Las paradojas de España: buenas carreteras, poca ciencia
El país tiene las infraestructuras que cabe esperar de una nación desarrollada, pero su gasto en I+D está por debajo del que le corresponde como quinta economía de la Unión Europea
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible son todo lo generales, obvios y ambiciosos que cabría esperar de un desafío político planetario. Y aunque cada uno tiene metas específicas que deben alcanzarse en 2030, a menudo estas incurren en la misma imprecisión. El gran problema de esta retórica diplomática es que dificulta la medición científica de los avances.
La complejidad es aún mayor en objetivos como el ODS 9, que mete en un mismo saco tres aspectos tan amplios: industria, innovación e infraestructuras, que bien podrían haberse abordado por separado.
Inés Sánchez Madariaga, catedrática de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), coautora de un informe sobre el avance de la Agenda 2030 en 100 ciudades españolas, defiende al respecto que los países tenían que acordar un número limitado de objetivos. “No podían ser 30 o 40. 17 ya son muchos”, enfatiza.
“Los ODS son el resultado de una discusión pública y un acuerdo de 193 Estados. Cualquier pacto de esta naturaleza entraña cierto grado de arbitrariedad, pero es una forma técnicamente razonable de acotarlos”, argumenta la catedrática de la UPM, para quien los temas que se han incluido en el 9, por ejemplo, están lo suficientemente relacionados entre sí como para justificar su planteamiento conjunto.
El ODS 9 pretende conseguir infraestructuras (de transporte, energía, agua e internet) sostenibles, resilientes (capaces de recuperarse con rapidez de un desastre, terremoto o inundación) y de calidad, impulsar una nueva industria que adopte procesos ecológicos y fomentar la innovación.
Consciente de las críticas a la medición, la Red de Soluciones para un Desarrollo Sostenible (SDSN, por sus siglas en inglés), creada por la ONU en 2012 para asesorar a Gobiernos en la implementación de la Agenda, publica un reporte anual sobre los progresos de los países a partir de una selección de indicadores.
La media de estos otorga a España –en una escala en la que 0 es la nota más baja y 100 la más alta– una puntuación de 68 en el ODS 9. Al proyectar la serie histórica de los últimos años, los investigadores del SDSN estiman que España avanza de manera moderada hacia este objetivo, es decir, por debajo de la tasa de crecimiento necesaria para cumplirlo en 2030.
El desglose de los indicadores muestra las causas de esta tendencia. España tiene las infraestructuras propias de un país desarrollado. Su red de distribución de agua potable, por ejemplo (4,8 km de tubería por persona), aunque envejece por la falta de inversión, podría dar cinco vueltas a la Tierra, y 94 de cada 100 habitantes tiene conexión a internet en el móvil, mientras que en el mundo casi 800 millones de personas carecen del bien más esencial para la vida y más de 4.000 millones aún no tienen acceso a la web.
Pero España no invierte lo suficiente en ciencia, lo que lastra su desempeño. El país solo destina a I+D el 1,2% de su PIB, frente al 2% de la UE, y de cada 1.000 empleados solo 6,7 se dedican a investigación y desarrollo.
“El gasto en I+D se redujo mucho durante la crisis y no se ha recuperado. Es inferior a lo que nos correspondería por el tamaño de nuestra economía [la quinta de la UE]”, explica la experta de la UPM.
Sin embargo, aclara que subir la inversión en esta partida es solo una de las varias medidas que se necesitan para cerrar la brecha en conocimiento. “Hay que revisar cómo está organizado el sistema y cómo funciona la maquinaria institucional para que los recursos se usen de manera óptima”, precisa.
César Ullastres, portavoz de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC), recuerda que la innovación consiste en lanzar un producto que transforme el mercado, no solo porque sustituye a otro sino porque cambia la conducta de los consumidores. En su opinión, el problema de España es que los laboratorios de investigación y los despachos de la gerencia suelen ser compartimentos estancos que no se comunican entre sí. “Los políticos deberían intentar que se asocien”, dice.
Hay distancias también entre la industria y la academia. En una lista de 129 países, el Índice Global de Innovación 2019, que elabora la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, la Universidad Johnson Cornell y la escuela de negocios INSEAD, sitúa a España en el puesto 59º en colaboración científica entre universidades y empresas, por debajo incluso de naciones menos desarrolladas como Omán, Kenia, México y Brasil.
La desconexión entre campus y fábricas impide que muchas patentes lleguen al mercado, y sin esa transferencia no hay innovación
Esta desconexión entre campus y fábricas impide que muchas patentes lleguen al mercado. Y sin transferencia de tecnología no hay innovación que, según Utrelles, es uno de los pilares del desarrollo sostenible por su impacto en la calidad de vida de las personas.
Ullastres, que coordina un grupo de trabajo de la AEAC sobre transferencia de conocimiento, propone crear incentivos para que las pymes, que componen el grueso del tejido industrial, pongan el foco en la innovación en lugar de competir por costes, y que las grandes empresas colaboren con la “magnífica red de centros tecnológicos de España” y financien startups aquí en lugar de comprarlas fuera.
Brecha de género en tecnología
Otro de los indicadores en que se fija la SDSN para evaluar los progresos en ODS 9 de cada país es el porcentaje de mujeres que trabajan en ciencia e ingeniería. A España le quedan en este aspecto “desafíos significativos”, ya que solo el 27% de su comunidad científica cumple esta condición, por debajo de países europeos como Reino Unido (35%) y Francia (29%), aunque por encima de Austria (23%), Alemania (25%), Bélgica y Países Bajos (ambos con el 26%).
Los datos de la SDSN son peores que los del informe bienal del Ministerio de Ciencia Científicas en cifras 2017, presentado en febrero de este año, según el cual, el porcentaje de investigadoras es del 39%, aunque lo verdaderamente reseñable del estudio oficial es que la media lleva estancada allí desde 2009, sin que haya mejorado en absoluto en una década.
La ONU no dice expresamente que superar la diferencia de género en tecnología sea una de las metas del ODS 9 –quizás porque se superpone con las del ODS 5 (igualdad de género)–, pero el reporte de SDSN sí lo incluye en su selección de indicadores. Trabajar en él contribuiría a que España acelere en el cumplimiento del objetivo.
¿Cómo cerrar la brecha? “Aumentando la base”, contesta Núria Amigó, inventora que acaba de recibir el Premio anual a la Investigación de la Fundación Alberto Elzaburu. “Si se incrementa la proporción de mujeres con una formación de base tecnológica (farmacia, biología, medicina), a través de programas de motivación, más productos tecnológicos acabarán siendo desarrollados por mujeres”, expresa.
“Las empresas pueden ayudar ofreciendo oportunidades de contratación, formación y crecimiento dentro de su organización, independientemente del género”, añade Amigó, licenciada en Física y doctora en Ingeniería biomédica.
La científica catalana, de 35 años, ganó el premio por el desarrollo de un método para prevenir con mayor precisión un infarto o ictus a partir del análisis de ciertas partículas producidas por el colesterol. El invento ha sido patentado por el Instituto de Investigación Sanitaria Pere Vigili y la Universidad Rovira i Virgili, ambos de Tarragona.
Ocho compromisos: desde electrolineras y 'apps' hasta concursos de ideas
Pese a los desafíos pendientes, el Objetivo de Desarrollo Sostenible 9 (Industria, Innovación e Infraestructura) es el más trabajado por las cotizadas del Ibex 35, seguido por el ODS 13 (Acción por el Clima), de acuerdo con un análisis que la Red Española del Pacto Mundial realiza de las memorias de sostenibilidad publicadas por estas compañías.
Al margen del índice bursátil, la Red tiene constancia de que ocho empresas se han comprometido a poner en marcha acciones cuantificables y con límites de tiempo relacionadas con el cumplimiento del ODS 9: Emulsa (empresa municipal de medio ambiente de Gijón), FCC Construcción, BBVA, el estudio de arquitectos Ingennus Urban Consulting, Endesa, Isdefe (ingeniería adscrita al Ministerio de Defensa), Barcelona de Serveis Municipals y Vodafone.
Emulsa, que ya el año pasado lanzó una aplicación móvil para facilitar a los ciudadanos la reutilización de materiales antes de que se conviertan en residuos, trabaja este año en el desarrollo de otra app que evite la cumplimentación de los partes en papel. Con esta medida, la empresa gijonense espera reducir un 15% su consumo de papel en los próximos tres años.
La filial de construcción de FCC se ha comprometido a desarrollar un proyecto de I+D+i de Gestión del Conocimiento para 2020, a fin de que sus proyectos sean más eficientes, mientras que Ingennus, con sede en Zaragoza, planea destinar el 1% de su facturación a I+D en productos ligados a los ODS en 2021.
Endesa invertirá alrededor de 1.300 millones de euros para liderar la transición energética a través de la digitalización y soluciones móviles. Para ello, prevé llegar a los 12 millones de telecontadores y 3.300 puntos de recarga de coches eléctricos en 2021.
BBVA apoyará a 500 emprendedores sociales de Colombia, EE UU, México y Turquía hasta 2020 a través de su programa Momentum Project, en tanto que Isdefe premiará a los empleados que propongan ideas de I+D alineadas con al menos un ODS. Vodafone conectará 1.000 millones de personas y cosas a internet en 2025. Barcelona de Serveis Municipals invertirá en electromovilidad y una plataforma de formación.
Buenas prácticas
Comparte. La Red Española del Pacto Mundial lanzó este año Comparte, una web donde se recopilan buenas prácticas de empresas en el ámbito del desarrollo sostenible. Los visitantes pueden filtrar las consultas por ODS. En lo que respecta al 9, aparecen 20 casos de compañías como Adif, EDP, Globalvia, Mapfre, Mercadona, Renfe, Telefónica y Vodafone. Algunas de estas acciones contribuyen con el cumplimiento de un segundo objetivo, sobre todo el 13 (Acción por el Clima).
Adif. La experiencia de Adif recogida por el portal es la aprobación de un Plan Director de Lucha Contra el Cambio Climático que busca reducir las emisiones de gases contaminantes en el transporte por tren por medio del intercambio modal, la electrificación de las vías y la eficiencia energética. En el plan, la gestora se fija metas parciales a 2020, 2025 y 2030. En lo que atañe claramente al ODS 9, el programa persigue mejorar la resiliencia de las infraestructuras ferroviarias a fin de que se adapten a los efectos adversos del cambio climático. Como parte de este esfuerzo, la compañía se ha propuesto que en 2020 el 100% de sus grandes proyectos (cuyos importes superen los 75 millones de euros) cuenten con una evaluación de la vulnerabilidad a los impactos del calentamiento global.
Indra. La consultora tecnológica participa en el programa europeo de I+D+i para la mejora del transporte ferroviario Shift2Rail. “El objetivo es facilitar los desplazamientos multimodales, que combinan diferentes medios de transporte público y privado, a través de un único sistema de interoperabilidad”, describen fuentes de la compañía. En transporte terrestre, Indra ha ganado un contrato por 75 millones de euros para implantar un sistema de peaje inteligente basado en inteligencia artificial en la autopista I-66 de Virginia, que construye Cintra. El sistema ayudará a reducir la contaminación en uno de los corredores más congestionados de Estados Unidos.