Fiat-Chrysler-Renault: agárrense que vienen curvas
La anunciada fusión entre los dos grupos puede ser el primero de otros movimientos sectoriales
Esta semana pasada se hizo pública la propuesta de enlace entre dos grandes empresas de automoción, por un valor combinado de más de 33.000 millones de euros. Por un lado, el grupo Fiat Chrysler, resultado de la visionaria absorción en 2009 del grupo norteamericano Chrysler por parte del entonces CEO de Fiat, Sergio Marchionne. Por otro, Renault, uno de los grandes fabricantes europeos y el primero de origen francés por volumen teniendo en cuenta su alianza con Nissan y Mitsubishi. Esta última, resultado del rescate de la segunda por parte del grupo galo en 1999, no pasa por su mejor momento desde la encarcelación de su último presidente, Carlos Goshn. ¿Será este un matrimonio feliz? ¿Le seguirán otros movimientos parecidos en el sector?
En otras épocas, comprometerse en matrimonio solía ser cosa seria. Los prometidos dedicaban largo tiempo a cortejarse antes de presentar su unión en sociedad. Los noviazgos se fraguaban con prudencia y discreción; ningún mozo deseaba ser públicamente rechazado. Si la dama aceptaba iniciar una relación formal, los futuros contrayentes empezaban a socializar. Se les permitía pasear en público cogidos del brazo y la bendición final llegaba cuando el pretendiente conseguía la anuencia de la familia. Detrás de las uniones había intereses sociales y económicos. Los matrimonios, felices o no, perduraban.
Hoy las cosas son de otra manera. Ni el matrimonio es lo que solía ser, ni los cortejos exhiben la formalidad de antaño. Seguimos, eso sí, deseando mucha felicidad a los novios y que su unión sea duradera. En lo bueno y en lo malo. En el sector del automóvil los casos de matrimonios felices y duraderos no han sido frecuentes. Experiencias fallidas como la fusión “entre iguales” de Daimler y Chrysler –no fue fusión ni fue entre iguales–alertan sobre las dificultades de integrar culturas empresariales distintas para materializar las sinergias del Powerpoint. Fue con Chrysler precisamente con quien Fiat demostró saber gestionar bien estos retos, pero una cosa es la adquisición integral de una empresa medio quebrada y otra es un matrimonio de conveniencia sin liderazgo preestablecido y con posibles fricciones políticas añadidas.
Todo parece indicar que el compromiso entre Fiat Chrysler y Renault seguirá adelante, con la perspectiva de alumbrar uno de los mayores fabricantes de automóviles del mundo. Sobre el papel, la unión parece buena para todos y tiene sentido: existen evidentes complementariedades geográficas, de producto y tecnológicas. El nuevo grupo se situaría como líder en muchos mercados, proyectándose economías de escala sin precedentes y sinergias por encima de los 5.000 millones de euros.
Los analistas aplauden el enlace. La Bolsa lo respalda. Los Gobiernos francés e italiano lo han bendecido. Los Agnelli lo han impulsado con inteligencia: recibirán un buen dividendo y su parte del accionariado. Incluso Nissan –el tercero en discordia– se ha manifestado por ahora con neutralidad y prudencia. Solo PSA –que había hecho público su interés en FCA antes de quedarse en el altar compuesta y sin novio– ha mostrado una lectura algo más crítica. El sector sigue el proceso expectante, no en vano puede abrir un nuevo escenario de fusiones y alianzas, en una industria que parecía haber alcanzado cuotas de consolidación ya relevantes.
A la incógnita sobre lo que sucederá a partir de ahora hay que sumar la duda sobre el papel de Nissan y Mitsubishi en su relación con el grupo resultante. Los últimos desencuentros en la Alianza y la reticencia del socio japonés a asumir un rol secundario no ponen las cosas fáciles. Tal vez algo de calma y mano izquierda permita volver a resituar opciones sobre la mesa más adelante.
Que FCA llevaba tiempo buscando pareja de baile no era un secreto. El desaparecido Sergio Marchionne, histórico artífice de la transformación y reflotamiento del grupo, creía que este debía buscar escala. Entre los pretendientes que se le atribuyeron, sonaron nombres como General Motors, Hyundai y hasta Geely. Con el enlace hecho público, ahora habrá que ver qué sucede con otros grupos que pueden quedar en posición de equilibrio inestable. Como dice el refrán, de unas bodas nacen otras y la que no baila, de la boda se salga. Se ha hablado ya de alianzas inverosímiles, como Volkswagen con Ford (ambos grupos han firmado acuerdos de colaboración recientemente y ya habían compartido capacidades de fabricación en monovolúmenes en el pasado), o Ford con General Motors (esperen a que lea esto Trump, tal vez las obligue a fusionarse entre ellas y de paso compren Tesla).
Estas especulaciones fruto del calor del momento difícilmente superarían el filtro de un análisis más riguroso. Parece plausible en cambio que se avecine una nueva ola de consolidaciones, motivada por la necesidad de alcanzar dimensión global y afrontar los retos de la transición hacia el coche eléctrico, conectado, autoconducido y compartido. ¿quedarán en el futuro dos o tres grandes jugadores por continente? Quien sabe.
¿Nos afecta esto localmente? A nivel productivo, ambas marcas han prometido que las eficiencias no saldrán de ajustar plantillas. No es menos cierto que a la unión entre Fiat Chrysler y Renault le sobrará capacidad a corto plazo (particularmente, Fiat tiene su producción muy concentrada en Italia y fábricas poco utilizadas). No parece que las factorías españolas tengan motivos de preocupación, todo dependerá de cómo finalmente reaccione el mercado. Habrá movimiento también aguas abajo en la cadena de suministro, donde cabe esperar integraciones entre proveedores.
La próxima va a ser una década interesante para esta increíble industria: agárrense que vienen curvas.
Pedro Nueno es Socio director de InterBen