El videojuego reclama incentivos en Sociedades
Los estudios exigen a Hacienda el mismo trato que el cine Una deducción del 20% ayudaría a captar inversión extranjera
Pendulo Studios (Madrid, 1993), la productora de videojuegos más antigua del país, se prepara para estrenar su primer trabajo bajo licencia, la adaptación de Blacksad, un exitoso cómic español. The Game Kitchen (Sevilla, 2010) solo ha necesitado una semana para recuperar el medio millón de euros invertido en su segundo título, Blasphemous, inspirado en el folclore de la Semana Santa sevillana. FAS3 (Albacete, 2014) está terminando Albacete Warrior, su primer proyecto, que espera lanzar en Nintendo Switch y PC a principios de 2020.
Cada una de estas empresas se encuentra en una etapa diferente (madurez, despegue, inicio); no obstante, las tres son representativas de los desafíos que enfrenta el sector para igualar su negocio con el tamaño de su mercado base.
España es el cuarto consumidor de videogames más grande de Europa y el noveno del mundo, con 2.202 millones de euros en ventas. Sin embargo, su industria se lleva solo un pequeño bocado de esa tarta.
En 2017 apenas facturó 713 millones, cinco veces menos que la francesa (3.677 millones) y casi tres veces menos que la alemana (1.820 millones), según DEV, la asociación nacional de desarrolladores.
España es el noveno mercado del mundo, pero los productores nacionales se llevan solo una pequeña porción de esa tarta
La causa de este desequilibrio es estructural. En España hay censados 455 estudios productores de videojuegos, no muy lejos de los 580 de Francia, pero el tejido industrial español está compuesto principalmente por empresas de menos de 10 empleados y muy pocas compañías grandes o medianas. El 88% factura menos de dos millones y el 74% emplea a menos de 10 personas.
Aunque no hay estadísticas comparables, en Francia, donde el 75% de desarrolladores tiene menos de 10 empleados, el 15% ingresa más de un millón y el 66% menos de 300.000, de acuerdo con la consultora Idate y el Sindicato Nacional del Videojuego francés (SNVJ).
El último trabajo de Pendulo ilustra muy bien las consecuencias de estas diferencias. Blacksad, una premiada serie de historietas sobre un gato detective que resuelve casos en los Estados Unidos de los años cincuenta, es una creación de los artistas españoles Juan Díaz Canales (guión) y Juanjo Guarnido (dibujo) que publica la editorial francesa Dargaud.
A finales de 2016, Microïds, distribuidora de videogames del mismo grupo al que pertenece Dargaud, encargó a Pendulo, del que acababa de publicar Yesterday Origins, el salto del personaje del papel a la consola. “Nos buscaron por la calidad artística de nuestros juegos”, afirma Juan Miguel Marín, programador principal del estudio madrileño.
Después de casi tres años de trabajo y la publicación por accidente de una versión incompleta la semana pasada, Blacksad: Under the Skin se estrenará oficialmente mañana para PC, Xbox One y PlayStation 4 y el 28 de noviembre para Nintendo Switch. Como ha pasado con el cómic (y ha ocurrido varias veces también en la industria de la animación, de la que Gru es un caso emblemático), el ingenio será español pero las ganancias, francesas.
“A diferencia de India, donde lo que buscan es mano de obra barata, aquí muchas firmas extranjeras vienen a encargarnos trabajo por el talento de nuestros profesionales. La mayor parte de la inversión que recibimos nosotros es francesa, alemana e incluso rusa. Luego esos juegos dan un beneficio extraordinario, pero se lo lleva el que ha hecho la inversión. Aquí solo quedarán los sueldos de los que han trabajado en la producción”, explica Marín.
El 87% de las empresas necesita financiación, que en el 90% de los casos proviene de ahorros de los fundadores y en el 48%, de la reinversión de las ventas, de acuerdo con el libro blanco publicado en enero por la DEV con el apoyo del Icex. Al 66% le gustaría que esta viniera de un publisher, que es como se conoce en el sector a distribuidores como Microïds.
En ese sentido, Marín, de Pendulo, echa de menos inversores nacionales que apuesten por los desarrolladores españoles. “La mayor barrera es cultural. Los empresarios ven los juegos como algo menor que entretiene a sus hijos en la Play. A ellos les llama más la atención el ladrillo, la automoción, otro universos... Y no se les ocurre pensar que los videojuegos también pueden ser rentables”, critica.
La adaptación del cómic ‘Blacksad’ es elocuente de la situación: la producción
ha sido española, pero las ganancias serán francesas
Dos semanas antes de las elecciones, la DEV propuso a los partidos políticos 10 medidas para incentivar el crecimiento de la industria. El decálogo lo encabeza la creación de un estímulo fiscal por medio de la reforma del artículo 36.2 de la Ley del Impuesto de Sociedades. Este artículo establece que las empresas que producen películas y obras audiovisuales con inversión extranjera pueden deducirse el 20% de los gastos efectuados en el país, siempre que estos alcancen el millón de euros.
La DEV plantea modificar este artículo para que los videojuegos también puedan beneficiarse de este incentivo, como ya ocurre en Francia desde hace diez años y en Reino Unido desde hace cinco. A mediados de octubre, la asociación llevó la propuesta a la mesa de trabajo permanente creada por el Gobierno para discutir medidas a favor del sector, donde fue recibida con cautela por Hacienda.
Mientras esa ayuda llega, el 44% de las productoras planea organizar una campaña de crowdfunding, siguiendo el ejemplo de The Game Kitchen. En 2017, esta firma sevillana se propuso captar 45.000 euros en Kickstarter para producir su segundo título. En un mes recaudó 302.000 euros de 9.869 aficionados. Con el respaldo de esa comunidad de seguidores y un préstamo de TriodosBank, en septiembre pasado lanzó Blasphemous, un juego de combate que se ha convertido en un éxito de ventas.
“El reto es consolidar la industria. España tiene mucha gente talentosa que no ha logrado convertirse en una empresa sólida y generar un flujo de caja que le permita crear nuevos empleos. Estamos en un estado inmaduro, pero avanzamos a buena velocidad”, opina Mauricio García, CEO de The Games Kitchen.
En Reino Unido, las startups no tributan hasta que empiezan a ganar dinero. El resultado: 2.261 estudios. En España, la DEV ha identificado 160 emprendimientos a la espera de incentivos como el británico que les animen a constituirse en empresas. Muchos son estudiantes de programación que se mantienen en zona gris porque todavía no están facturando.
Steven Kormanik y otros nueve compañeros de carrera, todos jóvenes de entre 22 y 25 años, comenzaron así, desarrollando su primer proyecto en las aulas de la escuela de diseño ESNE. Este año registraron la marca FAS3. “No cobramos salario y estamos costeando todo con nuestro bolsillo”, dice.
Por eso, no van a formalizar la sociedad hasta que Albacete Warrior, su primera obra, salga al mercado. Un publisher al que conocieron a través del programa PlayStation First lo lanzará en Switch. Sin embargo, no cuentan con fondos para pagarse una campaña de medios. Kormanik reclama ayudas: “El videojuego factura más que el cine, la música y la literatura juntos. Aun así, es ignorado por el Estado”.
Propuestas
Asociaciones. La DEV defiende los intereses de los estudios de desarrollo. En sus filas hay 90. La Aevi (Asociación Española de Videojuegos), por su parte, agrupa a 34 socios, entre productoras, editoras de software, publishers y centros de formación.
Reinversión. Además de la deducción fiscal, la DEV ha propuesto que se obligue a los grandes distribuidores, como Nintendo, Sony o Microsoft, a invertir el 5% de su facturación en producción nacional. Según sus cálculos, este mecanismo podría inyectar en el sector hasta 70 millones de euros.
Créditos fiscales. La Aevi, entre tanto, ha pedido créditos fiscales para los costes de producción y una deducción de hasta el 35% en la cuota de autónomos en los primeros meses de actividad de los estudios locales.