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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La liquidez espera a la rentabilidad en la inversión conservadora

2018 produjo un balance negativo insólito en el conjunto de la inversión, en el que ni siquiera el oro sirvió como refugio

El ejercicio ha iniciado su andadura con sorpresas positivas en la renta variable. El buen desempeño de la Bolsa en las cuatro primeras semanas contrasta con las dificultades vividas por los mercados de acciones en la última parte de 2018, cuando no acudió en ayuda de los inversores ni el tradicional rally de fin de año. Las incertidumbres siguen siendo las mismas, encabezadas por las tensiones comerciales entre EE UU y China, cuando no aumentadas por nuevos riesgos como el de un Brexit duro que pueden impactar negativamente sobre el crecimiento. Esto ha llevado precisamente a un frenazo en el endurecimiento de las políticas monetarias que, al menos inicialmente, ha sido bien acogido por la Bolsa. Está por ver la interpretación que hacen a más largo plazo los inversores, por cuanto la desaceleración en la subidas de tipos viene provocada por las señales de debilidad en el crecimiento, pero mientras, los inversores en renta variable pueden disfrutar de una primavera adelantada.

Otra cosa es lo que ocurre en la renta fija. En la inversión más conservadora, las propias gestoras asumen desde que ha empezado que este no va a ser un año fácil. Los inversores en renta fija están abocados a escasa rentabilidad en 2019, hasta el punto de que la prioridad se puede llegar a desplazar desde el campo de obtener ganancias, el terreno de juego objetivo de cualquier inversión, al de evitar pérdidas como las sufridas el pasado año. Así de difícil se ha hecho la obtención de beneficios en renta variable con el actual entorno, y más tras la corrección sufrida en la recta final del ejercicio, cuando los temores hasta en la llegada acelerada de una recesión colocaron en pérdidas anuales al conjunto de los activos de inversión.

Para los más conservadores , 2018 produjo un balance negativo insólito en el conjunto de la inversión, en el que ni siquiera el oro sirvió como refugio. Y todo ello, paradógicamente, en el marco de una economía global que aún crecía con fuerza y unos resultados empresariales en franca mejoría a ambos lados del Atlántico. De cara a este año, la estrategia de las gestoras es, primero que nada, evitar que ese balance negativo se repita, y de hecho los datos de flujos de fondos en las primeras semanas del año dan una clara muestra de la precaución adoptada. Ante un horizonte más inmediato plagado de incertidumbres, ganan enteros las posiciones de liquidez, muy superiores a las de otros inicios de año y, en su caso, la inversión en activos de deuda de corta duración. Todo ello sin descartar las oportunidades que surgirán a lo largo del año, como las emisiones de compañías beneficiadas por una subida de tipos mucho menos agresiva, ante las que una gestión ágil será la mejor estrategia.

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