El rompecabezas de la deuda de Pemex confunde a AMLO
El presidente de México ha frenado la inversión privada, necesaria para aumentar la producción
El presidente de México va a tener un duro 2020, basándose únicamente en la aritmética. El gigante petrolero Pemex proporciona al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador casi el 20% de sus ingresos anuales, según Moody’s Investors Service. El insostenible drenaje del Estado lo ha dejado con 102.000 millones de dólares en deuda, y sin suficiente efectivo para desarrollar nueva producción. Sin embargo, AMLO, como se conoce al presidente mexicano, espera que la empresa aumente su rendimiento, al tiempo que reduce –no aumenta– la inversión privada.
Así es como cuadran las matemáticas... o no. Pemex se ha convertido en la compañía petrolera más endeudada del mundo gracias a los impuestos, que la han obligado a transferir más del 80% del ebitda ajustado a las arcas estatales en los últimos cinco años. Como era de esperar, eso no deja casi ningún peso o dólar para la inversión necesaria para revertir una década de disminución de la producción y las reservas.
AMLO, sin embargo, necesita que Pemex aumente el flujo de petróleo para apoyar sus previsiones presupuestarias. La producción alcanzó un máximo de 3,4 millones de barriles por día en 2004. El plan de negocio actual de la compañía requiere que la producción crezca desde el nivel presente de 1,7 millones de barriles por día hasta más de 2,5 millones para 2023. Los deseos del presidente incluyen la construcción de una refinería de 8.000 millones de dólares en su estado natal.
Todo esto resultará difícil. Las reservas probadas [aquellas que permiten la extracción de manera rentable con la tecnología actual, teniendo en cuenta el precio del crudo] están por debajo de los 7.000 millones de barriles equivalentes de petróleo, frente a los más de 12.000 millones de 2014. Las reservas probadas desarrolladas [las de pozos que necesitan poca o nula inversión extra] han disminuido aún más drásticamente, y eso es lo que realmente aumenta la producción.
Mientras tanto, sin embargo, AMLO ha rechazado las ofertas privadas para hacer la nueva refinería, ha hecho más restrictivos los contratos y ha detenido las joint ventures. Todo esto desalienta la inversión del sector privado. El Fondo Monetario Internacional expresó en un informe publicado la semana pasada un justificado escepticismo hacia este aislacionista enfoque.
Es cierto que las noticias no son todas negativas. Este año, el Gobierno ha inyectado 5.000 millones de dólares en Pemex y ha rebajado sus impuestos, mientras la compañía refinanciaba gran parte de su deuda a corto plazo. Pero no es suficiente. Y Fitch Ratings estima que Pemex necesita gastar hasta 18.000 millones de dólares anuales solo para reponer sus reservas.
Así que aumentar la inversión privada no es una opción: es una necesidad. Es posible que no logre que Pemex alcance su objetivo para 2023. Pero al menos podría ayudar a detener la hemorragia. Sin ella, como sabe el FMI, los números de AMLO no suman.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías