir a la hora de tomar decisiones de inversión, a un profesional registrado, y huir de los cantos de sirena. Y es que al final en el asesoramiento de las inversiones el sentido común es una parte importante. Refranes como, “la avaricia rompe el saco”, pueden aplicarse cuando nos ciega la rentabilidad de un valor y creemos que nunca caerá, o el antiguo “nadie da duros a pesetas”, podría saltar a las mentes cada vez que una entidad nos ofrece una gran rentabilidad en alguno de sus productos.

 Las Empresas de Asesoramiento Financiero, EAF, acompañan, guían y ayudan al cliente a evitar y reconocer estos errores y le recomiendan la inversión que más se adecua a su binomio rentabilidad/riesgo.

Los beneficios y los riesgos que conllevan las recomendaciones propuestas deben quedar claros para el inversor, así como las características de los instrumentos en los que invertir. Premisa fundamental: “no invierta en lo que no entienda”.

Comúnmente se tiene la idea de que la recomendación de una inversión se realiza sobre la base de cuál es la rentabilidad y no se pondera, que es más importante, cuánto has dejado de perder por evitar decisiones erróneas. Aquí el peso del asesor es fundamental y forma parte de la educación financiera al cliente.

Pero sobre todas estas premisas y recomendaciones, una principal: disfrute el presente, el premio ya que como apuntó Howard Marks “Invertir consiste exactamente solo en una cosa: estimar el futuro”.

Araceli de Frutos, eafi 107 y asesora de los fondos Alhaja Invesiones y Presea Talento Selección.

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