El reto de gobernar una Europa fragmentada
El resultado de las elecciones europeas no permite ser optimista sobre el futuro de la UE
Desde mediados de los años noventa, cuando los países europeos aprobaron avanzar en la moneda única, el desarrollo del proyecto europeo se ha ralentizado. La principal causa ha sido la pérdida de poder de la Comisión Europea, en detrimento del Consejo controlado por los Estados. La otra causa determinante ha sido el periodo de Angela Merkel como canciller, que ha seguido la política de “Alemania y sus votantes primero”.
¿Puede cambiar esto en el futuro? El resultado de las recientes elecciones europeas y de las negociaciones para los principales cargos no permite ser optimistas. La fragmentación del Parlamento complica aún más la ya de por si compleja gobernanza europea. Los populares y socialdemócratas han sumado apenas el 43% de los votos, han perdido 76 escaños y necesitan a los liberales para llegar a acuerdos. Los liberales han subido 26 escaños. El resto de los escaños perdidos por el bipartidismo han ido a partidos nacionalistas, destaca la fuerte subida de la Liga Norte, que recordemos ha culpado a Europa de todos los males de los italianos y pedía la salida del euro como Le Pen. Italia es país fundador y, tras la salida de Reino Unido de la Unión, el elefante blanco en la habitación.
Emmanuel Macron ha sido el gran triunfador de las negociaciones. Engatusó a Pedro Sánchez para luego pactar con Alemania, como siempre. Los liberales, tercer partido con casi la mitad de escaños que los socialdemócratas, el mismo peso de poder que los populares, que han sido el partido más votado. Macron es francés y presidencialista y eso aumentará el conflicto permanente entre el Consejo y el Parlamento europeo. Los grandes perdedores de la negociación son los socialdemócratas.
La presidenta de la Comisión Europea es una perfecta desconocida, cuestionada en su país por plagiar una tesis doctoral y ministra de Defensa, toda una señal. La presidenta del BCE será una ex ministra de Economía de Francia sin los conocimientos necesarios para asumir la política monetaria. Recordemos que el vicepresidente es Luis de Guindos, otro ex ministro de Economía.
En clave española, la elección de Christine Lagarde para el BCE es un mal menor. La alternativa era el alemán Jen Wiedmann, que fue el principal halcón durante la crisis de la deuda para frenar las medidas heterodoxas aprobadas por Mario Draghi. Wiedmann llegó al Bundesbank desde la cancillería, donde era el asesor económico de Merkel, y desde entonces se ha equivocado sistemáticamente advirtiendo de los riesgos para la estabilidad de precios de las políticas de Draghi.
La inflación subyacente en la eurozona sigue en el 1%, la mitad que el objetivo del 2%, más de diez años después de comenzar la crisis. Una retirada brusca de los estímulos podría provocar inestabilidad financiera, aumento de las primas de riesgos, restricción de crédito en España y una tercera recesión en una década. Tras el nombramiento de Lagarde, los mercados ni se inmutaron y las curvas de tipos europeas se mantienen estables.
El otro cargo clave en la Comisión Europea será el comisario de economía. Pierre Moscovici ha sido flexible en la interpretación de las reglas fiscales y las sanciones y fue clave para acabar con el austericidio que provocó la segunda recesión en 2012. España es el país con el mayor déficit público estructural de la eurozona y los tratados exigen un intenso ajuste fiscal en los próximos tres años. La actitud del nuevo comisario será clave. Tener a una discípula de Merkel y representante de la austeridad germana al frente de la Comisión no es una buena noticia.
Si la representación española se queda tan sólo en el alto comisionado para la política exterior sería decepcionante. Ese puesto tiene mucha visibilidad, al representar a Europa en las negociaciones internacionales, pero ningún poder efectivo. Todas sus decisiones están siempre supeditadas a la aprobación de los países miembros. La presidencia del eurogrupo quedará vacante en breve y si la consigue la cartera de Economía española permitiría compensar la negociación. No obstante, una vicepresidencia de la Comisión habría supuesto mayor influencia para España que lo conseguido.
Conclusión: la gobernanza europea sale debilitada aún más tras las elecciones y los altos cargos elegidos. La deuda sigue siendo elevada, el crecimiento económico anémico, las perspectivas demográficas preocupantes y Europa está perdiendo el liderazgo que tuvo en tecnología y capital humano en detrimento de China. La unión bancaria ni está ni se la espera. La unión fiscal cuenta con pequeños avances, pero necesita fondos y aumentar el presupuesto europeo para avanzar a un modelo federal, pero parece poco probable que eso sea una realidad en el próximo lustro. Uno de los problemas de la unión monetaria es si un país sufre una perturbación asimétrica. Si eso sucede, no habrá capacidad por parte de Bruselas de compensar con medidas de política fiscal o inversiones en ese país. Y además, se han endurecido las condiciones para acceder a un crédito del Fondo Europeo.
Por lo tanto, el país quedará sólo ante los mercados y al amparo del BCE, la única institución realmente federal en Europa. En política tecnológica, EEUU tiene invertidos el 35% del PIB en fondos de capital riesgo y Europa tan sólo el 4%. Tampoco parece que esto vaya a cambiar significativamente.
José Carlos Díez es Profesor de Economía de la Universidad de Alcalá