Los convenios de empresa refuerzan la flexibilidad de las condiciones laborales
La normativa aprobada para ayudar a las empresas a salir de la crisis ha dado sus frutos y sería de una irresponsabilidad manifiesta revertirla
Un análisis detallado de los contenidos de los convenios colectivos revela cambios cualitativos muy importantes en los últimos años, al hilo de la presión ejercida por un muy numeroso ejército de reserva laboral y al amparo de una legislación laboral sobre negociación colectiva que lo propiciaba. Desde que se inició la recuperación de economía y empleo en los últimos meses de 2013 las cláususlas de flexibilización de las condiciones laborales se han hecho comunes en los textos firmados por las empresas y los sindicatos: presencia notable de remuneraciones ligadas al desempeño de los trabajadores, sea de forma individual o colectiva; compromiso laboral con la cuenta de resultados de las empresas; mejora de la conversión de contratación temporal en fija; etc. Condiciones todas ellas que han ganado terreno precisamente por la preminencia de los acuerdos de empresa sobre los de carácter sectorial, pues aquellos se ciñen más a las necesidades de cada compañía, mientras que éstos últimos generalizan condiciones que en muchos casos no pueden ser de aplicación generalizada por imposibilidad económica.
Tales progresos hechos en la flexibilidad de las condiciones de trabajo dentro de las empresas, todos ellos en un contexto de austeridad salarial, demuestran que la normativa laboral aprobada para ayudarles a salir de la crisis, ha dado sus frutos, y que sería de una irresponsabilidad manifiesta revertirla. Pese a la insistencia de los sindicatos para lograrlo, el Gobierno se resiste a hacerlo, sea por falta de convicción o por imposibilidad parlamentaria. Pero un simple vistazo a estos avances en las relaciones industriales dentro de las empresas desaconseja que en los próximos meses, cuando haya un nuevo Gobierno, se desmonte aquello que ha funcionado bien, máxime en un clima de desaceleración.
Ha funcionado bien también el avance de los planes de igualdad en las empresas, así como las medidas destinadas a mejorar la conciliación de la vida laboral y la familiar, pero no lo ha hecho como debería el espacio y programas destinados a la formación, que seguramente tiene algo que ver con la revisión de los programas generales de formación tras los escándalos de financiación irregular descubiertos tanto en sindicatos como en patronales a cuenta de los cursos. Medidas de última hora como el control de jornada deberían ser repensadas a la luz de la información que aportan los convenios (hay un avance de los acuerdos que controlan las horas extra), y desde luego los estímulos a la generación de sistemas de previsión en las empresas deben revisarse para lograr que despeguen y quitar presión financiera al sistema de pensiones.