Es hora de explicar al ahorrador qué se hace con su dinero
Alternativas que buscan rentabilidad y proteger el planeta
La sociedad está cambiando su hábitos más cotidianos. A veces por decisión propia y otras por imposición normativa. La restricción de acceso de vehículos a las grandes ciudades, el uso del monopatín, los carriles bici, la instalación de dispositivos en el hogar o las empresas para ahorrar energía... Todos estos actos responden a una realidad: la necesidad de luchar contra el cambio climático.
El ahorro de los ciudadanos también está dentro de esta corriente a través de la inversión socialmente responsable (ISR). Este tipo de producto está enfocado a la búsqueda de rentabilidad aplicando criterios ambientales, sociales y de buen gobierno (ASG). Se trata de identificar empresas o proyectos donde invertir que estén relacionados con aspectos como el cambio climático; el consumo energético; la gestión y tratamiento de residuos; los derechos humanos; la salud; la pobreza; la desigualdad; la calidad de gestión de las empresas o su transparencia, etc. Incluso se puede apostar por una iniciativa concreta a través de las denominadas inversiones de alto impacto (IAI).
La forma en la que se invierte en ISR no difiere de la tradicional; no es menos eficiente ni tiene más riesgo. Pero la ISR permite gestionar mejor el riesgo y las actividades en las que se va a destinar el ahorro, lo que reduce las posibles adversidades. La visión es de largo plazo.
En clave
PRI. En 2006 se lanzaron los Principios de Inversión Responsable (PRI) con la iniciativa financiera del PNUMA (organismo de Naciones Unidas para el medio ambiente) y el Pacto Mundial de la ONU. Un compromiso voluntario que se dirige al sector financiero e incita a los inversores a pensar desde el punto de vista medioambiental, social y de gobernanza. A principios de 2018 contaba con 2.000 entidades gestoras a nivel mundial que representaban 16,3 billones de euros.
Bono de impacto. Son títulos de deuda que se emiten para captar capital y financiar proyectos sociales; por ejemplo, los bonos verdes para el cambio climático. Los bonos sociales los suelen llevar a cabo las Administraciones locales con el objetivo de ayudar a los más desfavorecidos.
ASG. Recoge los criterios de inversión socialmente responsable (ambientales, sociales y de buen gobierno).
El particular tiene fácil el acceso a la ISR. Únicamente debe comunicar al profesional que le va a ayudar a gestionar su ahorro que quiere invertir bajo criterios sostenibles o socialmente responsables.
“La inversión sostenible le interesa y afecta a las personas que quieren apoyar proyectos que transforman la sociedad. Cualquier cliente de un banco, caja de ahorros o aseguradora está en su derecho de solicitar datos y preguntar a qué se destina su dinero. Y en función de la respuesta, puede elegir dónde abrir una cuenta o dónde contratar un fondo o su plan de pensiones”, explican desde la Fundación MAPFRE.
Según recoge la encuesta Global Sustainable Investment, el universo de activos de inversión sostenible creció un 60% entre 2012 y 2014 y un 25% en el periodo 2014-2016.
Este incremento no obedece a una moda, sino a una clara tendencia. JP Morgan destaca en el informe ESG Investing Goes Main Stream que la ISR se está convirtiendo en tendencia dominante dado que los inversores “quieren minimizar el riesgo reputacional y operativo sin sacrificar la rentabilidad”.
Principios éticos
De forma paralela, se encuentran las inquietudes y los principios éticos de una persona y que aplica en todos los ámbitos posibles de su vida, como el del consumo y la inversión.
También están las diferentes iniciativas que giran sobre los criterios ASG y donde están comprometidos la mayoría de los países del mundo. Por ejemplo, a través de la ONU se ha creado la Agenda 2030, que contiene un plan global para la erradicación de la pobreza, la lucha contra el cambio climático y la reducción de la desigualdad.
Uno de los objetivos de la Agenda 2030 es la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible. Este proyecto ha generado la proliferación de fondos sostenibles. En Europa representaban en 2014 el 2% del total y gestionaban sobre 100.000 millones de euros, frente a los 15.000 millones de 2000.
Los inversores institucionales (gestoras y fondos de pensiones) también están aportando crecimiento con la oferta de este tipo de productos como una forma de desarrollar la industria.
Por el lado de la demanda, los millennials, parecen más concienciados por los temas sociales y el bienestar de la población en general. Y, por último, la propia regulación poco a poco fomenta este tipo de inversión.
Diferentes tipos de estrategia para elegir
Los fondos temáticos buscan conseguir rentabilidad en una tendencia creciente, pero también generar un bien social. Existen productos que se centran en el envejecimiento de la población o en la gestión del agua o en la igualdad de género.
Los best in class invierten en empresas que consideran las mejores en determinados parámetros.
La apuesta de exclusión elimina de la cartera las entidades cuyos negocios no responden a la línea de inversión que se busca. La mayoría de los bancos y aseguradoras están obviando entidades cuyos ingresos provienen de actividades que tienen que ver con el carbón, la pornografía o el tabaco.
La inversión en valores selecciona productos según los principios éticos y morales de cada individuo. Altum asesora a inversores con criterios de la Iglesia católica. La estrategia de impacto persigue un objetivo medible y concreto. Puede ser en sentido tradicional; por ejemplo, una Administración pública quiere construir un colegio, emite un bono a mercado para ello, y los fondos compran dicho bono.