La industria, el medio ambiente y la economía circular
Para apoyar este modelo hay que identificar y eliminar barreras técnicas y normativas
Recientemente, las instituciones europeas lanzaban una ambiciosa iniciativa sobre economía circular. Basándose en medidas como la reducción de residuos, el diseño ecológico o la reutilización, anunciaban ahorros netos en la UE de hasta 600.000 millones, incrementos del volumen de negocio anual del 8% para las empresas europeas y la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero entre un 2% y un 4%. Evolucionar de una economía lineal a una economía circular podría reducir la presión sobre el medio ambiente, mejorar la seguridad de suministro de materias primas y favorecer la competitividad, la innovación, el crecimiento y el empleo.
Antes de esta estrategia, la industria del metal era consciente de que el futuro vendrá de la mano de sectores eficientes en el uso de los recursos y con menores impactos ambientales, para diseñar productos innovadores y aprovechar y volver a poner en la línea de fabricación, cuando un producto llega al final de su vida útil, recursos ya utilizados. Se trata de una industria comprometida con la recuperación para seguir creando valor, con la extensión de la vida útil de los productos, con mejoras en la eficiencia y con el reemplazo de componentes por otros más eficientes. El proceso de transformación se ha acelerado últimamente y, ahora, la transición es compleja, pero también completa y ambiciosa a partes iguales.
Nos enfrentamos a un concepto tan amplio y transformador como es pasar de una economía lineal basada en el proceso extracción-fabricación-utilización-eliminación a una economía circular de acción absolutamente global. Con atención a la eficiencia en el uso de energía, materias primas y agua, a un diseño más ecológico de productos, procesos productivos y transportes, y a la gestión sostenible de los consumos y el mantenimiento asociados a la vida útil de los productos.
Y en última instancia, cerrar el círculo con el aprovechamiento de los recursos contenidos en los productos para restituirlos de nuevo al ciclo productivo. Maximizar la eficiencia en la utilización de los recursos es una prioridad y una necesidad para la competitividad industrial.
Sin ser completamente nuevos en el sector industrial, surgen conceptos como ahorro en los consumos de recursos, ecodiseño, reciclaje y recuperación de materiales, gestión de sustancias peligrosas o mejoras en la eficiencia y reparabilidad de productos, y nuevos elementos como la digitalización de la industria o el internet de las cosas, con soluciones que permiten controlar y analizar el rendimiento de productos a distancia y recabar valiosa información de su uso.
Esos conceptos son palancas impulsoras de una transición más profunda hacia modelos de negocio más ricos y a una auténtica economía circular que, atendiendo a las necesidades de sostenibilidad social y medioambiental, puede ser plenamente compatible con criterios de competitividad y presentarse como motor de negocio en la UE.
La economía circular tiene como objeto desacoplar el crecimiento económico del uso de los recursos, mediante su utilización más eficiente. Productos diseñados y construidos como parte de una red de valor, se usarán el tiempo que sea posible y, tras ello, podrían reutilizarse, restaurarse, actualizarse o reciclarse.
En una economía circular, el uso más efectivo de los productos, componentes y materiales generará mayor captura de valor, mediante el ahorro y la mejora de la eficiencia en la utilización de los recursos, y con el desarrollo de nuevos mercados y el crecimiento de los existentes mediante el aprovechamiento de los recursos contenidos en los productos al final de su vida útil o la preservación de la utilidad de productos el mayor tiempo posible. Y además, todo ello obteniendo importantes beneficios ambientales.
En un escenario de escasez y fluctuación de precios de las materias primas, la economía circular contribuye a la seguridad de suministro y la reducción de costes. Una economía más eficiente abre un escenario de mayor innovación y competitividad, de menor producción de residuos y consumo de energía, y evita impactos ambientales no deseados.
La industria debe redoblar esfuerzos para avanzar hacia una economía, si cabe, más circular, que profundice en modos de organización de la producción caracterizados por una mejor gestión de stocks y flujos de materiales, energía y servicios, con propuestas de mejora de los productos que ambicionen la reparabilidad, el mayor rendimiento o la extensión de la vida útil.
La industria, en la senda de la economía circular, debe enfocarse también al análisis de ciclo de vida completo de los productos –extracción de materias primas, diseño, producción, transporte, uso y fin del ciclo de vida–, reconociendo el papel fundamental de todos los agentes de la cadena de valor en el proceso, y como interlocutores y agentes necesarios para abordar los nuevos retos de futuro.
El sector del metal representado por Confemetal asume la economía circular como una herramienta de crecimiento, innovación, competitividad y empleo, para lograr en Europa una reindustrialización sostenible y de alto valor añadido.
Pero apoyar la economía circular exige insistir en la necesidad de identificar y eliminar las barreras técnicas y legales provocadas por la dispersión normativa o su falta de armonización. Son muchos los ejemplos en los que la diversidad de interpretaciones entre comunidades autónomas respecto de la legislación de residuos ha producido impactos negativos en el propio aprovechamiento efectivo de esos residuos, eje fundamental de este modelo económico.
Dentro de ella, es clave el papel de las Administraciones, canalizando sus propias inversiones, cumpliendo escrupulosamente con la ley, garantizando la adquisición de productos y equipos conformes a la normativa y haciendo cumplir las leyes y la reglamentación aplicable con su la labor de vigilancia e inspección de mercados.
La iniciativa pública y la privada son esenciales en esta disrupción tecnológica, que abre grandes oportunidades, pero que esconde también graves interrogantes.
Alfredo Berges es Director general de Anfalum