¿Sería un Gobierno populista tóxico para la banca?
No es realista pensar en una gran influencia, pero sí en una presión para comprar más deuda soberana
Los populistas –en su mayoría de extrema derecha, pero también algunos de extrema izquierda– están tratando de avanzar hacia la cúspide del poder político en toda Europa. Las próximas elecciones parlamentarias de la Unión Europea mostrarán si realmente se produce el cambio de tendencia. Algunos participantes del mercado temen que la salud de los bancos se vea perjudicada por el aumento del poder de los populistas en toda la UE. Esté o no justificado, la falta de confianza del mercado conduce a una revaluación de la deuda y de capital, lo que perjudica la capacidad de los bancos para refinanciar a niveles económicamente viables.
En el contexto de unos márgenes muy estrechos, un crecimiento del volumen por debajo de los máximos y una competencia cada vez más ajustada, esto no puede ser una buena noticia para las instituciones financieras europeas. Sin descartar totalmente el impacto, el populismo nacional puede ipso facto no ser tan tóxico para los bancos europeos. A estas alturas, los bancos no pueden ser fácilmente obligados a ir hacia una nueva dirección que asuste a los mercados
Los avances nacional-populistas en las principales economías europeas conducen a cuatro áreas de preocupación del mercado en relación con los bancos: 1) el actual marco regulador de la UE podría verse alterado o incluso parcialmente desmantelado; 2) los bancos podrían verse empujados a un territorio inseguro a través de préstamos e inversiones más flexibles; 3) la titularidad y las estructuras de Gobierno podrían verse amenazadas (especialmente por los populistas de izquierda); 4) los temores del mercado sobre un gobierno populista perjudicarían rápidamente la financiación y la capacidad de generación de negocio de los bancos del país.
Los tres primeros riesgos son hipotéticos y es poco probable que se materialicen. El cuarto es real y se demostró el año pasado cuando los populistas formaron Gobierno en Italia, afectando los costes de financiación de los bancos italianos y el valor de sus carteras de bonos soberanos.
Sin embargo, tras una década de construcción y fortalecimiento, la regulación financiera de la UE se ha establecido tanto para la supervisión prudencial como para la resolución. Si los partidos populistas tomaran el poder en Francia y Alemania –una suposición muy difícil de hacer, especialmente en el caso de Alemania–, es muy poco probable que el primer pilar de la unión bancaria europea (EBU) –la supervisión prudencial– se vea amenazado. No sería aceptable –ni siquiera para aquellos que votaron a los populistas en el poder– volver a una supervisión bancaria menos estricta por motivos políticos, que podría traer de vuelta los riesgos estructurales anteriores a la crisis. Se ha visto que, una vez que llegan al poder, los populistas no son políticamente suicidas. Lo demostraron en Italia el año pasado, o en Grecia en el punto álgido de la crisis. La EBU, en su forma actual, proporciona un marco de seguridad económica y financiera que ni los políticos populistas ni la mayoría de las personas que los votaron desean abandonar.
El segundo pilar de la EBU, la resolución, aunque todavía está en curso, tampoco va a ser abandonada. Hace casi cuatro décadas, cuando los socialistas llegaron al poder en Francia, nacionalizaron rápidamente los bancos privados, que luego tuvieron que arrastrar las prioridades del Gobierno (fueron reprivatizados una década más tarde). Esta solución radical fue manifiestamente rechazada hace una década cuando la crisis financiera golpeó,
Toda la estructura regulatoria posterior a la crisis fue diseñada para evitar que los contribuyentes tuvieran que apoyar el rescate de los bancos. Asumir que cualquier Gobierno populista actual o futuro piense lo contrario no es realista.
El tercer pilar de la EBU –un sistema europeo de garantía de depósitos (EDIS)–sigue siendo una ambición y no es probable que se materialice en un futuro próximo, independientemente del ascenso de los populistas al poder. De hecho, la principal barrera para establecer el EDIS es Alemania, que precisamente no es un refugio del populismo.
Además, hay que tener en cuenta que, con algunas excepciones, todos los grandes grupos bancarios europeos son empresas que cotizan en Bolsa y, los que no lo hacen, siguen igualmente normas de mercado y estrategias comerciales que no son totalmente diferentes de las de sus homólogos cotizados. Los bancos europeos ciertamente asumieron riesgos absurdos en los años anteriores a la crisis, pero estos no se dirigieron hacia el cumplimiento de las prioridades gubernamentales. De hecho, gran parte de los nuevos préstamos que no se concedieron, si bien tal vez habrían apoyado los objetivos políticos de los Gobiernos, habrían acarreado riesgos innecesarios para sus instituciones y los reguladores los desaprobaron.
Teniendo en cuenta todo esto, no es realista asumir que un Gobierno populista piense que tiene suficiente influencia para dirigir un gran grupo bancario independiente hacia cualquier prioridad que el respectivo grupo no considere comercialmente viable. O que podrá forzar fusiones nacionales entre bancos que no se basen en consideraciones comerciales. Una excepción es la presión para que los bancos aumenten la adquisición de bonos soberanos nacionales. Ha ocurrido en el pasado y volverá a ocurrir, especialmente cuando el BCE reduzca su programa de compras y mientras no existan normas específicas que limiten el tamaño de estas tenencias. Pero este desafío no está relacionado solo con los Gobiernos populistas, sino que se refleja en los políticos de todos los colores.
Sam Theodore es Responsable de investigación de crédito de Scope Insights