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Cumbre del Clima

Madrid busca cerrar los flecos sueltos de París

Los negociadores de 195 países iniciaron ayer la conferencia con el reto de completar el libro de reglas del acuerdo de 2015

Acuerdo de París
Belén Trincado / Cinco Días

La cumbre del clima que empezó ayer en Madrid será recordada como la edición que las protestas sociales en Chile, el anfitrión original, obligaron a organizar en tiempo récord en España (el Gobierno en funciones de Pedro Sánchez asumió la sede un mes antes) con una inversión de 86 millones de euros. Un ines­perado giro que trastocó los itinerarios de los 25.000 asistentes y embarcó a la activista Greta Thunberg en una arriesgada odisea por el Atlántico para llegar a tiempo a la cita.

Pero para los diplomáticos y científicos que participan en la reunión el cambio de escenario será anecdótico. Los negociadores tendrán la difícil tarea de cerrar los flecos sueltos del Acuerdo de París, de modo que sus ambiciosos objetivos sean viables y quede listo para sustituir al Protocolo de Kioto. Tal es la trascendencia de esta 25ª conferencia sobre cambio climático de las Naciones Unidas (COP25).

“Esta es una cumbre bastante técnica, pero fundamental, porque en ella se terminarán de construir las reglas que nos permitirán cumplir con el Acuerdo de París”, afirma Lara Lázaro, investigadora principal del Real Instituto Elcano. “Un objetivo de la COP25 es salir con una versión definitiva del rulebook [libro de reglas] del pacto”, coincide Elvira Carles, directora de la Fundación Privada Empresa & Clima.

El tratado nació a finales de 2015 con el respaldo de 195 países para reemplazar al Protocolo de Kioto de 1997, que había resultado insuficiente para frenar el cambio climático. Mientras que Kioto fija objetivos de reducción obligatorios para cada uno de los Estados firmantes, París establece compromisos voluntarios.

Armonizar el diseño de las contribuciones estatales facilitaría la medición de los avances

Los dos documentos son compatibles y, por eso, convivirán hasta el 31 de diciembre de 2020, cuando el protocolo caducará de manera definitiva. A partir de ahí, el Acuerdo de París será la única estrategia global contra el deshielo de los glaciares y el aumento del nivel del mar.

No obstante, antes de que se alcance ese hito, el documento de 18 páginas necesita un reglamento que facilite su implementación. Los negociadores se pusieron a la tarea en la COP22 de Marrakech (2016), aunque no fue hasta la COP24 de Katowice (2018) que consiguieron introducir medidas clave, como la revisión al alza de los objetivos nacionales cada cinco años.

Sin embargo, dejaron para la COP25 dos asuntos peliagudos: el cierre de una metodología común para el diseño de los compromisos nacionales y de un mecanismo que regule el intercambio de las reducciones de CO2 entre los países.

Sobre el primer asunto, Lázaro aclara que la intención es homogeneizar los planes para que sean comparables, ya que hay firmantes, como China y la UE, que han fijado objetivos de reducción a 2030 y otros, como EE UU, que los tienen a 2025. “Como los compromisos son voluntarios, cada país ha puesto el año de referencia que le viene bien, y eso dificulta la medición de los avances”, precisa.

Brasil se opone a un método que impida el doble conteo de reducciones por intereses económicos

El segundo reto es aún más complejo. “Se trata de asegurarnos de que cuando un país rebaje sus emisiones por encima de lo ofrecido, pueda compensar las de otro, y todo ello sin que las emisiones aumenten a nivel global, evitando el doble conteo”, explica Pedro Linares, profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería (ICAI) de Comillas y experto en clima.

Este mecanismo está previsto en el artículo 6 del acuerdo, pero Brasil bloqueó su desarrollo en la COP anterior, ya que pretende aprovechar sus grandes extensiones forestales para vender créditos de carbono. Y no se espera que su postura sobre este tema cambie en Madrid.

El cierre de estos dos pendientes determinará el éxito o fracaso de la Cumbre. Sin embargo, Linares recuerda que, si bien estas conferencias son el espacio de los grandes anuncios, entre COP y COP hay sesiones preparatorias en las que se sigue negociando, por lo que en cualquier momento del año se puede llegar a un arreglo.

Carolina Schmidt, ministra de Medio Ambiente de Chile y presidenta de la COP25, flanqueada por el presidente en funciones de España, Pedro Sánchez, y el secretario general de la ONU, António Guterres, inaugura la cumbre.
Carolina Schmidt, ministra de Medio Ambiente de Chile y presidenta de la COP25, flanqueada por el presidente en funciones de España, Pedro Sánchez, y el secretario general de la ONU, António Guterres, inaugura la cumbre.Reuters

¿Cómo llegan los países a las negociaciones?

Estos son los detalles que los equipos técnicos intentarán resolver en la primera semana de la Cumbre. Si no lo consiguen, todo quedará en manos de los políticos en la segunda. ¿Cómo llegan las partes a la conferencia? Diversas organizaciones han publicado en noviembre informes que intentan medir los progresos. Los resultados son decepcionantes.

París obliga a los Estados a presentar planes de recortes de sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), a fin de que la temperatura media del planeta suba menos de dos grados respecto a los niveles preindustriales (finales del siglo XIX) y, en la medida de lo posible, menos de 1,5. Eso implica que, en 2030, las emisiones mundiales se reduzcan un 50% frente a las de 1990 y que en 2050 se queden en cero.

Pues bien, según un grupo de expertos liderado por Robert Watson, expresidente del panel de científicos asesores de la ONU, de las 184 naciones que han propuesto recortes hasta ahora, solo el 20% son suficientes para cumplir con el objetivo a 2030. En este grupo están los 28 de la UE más Islandia, Liechtenstein, Mónaco, Noruega, Suiza, Ucrania y Moldavia.

Lo peor es que, con excepción de la UE (origen del 9% de las emisiones globales), ninguno de los principales responsables de la crisis climática aprueba el examen. Los planes de China (27%) e India (7%) son insuficientes, Rusia (5%) ni siquiera ha presentado el suyo y EE UU (13%) ha solicitado su salida del pacto.

"El presidente Trump ha activado el mecanismo para dejar el acuerdo, pero eso no ocurrirá hasta dentro de un año, concretamente después de las elecciones presidenciales. Debemos estar expectantes, sin olvidar que dentro de los propios Estados Unidos hay muchos estados, ciudades y grandes multinacionales que están totalmente en contra de esa decisión. Esto puede suponer una gran presión para Donald Trump", opina Elvira Carles, de la Fundación Empresa & Clima.

El estudio de Watson, patrocinado por la Fundación Ecológica Universal, coincide con el informe publicado la semana pasada por la ONU que mide la brecha entre lo que se debe hacer para alcanzar las metas de París y lo que se está haciendo. El reporte parte de la constatación de que en la última década las emisiones de GEI, en lugar de bajar, subieron a un ritmo anual del 1,5% y en 2018 marcaron el récord histórico de 55,3 gigatoneladas de CO2 equivalente.

El retroceso “conlleva que ahora se necesiten reducciones más drásticas y en menos tiempo”, alerta el informe, que pide a los Gobiernos triplicar sus esfuerzos para que la fiebre del planeta suba menos de dos grados, y quintuplicarla, para que suba menos de 1,5.

El Ecologic Institute ha evaluado los borradores de los PNIEC (planes nacionales de energía y clima) presentados por los socios de la UE. El de España –concluye– es el mejor de los 28, sin que alcance para lograr la neutralidad climática en 2050. Destaca que, si bien el recorte del 38% propuesto para 2030 es el segundo más ambicioso de la UE tras el de Suecia (50%), resulta “inconsistente” con la meta a largo plazo. Además, reclama un cronograma de la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles.

“El PNIEC es un plan ambicioso y valiente, pero le falta desarrollar casi todas las políticas necesarias para lograr las metas propuestas, por ejemplo, para promover el cambio modal en el transporte, rehabilitar las viviendas o ahorrar energía en la industria. Sin ellas, será una mera declaración de intenciones”, advierte Linares, de ICAI.

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