El crédito fiscal que necesita Tadeo Jones
España es el quinto productor mundial de dibujos animados Los estudios piden subir los incentivos a la inversión extranjera
El animador y guionista madrileño Sergio Pablos es el padre de Gru y los Minions, cuyos derechos compró Universal Pictures. Pero la película que hizo populares a estos personajes en todo el mundo no se produjo en Madrid sino en París. La elección de Illumination, productora del filme, no tuvo que ver con la calidad de los estudios o artistas locales, sino con los incentivos fiscales a la inversión en proyectos de animación.
España ofrece al productor extranjero una deducción del 20% sobre los gastos en los que haya incurrido durante la actividad cinematográfica siempre que estos asciendan como mínimo a un millón de euros. La ayuda total no puede superar los tres millones por película. Francia, en cambio, devuelve el 30%, pide un gasto mínimo de 250.000 euros y desgrava hasta 30 millones por filme.
El caso de Gru, mi villano favorito, es paradigmático de la falta de competitividad de la animación española. La franquicia, que lleva ya cuatro entregas, es la más taquillera del género en la historia del cine: lleva recaudados más de 3.200 millones de euros, por encima de Shrek, a pesar de que el ogro verde juega con la ventaja de una secuela más.
“Illumination compró el estudio francés y ha seguido haciendo películas allí. Es doloroso para nosotros porque hemos perdido la oportunidad de crear empleo cualificado y recaudar impuestos”, dice José Antonio Rodríguez, productor ejecutivo de Planet 51 (2009) y director académico de U-Tad, centro universitario fundado por los dueños del estudio de animación nacional Ilion, que imparte un grado oficial y tres másteres de la especialidad.
El gasto mínimo de un millón de euros es una primera gran barrera porque los estudios nacionales no viven de las superproducciones hollywoodenses, sino de spots, cortos de animación, teasers (avances de intriga) o cabeceras de videojuegos que pueden costar 300, 400 o 500.000 euros.
“Ese límite nos quita por completo del mapa porque competimos con países como Canadá que te devuelven el 45% sin exigirte un gasto mínimo”, afirma Gonzalo Carrión, director general adjunto de El Ranchito, compañía dedicada a los efectos visuales que recientemente ganó un Emmy por su trabajo en un episodio de la séptima temporada de Juego de tronos.
La dificultad es mayor para los proveedores de efectos visuales, porque a estos les piden presupuestos para retocar planos o secuencias que no tienen la certeza de que van a formar parte del montaje final, ya que el rodaje de una película está sujeto a muchos cambios y vicisitudes.
“Cuando al cliente le dices que para poder darle una deducción fiscal por ese trabajo necesitas que la factura exceda el millón de euros, te contestan: adiós, gracias. Así que en muchos casos ni siquiera podemos presupuestar, lo cual es frustrante”, explica Carrión.
España ofrece a las productoras internacionales una deducción del 20%, inferior a la de casi todos los países europeos
La deducción en España también es inferior a la de Bélgica (45%), Suiza (40%), Irlanda (32%), Italia (30%), Holanda (30%), Reino Unido (25%) y Portugal (25%). La excepción dentro del territorio español son Canarias, Navarra y País Vasco, que han aprobado incentivos del 40%, 35% y 30%, respectivamente.
Canarias, además, acaba de bajar el requisito de gasto mínimo a 200.000 euros, que Carrión considera razonable, aunque obliga a los estudios de Madrid y Barcelona a trasladarse a las islas.
Carlos Biern, presidente de Diboos, la federación de productores de animación y efectos visuales, informa al respecto que Hacienda ha tomado nota del clamor de la industria y está trabajando para aumentar el incentivo al 30% en los próximos Presupuestos del Estado.
A pesar de los obstáculos, el talento y la creatividad de sus artistas han convertido a España en el quinto productor mundial de dibujos animados, por detrás de EE UU, Canadá, Japón y Francia. Las 250 empresas que conforman la industria dan empleo a 7.540 profesionales y el año pasado facturaron 654 millones de euros.
En sus vitrinas hay Óscar técnicos (los ganados por Next Limit, en 2008, y Solid Angle, en 2017) y éxitos de taquilla global, como Las aventuras de Tadeo Jones (60,8 millones de euros en 2012) o Atrapa la bandera (34,2 millones en 2015).
Las ayudas a la inversión extranjera son claves para la industria porque compite con países de todo el mundo por contratos con multinacionales como Paramount, Universal, Disney o Netflix.
El bajo atractivo de la deducción también dificulta la consecución de fondos para la producción de largometrajes o series, porque los bancos piden que se garanticen los préstamos con la preventa de los derechos de difusión a las cadenas de televisión o plataformas de vídeo bajo demanda.
El coste medio de un largo de animación ronda los 12 millones de euros y la inversión tarda en recuperarse nueve meses desde el estreno, a los que hay que sumar los dos o tres años que dura la producción. Obtener financiación que se ajuste a esos plazos (el guion, por ejemplo, no empieza a escribirse hasta que el estudio ha cubierto el 80% del presupuesto) es el principal reto del sector, según el libro blanco publicado por Diboos en junio pasado.
Biern explica que conseguir inversores nacionales también es complicado porque para que estos puedan aplicarse la deducción del 25% (45% en Canarias) a que tienen derecho deben constituir una sociedad (agrupación de interés económico) y esperar a que el filme reciba la calificación por edades, lo que no ocurrirá hasta que quede listo para su exhibición en salas.
Otra preocupación es la drástica caída de las subvenciones debido a un cambio en el modelo de asignación. Hasta 2015, el Estado concedía las ayudas a posteriori en función del resultado en taquilla. A partir de 2016, estas se anticipan sobre proyecto según un baremo que bonifica la trayectoria del estudio y los premios ganados en festivales, lo que deja fuera a las empresas más jóvenes, como las 15 que se han creado en Canarias y Navarra en los dos últimos años.
“Echamos en falta que todos los partidos pacten un sistema de ayudas al cine que ofrezca seguridad jurídica, no que cambie cada cierto tiempo, porque eso ahuyenta a los inversores”, dice Nacho La Casa, director de Capitán Araña, productora de Ozzy (2016), la historia de un perrito que es la sexta cinta de animación más exitosa de España, con 14 millones de euros recaudados en el exterior.
Ozzy fue el primer largometraje de Capitán Araña, que había acumulado experiencia previa trabajando para Disney en varios contenidos de ficción. La Casa cuenta que todo el desarrollo de la película, que produjeron en sociedad con un estudio canadiense, tomó cinco años, desde que comenzó a escribirse el argumento hasta que llegó a los cines. "La producción pura y dura tomó dos años y cuando la empezamos, la financiación ya estaba cerrada", puntualiza.
La producción costó ocho millones de euros, cinco de los cuales se financiaron con el préstamo de un banco español y créditos fiscales de las provincias canadienses de Ontario y Manitoba. El importe restante se cubrió con la preventa de los derechos de difusión a televisiones internacionales. "Afortunadamente la película ha funcionado bastante bien y si la progresión se mantiene, es probable que recuperemos la inversión el próximo año", estima.
Debido al recorte de las ayudas y las dificultades para conseguir inversores nacionales y extranjeros, coproducir es a menudo la única posibilidad que tienen los estudios españoles de llevar a las pantallas sus proyectos de animación. El problema de esta fórmula es que obliga a compartir la titularidad de los derechos de propiedad intelectual y las ganancias. "Cuanto más concedes, menos ingresos obtienes", precisa La Casa.
En el caso de Ozzy, el 80% de los derechos son españoles y el 20%, canadienses. La película fue nominada a los Goya 2017 en las categorías de mejor sonido y mejor película de animación y ganó el premio del Círculo de Escritores Cinematográficos. Ese mismo año compitió en el festival internacional de Stuttgart, uno de los más importantes del género.
Ahora Capitán Araña intenta levantar financiación para poner en marcha su segundo largo de animación, del que ya tiene listo el guion. "Si consensuáramos un sistema de incentivos más potente, el sector crecería exponencialmente y España rompería con la distancia que actualmente la separa de países como Canadá o Bélgica", insiste. "Seríamos los líderes en animación a nivel mundial y en lugar de ir a coproducir allá, ellos vendrían acá".
Corrección. Este artículo se actualizó para reflejar que Ozzy no ganó el premio de la crítica en Stuttgart, como se indicó originalmente por error, sino el del Círculo de Escritores Cinematográficos. La película, no obstante, estuvo nominada en el festival alemán.