Una industria petrolera sin CO2: ¿misión imposible?
La innovación en los productos es un factor fundamental
En la lucha contra el cambio climático, descarbonizar la industria es una prioridad absoluta. Pero ¿qué papel pueden jugar en esta inmensa tarea las petroleras, puesto que surgieron para explotar la fuente fósil por excelencia? Mientras los expertos dudan de que sea viable extirpar la huella de carbono de este sector, la industria del petróleo lucha para transformarse y demostrar que su pervivencia en el modelo económico que originaría de la transición ecológica tiene sentido.
Si en un informe publicado el mes pasado la ONU advertía de que la cantidad de combustibles fósiles que los Gobiernos de los países productores prevén extraer hasta 2030 es más del doble de la que sería aconsejable para no superar el grado y medio de calentamiento global, Juan Carlos Higueras, profesor de EAE Business School, afirma que “existen acciones que se están implementando” y que facilitan una contribución de la industria petrolera en pos de la descarbonización.
Varios Gobiernos han optado por limitar la producción o prohibir la explotación
Limitar los niveles máximos de producción de crudo o prohibir la explotación de yacimientos como se hace en Dinamarca; no renovar permisos de explotación como sucede ya en Francia; establecer moratorias como ocurre en Estados Unidos, Italia y Costa Rica, o eliminar las subvenciones a los productores como pasa en Alemania son solo algunos de los ejemplos que trae a colación este experto.
El director general de la Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos (AOP), Andreu Puñet, prefiere citar la estrategia de evolución hacia los ecocombustibles de las que se ha dotado el sector del refino, y que pretende reducir un 90% sus emisiones y un 80% la intensidad de los vertidos de gases de sus productos. Y subraya la importancia de asumir una mirada tecnológicamente neutra: “El primer paso es la certidumbre regulatoria, que depende de un Ejecutivo estable, y el segundo es un apoyo decidido de la Administración, sin prohibir ninguna tecnología que tenga potencial de conseguir resultados”, dice.
Cambios empresariales
La disminución de la huella de carbono en los productos es, en efecto, uno de los pilares en los que se basan los planes de BP. El gigante petrolero desarrolla nuevos combustibles líquidos con bajo contenido de este contaminante a través de la utilización de residuos agrícolas, forestales y urbanos. Desde la compañía citan dos ejemplos, entre muchos otros: la creación de Biopower, “una fuente de energía a partir de la quema de bagazo”, y el desarrollo de la transformación de residuos sólidos municipales en un combustible de transporte renovable, junto con Fulcrum BioEnergy.
Las compañías invierten en la adopción de los principios de la economía circular en su actividad
Fuentes de Cepsa señalan que su compromiso con la reducción de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) “no es nuevo”, puesto que ya en 2009 adaptaron los procesos de las refinerías para trabajar el llamado hidrobiodiésel. En 2012 iniciaron un proyecto de excelencia operacional para disminuir el consumo de fuel e introducir innovaciones tecnológicas y mejoras de los procesos. “En 2015 pusimos en marcha una iniciativa de economía circular para la fabricación de asfaltos mediante el aprovechamiento de residuos que se generan en nuestras refinerías y en 2017 adquirimos una planta de biocombustibles”, añaden. La empresa está llevando a cabo también un proceso para convertir su planta de Puente Mayorga (Cádiz) en la primera en Europa en emplear catalizadores especiales que incrementan su eficiencia.
“Desde 2006 hemos reducido las emisiones de carbono en cinco millones de toneladas, sobre todo a través de medidas de eficiencia energética –como los equipos de generación de calor útil, la mejora de los criterios operativos, la integración energética, la optimización de las redes y la instalación de nuevas unidades en las refinerías– y de disminución de las emisiones de metano, que queremos rebajar un 25% en los próximos tres años”, destacan fuentes de Repsol.
El primer bono verde emitido por una compañía del sector, en 2017, por un valor de 500 millones de euros, ha permitido reducir las emisiones de esta empresa –que se define “multienergética” más que petrolera– en 1,2 millones de toneladas.
Un porvenir incierto
Se acabó. “Su papel es, sencillamente, el de desaparecer”. Así de tajante se muestra Enrique Dans, profesor de IE Business School, a la pregunta sobre el lugar de la industria petrolera en la transición energética. “Lo mejor que se puede hacer con los combustibles fósiles es no extraerlos”, insiste.
Reconversión. “La única opción viable es que esta industria se reconvierta a la generación de energías limpias lo antes posible”, explica Dans. Mientras tanto, habrá que “evitar las emisiones de metano, renunciar al gas natural como supuesto sustituto del petróleo e incorporar en el precio del combustible la inversión para evitar sus efectos nocivos”, remacha.