Oro blanco en el Valle Salado de Añana
Las salinas se extienden por un paisaje laberíntico de 5.500 eras de sal
Quienes se acerquen por primera vez a Añana quedarán extrañamente impresionados al encontrarse con un paisaje totalmente blanco, salpicado de estructuras de madera. En la villa más antigua de Álava, en el lugar que hace millones de años estuvo cubierto por las aguas de un vasto mar, se encuentra el Valle Salado de Añana. A solo 30 kilómetros de Vitoria, las salinas se extienden por un paisaje laberíntico de 5.500 eras de sal, pozos, canales y sendas que se ha conformado como un sorprendente reclamo turístico de esta comarca alavesa.
En este paraje singular, el hombre ha aprovechado durante miles de años sus manantiales de agua salada para obtener un producto esencial para la vida, la sal. Hoy se sigue explotando, está en pleno proceso de recuperación para devolverle su sostenibilidad y es, desde 2017, Patrimonio Agrícola Mundial de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Es el único paisaje con esta distinción de toda Europa, que también ostentan, por ejemplo, los arrozales de China o los campos de azafrán de Cachemira, en el norte de la India. Y es que Añana es un ejemplo representativo a escala mundial de la historia de la sal, conocida en la antigüedad como oro blanco.
Por su alta calidad gastronómica es la sal que utilizan cocineros como Martín Berasategui o Andoni
El surgimiento natural de manantiales de salmuera ha permitido que en el entorno se hayan desarrollado a lo largo de miles de años importantes asentamientos que, alrededor de la producción de sal, se han ido adaptando a las particularidades de cada época. Su explotación está documentada desde el año 822 y tuvo su gran momento de apogeo en la Edad Media, con la fundación de la actual villa. Hoy la utilizan cocineros como Martín Berasategui o Andoni Luis Aduriz por su alta calidad.
Patrimonio
De la riqueza que generaban las salinas da fe el patrimonio histórico de Añana, el más antiguo de Álava. Entre sus monumentos destacan el convento de Comendadoras de San Juan de Acre, que perteneció a la Orden de Malta, o la iglesia de Santa María de Villacones, que conserva algunos elementos del siglo XIII, aunque el edificio actual es de finales del XV y principios del XVI. Llaman también la atención la Casa Palaciega de los Ozpinas, que mantiene su carácter medieval, y el Palacio de los Herrán, del siglo XVII.
Desde el pueblo parte un largo paseo, que se extiende unos 10 kilómetros, hasta la Torre Palacio de los Varona, la única fortaleza de Álava que conserva su foso y sigue habitada por descendientes directos de la familia desde el siglo XII. La infranqueable arquitectura militar de esta fortaleza y la historia que se esconde detrás de su nombre y del apellido de la familia que generación tras generación la habita merecen una visita. El palacio es un sobresaliente ejemplo de arquitectura militar del siglo XIV, del que se dice que es el mejor conservado de Álava.
También en las cercanías de la localidad, a unos 8 kilómetros, se encuentra el lago de Caicedo-Yuso, de agua dulce, el más importante del País Vasco. Por el gran interés que ofrecen su población de aves y la flora de los alrededores, está considerado Humedal de Importancia Internacional (Ramsar). Una agradable senda une este paraíso de aves acuáticas y migratorias con el Valle Salado de Añana.
Guía para el viajero
Visitas guiadas. Para conocer la historia y disfrutar del Valle Salado de Añana es necesario reservar una visita guiada (https://www.vallesalado.com). Hay varias opciones: visita normal a las salinas (7 euros), visita ampliada a los manantiales (8,5 euros) y cata de sal (8,5 euros). Los más pequeños pueden disfrutar del spa salino. Las personas con discapacidad disponen de una visita adaptada.
Recuperación. Uno de los principales activos de la recuperación del valle es la comunidad de salineros y salineras de Añana, que durante generaciones han cuidado y vivido por y para las salinas.